Los
medios hablan de que ‘Grecia no cumplió con sus obligaciones’ y queda
la impresión de los griegos son un montón de perezosos parásitos
mediterráneos, que gozan de uno de los niveles de vida más altos de
Europa. Se justifica así bajar los gastos del sector público y destruir
el sustento de 13 millones de personas, pero se ensombrece que el 20% de
los más ricos no pagan impuestos.
Históricamente
los griegos tienen una reputación de constructores de mitos. ¿Y el
resto del mundo? No tanto. Al leer la prensa, uno obtiene la impresión
de un montón de perezosos parásitos mediterráneos, que gozan de uno de
los niveles de vida más altos de Europa mientras hacen que los frugales
alemanes paguen la cuenta. Es propaganda absurda, hecha para justificar
la continua ejecución colectiva infligida a Atenas por los pecados de
sus padres y abuelos. ¡Como si Grecia fuera el único país que ha amañado
alguna vez sus libros en la Unión Europea!
La
parte esencial del problema yace en el antiguo paquete fiscal que
financia a ese Estado, lo que lleva a un déficit presupuestario que
siempre llega a casi un 10% del PIB. El 20% de ingresos en Grecia
virtualmente no paga ningún impuesto en absoluto, producto de un trato
corrupto al que se llegó durante los días de la junta entre los
militares y los plutócratas más ricos del país. No es sorprendente que
haya una crisis fiscal.
Por lo tanto
no es un problema de parásitos griegos, o de un Estado de bienestar
demasiado generoso, dos cosas que sugieren que los remedios estándar al
estilo del FMI que son propuestos tienen que fracasar como está pasando
ahora mismo. En los hechos, en vista de la continua austeridad impuesta a
Atenas (que simplemente tiene el efecto de desvalorar aún más la
economía y de exacerbar de esa manera precisamente el problema que los
griegos tratan de eliminar), los griegos se acercan realmente al punto
en el cual simplemente deberían declarar la cesación de pagos y devolver
el problema a los que imponen la austeridad. No puede ser peor que el
ajusticiamiento lento que enfrentan actualmente.
BAJO GASTO SOCIAL
En
realidad, los griegos tienen uno de los ingresos per cápita más bajos
en Europa (21.000 euros), mucho más bajo que los 12 de la Eurozona
(27.600 euros) o el nivel alemán (29.400 euros). Además, las redes
griegas de seguridad social podrán parecer muy generosas según
estándares estadounidenses pero son verdaderamente modestas en
comparación con el resto de Europa.
En
promedio, Grecia gastó en 1998-2007 solo 3.530,47 euros per cápita en
prestaciones de protección social, un poco menos que España y unos 700
euros más que Portugal, que tiene uno de los niveles más bajos de toda
la Eurozona. En contraste, Alemania y Francia gastaron más del doble que
los griegos, mientras el nivel original de los 12 de la Eurozona
promedió 6.251,78 euros.
Incluso
Irlanda, que tiene una de las economías más neoliberales de la zona
euro, gastó más en protección social que los presuntos derrochadores
griegos.
Se pensaría que si el
sistema de bienestar griego fuera tan generoso e ineficiente como lo
describen usualmente, los costes administrativos serían mayores que los
de gobiernos más disciplinados como el alemán y el francés. Pero
obviamente no es así, según Eurostat.
Incluso
los gastos en pensiones, que son el objetivo principal de los
neoliberales, son inferiores a los de otros países europeos. Además, si
se consideran los gastos sociales totales de países europeos
seleccionados como porcentaje del PIB hasta 2005 (sobre la base de
estadísticas de la OCDE), los gastos de Grecia fueron inferiores a los
de todos los países del euro con la excepción de Irlanda, y estuvieron
bajo el promedio de la OCDE. Nótese también que a pesar de todos los
comentarios sobre la jubilación anticipada en Grecia, sus gastos en
programas para adultos mayores correspondían a los de Alemania y
Francia.
DESIGUAL DISTRIBUCIÓN DEL INGRESO
En
los hechos, Grecia tiene una de las distribuciones más desiguales de
los ingresos en Europa, y un altísimo nivel de pobreza. De nuevo, la
evidencia no concuerda con el cuadro presentado en los medios de un
Estado de bienestar demasiado generoso, a menos que la comparación se
haga con la situación de EE.UU.
Evidentemente,
esos hechos no importan. El mito que prevalece es que Grecia era, según
John Auters del Financial Times: “un país verdaderamente
despilfarrador”, con pocos datos que apoyen esa afirmación.
