martes, 25 de octubre de 2011

Mundo : Manipulando el pensamiento con la desinformación....De cómo Occidente ganó en Libia por Pepe Escobar


Desde el principio de las operaciones de la OTAN contra la Libia de Gaddafi y su sistema socializante y anarquista, la prensa comercial occidental no ha dejado un solo momento de desinformar y alterar la realidad. Pero es solamente gracias a la inmensidad de la mentira vehiculada por la prensa comercial, unánime en su discurso, que poco a poco, la verdad va emergiendo dentro de toda esta calumnia y manipulación. Todo esto gracias al trabajo de investigadores, pensadores e periodistas honestos, que con su lógica, su análisis, nos instruyen y nos muestran la cara oculta de la tragedia libia.


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Trípoli capital de Libia bajo las bombas de la OTAN, los bombardeos masivos de la Alianza Atlántica han matado miles de civiles inocentes y la prensa comercial nunca ha dicho nada al respecto.
Se pelean como los buitres sobre los cadáveres. El ministro francés de defensa dijo que le habían agarrado con un avión de combate Rafale que disparó contra el convoy en el que iba- (...) El Pentágono dijo que le habían agarrado disparando un misil Hellfire desde un Predator.
Después, un herido coronel Muamar Gadafi buscó refugio en una mugrienta alcantarilla por debajo de una autopista –un eco espeluznante del «agujero» de Sadam Husein- donde fue encontrado por los «rebeldes» del Consejo Nacional Transitorio (CNT), quienes, como era de esperar, le ejecutaron.
Abdel-Jalil Abdel-Aziz, un doctor libio que acompañó el cadáver de Gadafi en una ambulancia y que le examinó, dijo que murió de dos balas, una en el pecho y otra en la cabeza.
El CNT –que ha estado vendiendo mentiras, mentiras y más mentiras durante meses- jura que murió en un «fuego cruzado». Puede que fuera una turba. Puede que fuera Mohammad al-Bibi, que ostentaba una gorra de baseball de los Yankees de Nueva York y quien posó para el mundo entero blandiendo la pistola dorada de Gadafi, su billete quizá para recoger la considerable suma de 20 millones de dólares ofrecidos como botín por Gadafi «vivo o muerto».
Todo resulta cada vez más curioso si uno recuerda que eso es exactamente lo que la secretaria de estado de EEUU, Hillary Clinton, había anunciado en su meteórica visita a Trípoli cuarenta y ocho horas antes, que Gadafi sería «capturado o asesinado». El Hada Queenie [1] satisfizo los deseos de Clinton, que se enteró de los hechos observando la pantalla de una BlackBerry, y reaccionando con el terremoto semántico «¡GUAU!».
Para los ganadores, el botín. Todos ellos lo hicieron: la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), el Pentágono y el CNT. En el momento en que una resolución de las Naciones Unidas imponiendo una zona de exclusión aérea sobre Libia se convirtió en un permiso para cambiar el régimen, el plan A fue siempre capturarle y matarle. Asesinato selectivo, esa es la política oficial de la administración Obama. No había plan B.

Deja que te proteja bombardeándote

En cuanto a la R2P («responsabilidad para proteger» a los civiles), cualquier escéptico debería aferrarse a la explicación del secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen: «La OTAN y nuestros socios han puesto en marcha con éxito un mandato histórico de las Naciones Unidas para proteger al pueblo de Libia».
Cualquiera que quiera revisar la protección de la OTAN a los civiles sólo necesita saltar a una camioneta y llegarse hasta Sirte, la nueva Faluya.
Las reacciones han sido muy instructivas. El burócrata del CNT Abdel Ghoga se fue al Coliseo del Imperio Romano y dijo: «Los revolucionarios tienen la cabeza del tirano».
El presidente de EEUU Barack Obama dijo que la muerte de Gadafi significa que «estamos viendo la fortaleza del liderazgo estadounidense por todo el mundo». Eso es como lo de «le agarramos», todo lo que uno podía esperar, considerando también que Washington pagó no menos del 80% del coste de la operación de esos ceporros de la OTAN (alrededor de 1.000 millones de dólares, que los Ocupas de Wall Street harían bien en denunciar porque ya podían haberse dedicado a crear empleo en EEUU). Qué extraño decir ahora «lo hicimos», porque la Casa Blanca dijo siempre que esto no era una guerra, que era algo «cinético». Y que ellos no iban a encargarse.
Parece que fue ese mayestático estratega de la política exterior, el vicepresidente estadounidense Jo Biden, quien resultó ser más descarnadamente instructivo que Obama: «En este caso, EEUU ha gastado 2.000 millones de dólares y no ha perdido ni una sola vida. Esta es una buena receta sobre cómo tratar con el mundo para avanzar con más rapidez que lo hicimos en el pasado».
Mundo, ya estás advertido, así es como el imperio va a tratarte a partir de ahora.

