Cúcuta que es el portón de la frontera en Norte de Santander, no
escapa al fenómeno. De este negocio se benefician la oligarquía, los
políticos y los gringos. La gente pobre, a lo sumo, accede a las migajas
que dejan los favorecidos con dicha bonanza.
Esta es una de la fronteras más viva de América, más compleja y
conflictiva. En Cúcuta han convivido o se han repelido, según la
conveniencia, el cartel de los pepes, el de Mancuso, el de la casa
castaño, el de Jorge 40, el de los hermanos Barriga, Pedro el
empresario, Carlos el senador, las águilas negras, los rastrojos o los
urabeños. Mafias de todos los pelambres que asolan una ciudad que dejó
de ser “tierna y arrulladora como el Pamplonita”.
Cúcuta es hoy, una de las ciudades más violentas del Colombia. La
casta dirigente y la clase política tradicional terminaron aliadas con
la perversa y criminal especie del narco paramilitarismo, siendo
evidente la fusión de narcos, traquetos, gobierno y Fuerzas Armadas, que
dentro del plan contrainsurgente son funcionales a la estrategia
terrorista de EE.UU.
La gran mayoría de congresistas del departamento de Norte de
Santander, figura hoy en algún expediente criminal, por homicidios,
torturas, desapariciones forzosas, desplazamiento y robo de tierras.
Sobre los cuerpos masacrados de Carlos Caicedo, dirigente liberal y
Tirso Vélez, dirigente cívico y ex alcalde de Tibú, se erigio la
gobernación del conservador Miguel Ángel Morelli y la alcaldía de
Ramiro Suárez, hoy detenido por el crimen de uno de los funcionarios de
su gabinete.
Los dos fueron fichas del engranaje narcoparamilitar que en la ciudad
y en la región del Catatumbo principalmente, protagonizó una de las
páginas más infames de la historia del Nororiente Colombiano.
La lista de criminales es larga; Manuel Guillermo Mora, senador de la
U, Pedro Benítez, Juan Manuel Corzo, presidente actual del senado, es
una muestra más de cinismo y la trampa de esta clase dirigente sin
escrúpulos. Ramiro Suárez, Gregorio Angarita Lamk, actualmente candidato
a la alcaldía junto a los señores Cristo, son apenas algunos de los
exponentes del narco paramilitarismo, enquistado en los espacios de
gestión pública y del gobierno.
Igualmente empresarios de la talla de Pedro Mora, Pedro Barriga,
Jensy Miranda, son algunos de los nombres de prósperos empresarios,
vinculados al negocio del narcotrafico en la ciudad y en la región.
Aquí como en el resto de la sociedad Colombiana, los dineros del
narco paramilitarismo se infiltraron en la industria, la política, el
comercio legal y el rebusque, el reinado de belleza, el equipo de
fútbol, para financiar congresistas, militares, policía y prestamistas.
La crisis de valores y el desprecio por la vida, que caracterizan la acción mafiosa, ha calado.
La frivolidad y el consumismo se vuelven norma en el tejido social, la
vida comunitaria y la acción popular, pasan a ser lastres que estorban
el “florecimiento” de una Cúcuta para el siglo XXI, según los agoreros
que promocionan una ciudad ficticiamente próspera.
El narcotráfico en Cúcuta ha patrocinado por igual desde equipos de
futbol hasta la construcción de urbanizaciones suntuarias como la
urbanización “Aquarela”. La visita de artistas de talla internacional, a
través de empresas de testaferros del narco paramilitarismo como DYG,
por Diomar García, segundón del pulpo Luís Pérez, o la proliferación de
moteles, casinos y salas de juego.
Podemos decir que el narcotráfico y la mal llamada “modernización” de
Cúcuta, van de la mano. Hay dinero que fluye y patrocina gran parte de
los proyectos de inversión y desarrollo arquitectónico, que ha terminado
por darle dos caras a la ciudad. La glamurosa y refinada de cocteles y
negocios turbios y la de los barrios pobres con la miseria a cuestas que
siguen mirando cómo el supuesto desarrollo pasa de largo por sus calles
empolvadas.
http://www.nodo50.org/patrialibre/NUESTRAVOZ/nv2011_0127.html
Vìa :
http://www.kaosenlared.net/
No hay comentarios:
Publicar un comentario