El
país, sin embargo, está realmente atascado: no puede devaluar, no puede
costear sus gastos a los actuales precios, y nadie quiere financiarlo
voluntariamente. Por lo tanto debe salirse y devaluar o reducir sus
precios interiores. El default masivo, aunque inevitable, sólo es un
paso por ese camino.
Para empeorar el
problema, los ingresos de la exportación también parecen enfrentar su
propio límite estructural que es permanentemente excedido por los gastos
en la importación, lo que significa que la deuda que financia el
déficit del gobierno cada vez se mantiene más en el extranjero.
La
deuda se emite bajo ley griega, pero ahora es pagable en euros que
Grecia no tiene el poder de imprimir. En este sentido, irónicamente, la
crisis fiscal es una consecuencia del éxito de Grecia, después de un
prolongado preparativo, al unirse a la Unión Europea, renunciando por lo
tanto a su propia moneda.
LA INEFICACIA DE LAS POLÍTICAS DEL FMI
El
punto es que, si este análisis de la fuente del problema es correcto,
es poco probable que la política estándar de austeridad del FMI sirva de
gran ayuda. Si el problema no es el nivel de los salarios, ni el tamaño
del Estado de bienestar, la reducción de los salarios y la reducción
del Estado de bienestar no van a servir de mucho.
Grecia,
después de todo, sigue siendo una democracia y a juzgar por la
intensificación de los disturbios en el país, está lejos de estar claro
si Grecia (o en realidad cualquier otro miembro de la Eurozona) está
verdaderamente dispuesta a reducir los gastos y aumentar suficientemente
las tasas de impuestos como para que tenga impacto. Este hecho es
implícitamente aceptado por la “Troika” –la Comisión Europea (CE), el
Fondo Monetario Internacional (FMI), y el Banco Central Europeo (BCE)-,
lo que fue presentado ayer a la Cumbre de la UE, y sin duda formará
parte de las deliberaciones sobre las propuestas de reestructuración de
la deuda griega que se elaborarán el 26 de octubre.
En
la primera página del documento no hay solamente una admisión bastante
abierta y obvia de que la consolidación expansionaría fiscal (EFC, por
sus siglas en inglés) ha resultado ser una contradictio in terminis, por
lo menos en Grecia, sino que también hay un serio problema de
incompatibilidad política, por lo menos respecto al horizonte a mediano
plazo, con esfuerzos de devaluación interna (DI), es decir, un intento
de deflación nominal de los ingresos privados interiores a fin de
mejorar las perspectivas comerciales ante una limitación por una tasa de
cambio fija.
Aunque no llegan a
reconocer que sus demandas y los actos que han impuesto a los
responsables políticos griegos están provocando una implosión de la
economía griega por la deflación de la deuda (no importa la ruptura de
cualquier apariencia de un contrato social y el desgarro del tejido
social es, después de todo, la versión autoritaria de la “reforma”
neoliberal para eliminar hasta el último vestigio de democracia social y
de mano de obra organizada en la Eurozona) es una enorme concesión
hecha de la Troika.
Admitir que la
EFC no está funcionando y que la realización de la DI agravará aún más
las cosas, incluida la capacidad de Grecia de realizar objetivos
fiscales, es un paso bastante grande en el reconocimiento de la realidad
de la situación. No es algo a lo que tiendan los economistas
neoliberales de las organizaciones de la Troika. No es lo que los llevan
a hacer sus estructuras incentivas, formales e informales.
¿Entonces
por qué lo hacen? Bueno, seamos realistas: por el momento tiene mucho
menos que ver con Grecia (aunque según el mito dominante prevaleciente
sigue perpetuando el mito de un país perezoso, improductivo, lleno de
derrochadores y sacadineros), que con el castigo a otros posibles
recalcitrantes fiscales. Convierten a los griegos en chivos expiatorios a
fin de asegurarse de que si Grecia acepta el rumoreado “corte de pelo”
de su deuda y se reestructura, los otros países de la periferia
–especialmente Italia– no comiencen a tener ideas y a verse tentados de
seguir el mismo camino.
Esta es la
estrategia para impedir lo que se llama eufemísticamente el “impacto del
contagio”. En realidad, también se llama el principio de la culpa
colectiva, que destruye el sustento de trece millones de personas por
motivos políticos. En vista de su propia historia, los alemanes deberían
comprender este fenómeno mejor que todas las demás naciones.
Si
continúa la mezcla prevaleciente de políticas de austeridad fiscal,
habrá efectos secundarios en naciones que exportan a Grecia. Sin duda
Grecia es un pequeñísimo mercado en Eurolandia, pero sus problemas
fiscales no son únicos, de ninguna manera.