Siente de cerca mi tan humanitario amor

Por tanto, felicitaciones a la «comunidad internacional», que como todo el mundo sabe se compone de Washington, unos cuantos miembros inútiles de la OTAN y los tan democráticos centros neurálgicos del Golfo Pérsico como Qatar y los Emiratos Árabes Unidos (EAU). Esa comunidad, al menos, adora los resultados. La Unión Europea (UE) saludó «el fin de una era de despotismo», cuando hasta prácticamente el jueves estaban acariciando el casquete que coronaba las túnicas de Gadafi y ahora están en un sin vivir fabricando editoriales sobre el reinado de 42 años del «bufón».
Gadafi habría sido sobre todo un huésped molesto de la Corte Penal Internacional en La Haya, porque habría disfrutado recordándoles a todos los besamanos, los cálidos abrazos y los acuerdos jugosos que Occidente estaba mendigando cerrar después de que fuera promovido de «Perro Loco» (Ronald Reagan) a «nuestro hijo de puta». También iba a deleitarse detallando todos los turbios antecedentes de esos oportunistas que ahora intentan pasar por «revolucionarios» y «demócratas».
En cuanto a los conceptos del derecho internacional, yacen en una alcantarilla tan inmunda como esa en la que se refugió Gadafi. Al menos, el dictador Sadam consiguió un remedo de juicio ante un tribunal arbitrario e irregular antes de reunirse con el verdugo. Osama bin Laden fue sencillamente finiquitado, estilo asesinato, tras una invasión territorial de Pakistán. A Gadafi se lo cargaron con una mezcla de guerra aérea y asesinato.
Los buitres del poder están congestionando los cielos. Mohammed El Senusi, que vive en Londres, el heredero del trono libio (el rey Idris fue derrocado en 1969) está listo para pasar a primer plano y ha dejado bien claro ya que «es un servidor del pueblo libio y que son ellos quienes deciden lo que quieren». Traducción: Quiero el trono. Obviamente es el candidato favorito de la contrarrevolucionaria Casa de los Saud.
¿Y qué hay de todos esos burros de los think tank de Washington farfullando que este ha sido como el «momento Ceausescu» de la Primavera Árabe?
Si tan solo el dictador rumano hubiera mejorado los niveles de vida de su país –en términos de sanidad gratuita, educación gratuita, incentivos para los recién casados, etc.- en una fracción de lo que Gadafi hizo en Libia… Más el hecho de que Nicolae Ceausescu no fue depuesto con un bombardeo «humanitario» de la OTAN. Solo un idiota podía haberse tragado la propaganda de las más de 40.000 bombas «humanitarias» de la OTAN que han devastado la infraestructura de Libia hasta devolverla a la Edad de la Piedra (Conmoción y Pavor a cámara lenta). Esto nunca tuvo nada que ver con la R2P, el inmisericorde bombardeo de civiles en Sirte así lo demuestra.
Como los cuatro miembros importantes del BRIC sabían incluso antes de que se votara la Resolución 1973 de la ONU, iba de que la OTAN controlara el Mediterráneo como si fuera su lago, iba de la guerra del AFRICOM contra China y de levantar una base estratégica clave, iba de los franceses y los británicos consiguiendo jugosos contratos para explotar los recursos naturales de Libia en su beneficio, iba de Occidente ajustando la narrativa de la Primavera Árabe después de que les hubieran pillado desprevenidos en Túnez y en Egipto.

Escuchen los brutales quejidos

Bienvenidos a la nueva Libia, donde intolerantes milicias islamistas convertirán las vidas de las mujeres libias en un infierno viviente. Cientos de miles de africanos subsaharianos –todos los que no hayan podido escapar- serán perseguidos sin piedad. Se saqueará toda la riqueza natural del país. Toda la colección de misiles antiaéreos de los que se han apropiado los islamistas será una razón sumamente convincente para la «guerra contra el terror» en el norte de África se eternice. Habrá sangre, sangre fruto de guerra civil, porque Tripolitania se negará a quedarse subdesarrollada como se quedó Cirenaica.
En cuanto a todos los dictadores que quedan por todas partes, ya pueden conseguirse una póliza de seguro de vida de la OTAN S.A.; Hosni Mubarak de Egipto, Zine al-Abidine Ben Ali de Túnez y Ali Abdullah Saleh del Yemen fueron lo suficientemente listos como para agenciársela. Todos sabemos que nunca habrá R2P para liberar a los tibetanos o los uygures, ni al pueblo del GULAG monstruoso que es Myammar, o al pueblo de Uzbekistán, o a los kurdos en Turquía, o a los pastunes a ambos lados de la imperialmente trazada Línea Durand.
Sabemos también que cambiar a un mundo en el que podamos creer será el día en que la OTAN haga respetar una zona de exclusión aérea sobre Arabia Saudí para proteger a los chiíes en la provincia oriental, con el Pentágono lanzando una alfombra de Hellfire sobre esos miles de medievales y corruptos príncipes de la Casa de los Saud.
No habrá tal. Mientras tanto, es el modo habitual de acabar de Occidente, con un golpe violento de la OTAN y mil brutales e ilegales quejidos.
¿Asqueados acaso? Consigan una máscara a lo Guy Fawkes y armen la de Dios es Cristo.


Pepe Escobar

Fuente: Asia Times Online, 22 de octubre de 2011.
Traducido del inglés por Sinfo Fernández.
[1] Argot referido a los billetes de 20 dólares con la reina de Inglaterra en el reverso.
Pepe Escobar
Pepe Escobar es periodista y autor de Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War (Nimble Books, 2007) y Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge. Su último libro es Obama does Globalistan (Nimble Books, 2009). Es también corresponsal para el diario Asia Times y analista político para the Real News.
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