Mientras
las economías mayores como España e Italia también adoptan medidas de
austeridad, todo el continente puede sufrir un colapso de los ingresos
de los gobiernos, incluso Alemania, donde la desaceleración económica ha
llegado a ser mucho más discernible en los últimos meses. Peor todavía,
las exportaciones a los vecinos serán afectadas por una reducción de la
demanda.
Finalmente, si la
austeridad logra reducir salarios y precios en una nación puede llevar a
una deflación competitiva, lo que solo complicará el problema a medida
que cada país trate de conseguir ventajas a fin de promover el
crecimiento mediante exportaciones.
Nos
parece que lo más notable es que el mayor exportador neto, Alemania, no
parece reconocer que su insistencia en la austeridad fiscal para todos
sus vecinos será equivalente a matar su propia gallina de los huevos de
oro.
A Angela Merkel le gusta decir
que ninguna verdadera unión económica es posible si una parte de la
unión (Grecia) trabaja menos horas y toma vacaciones más largas que otra
(Alemania).
Lo que debería decir es
que ninguna unión económica real es posible si los plutócratas
gobernantes de TODAS las naciones (no solo los multimillonarios dueños
de barcos griegos, quienes probablemente ya han transferido su dinero al
extranjero, sino también los banqueros acaudalados que no han sufrido
ninguna consecuencia por sus propias prácticas prestatarias fraudulentas
e intencionalmente destructivas) evaden permanentemente su justa parte
del coste de los gastos del propio Estado y esperan que en su lugar la
unión pague la cuenta, o que se obligue al 80% de abajo a pagarla.
LAS RECETAS DE SIEMPRE
Grecia
no es un caso especial, sino más bien un ejemplo claro de lo que sucede
cuando se impone la consolidación fiscal a países con altas ratios de
deuda privada respecto al PIB, altas tasas de ahorro neto privado, y
grandes déficit recalcitrantes de sus cuentas corrientes.
Lo
que se necesita es un camino para redistribuir la demanda hacia las
naciones con déficit comercial, por ejemplo, haciendo que las naciones
con superávit comercial gasten euros en inversiones directas en los
países con déficit comercial. Alemania lo hizo con Alemania Oriental. Un
mecanismo semejante podría establecerse muy rápidamente bajo el
patrocinio del Banco Europeo de Inversiones (BEI). Incentivos efectivos
para “reciclar” de esa manera los superávit de las cuentas corrientes a
través de inversión extranjera directa, flujos de valores, ayuda al
extranjero o compras de importaciones podrían implementarse fácilmente.
Si se pudiera lograr, sería una manera de que Grecia y otros países se
vuelvan suficientemente competitivos para asegurar su futuro mediante
mayores exportaciones.
Si no se apoya
este tipo de opción de crecimiento a los griegos no les quedará en
última instancia mucha alternativa aparte del default, dejando en manos
de los responsables políticos de la Eurozona un lío aún mayor y más
costoso.
Hay que admitir que esto no
resolverá totalmente los problemas de Grecia, ni la salida de la
Eurozona y la reintroducción de la dracma. Esto significaría controles
de capital, lo que llevaría a que la gente se dirija a las salidas
(después de todo es un país con muchos barcos). Si hace default, se
parecería más a un “momento Sansón” para toda la Eurozona. Como Sansón
en sus últimos días, cegado y golpeado por los filisteos, Grecia está
debilitada, ciega y maniatada. El default representaría un desafiante
último estallido de fuerza con el cual “derriba el templo” (en este caso
la Eurozona), por medio del default y los destruye a todos.
Hacer
mitos a costa de los griegos no sirve los intereses de nadie, ya que
habrá una cascada de “defaults” por doquier, y un colapso en los
ingresos al estilo soviético, lo que difícilmente puede ser una
perspectiva atractiva para la economía global. No es un fin atractivo,
pero es el tipo de resultado al que podrían llevar las políticas
interesadas, inmorales y crueles de la troika. Los griegos, y la vasta
mayoría de los ciudadanos europeos, merecen algo mejor.
Marshall Auerback*
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
*Analista de mercados y comentaristas. Especialista del Franklin and Eleanor Roosevelt Intitute. Contacto: MAuer1959@aol.com
Vìa :
http://www.elciudadano.cl/2011/10/26/43162/el-mito-del-despilfarro-griego/
http://www.elciudadano.cl/2011/10/26/43162/el-mito-del-despilfarro-griego/
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