LA VORÁGINE DE los acontecimientos supera las intenciones de referirse a ellos oportunamente. Este gobierno y este sistema –ambos en serios problemas-, experimentan sacudones que impiden centrar el análisis en un punto determinado ya que, en menos de lo que canta un gallo, otro hecho –más grave que el anterior- viene a reemplazar la coyuntura.
Uno se pregunta qué nivel de estupidez y estulticia puede alcanzar una administración en tan corto período sin recibir de vuelta la crítica popular y, en el mediano plazo, el rechazo electoral…asunto este que a muchos parece tranquilizar a la espera de cambiar –el año 2014- Alianza por Concertación, o también derrotar a la derecha en las parlamentarias y edilicias del 2012. La variedad de respuestas encandila a los ingenuos. Creo no ser uno de ellos.
Es por tal motivo que en este mismo momento viene a mi mente el recuerdo de lo sucedido en Perú el año 1992, cuando se produjo el autogolpe propiciado por el entonces presidente Alberto Fujimori -a través de las Fuerzas Armadas-, logrando la disolución violenta e inconstitucional de ambas Cámaras del Congreso, la intervención del Poder Judicial y el control absoluto de los medios de comunicación, en especial los canales de televisión y las radioemisoras.
Todas las declaraciones últimas expresadas por ciertos personeros de gobierno, así como aquellas manifestadas por algunos dirigentes de la coalición oficialista, nutren la única opinión posible de aventurar: la derecha, con un programa fracasado y rechazado mayoritariamente por la sociedad civil, quiere volver al modus vivendi que le acomoda, esto es, hacerse totalitariamente del gobierno y ejercer el poder (que siempre lo ha tenido) de manera soberbia y totalitaria.
¿Cómo se traduce lo anterior en castellano simple? Léase: golpe de estado, blando, al estilo Fujimori 1992. Poca duda cabe respecto a que hoy más de dos tiendas partidistas están de acuerdo con esta opción. Dije más de dos tiendas, lo cual señala que algún partido político que no pertenece a la Alianza gobernante podría manifestar su visto bueno a un eventual golpe blando -“para evitar males mayores a esta querida patria”, dirán sus cabecillas- asunto que ya ocurrió en nuestra Historia en un pasado no tan lejano como para tener que recurrir a textos y archivos de bibliotecas.
Las declaraciones que algunos dirigentes políticos derechistas han entregado a la prensa con motivo de, por ejemplo, el deleznable asesinato de un joven de 16 años por parte de uno o más efectivos de Carabineros, resultan ser inaceptables para cualquier ciudadano de un país medianamente civilizado. El propio gobierno, en otras ocasiones tan ignominiosas como la relatada en las líneas anteriores, ha hecho vista gorda con los atropellos a las personas y a la misma ley, justificando de manera pueril la innecesaria violencia física contra quienes osan exponer una opinión crítica al quehacer oficial.
Los ejemplos sobran. Basta recordar los dichos del ‘senador’(¿?) designado Carlos Larraín, del alcalde Pablo Zalaquet, de la diputada María Angélica Cristi, del bravucón parlamentario Iván Moreira, de los inefables ministros Jaime Mañalich y Rodrigo Hinzpeter, del subsecretario Ubilla, del vocero Chadwick, de su hermano Hermann, de la ex vocera von Baer, del diputado van Rysselberghe, e incluso de ex generales de Carabineros y del Ejército, así como de varios poderosos empresarios, todos ellos haciendo referencias claras y explícitas a “ordenar el país”, “aplicar la ley de seguridad interior del Estado”, “sacar militares a las calles”, “no tocar un ápice del sistema económico y laboral”, etc., etc., para entender que la desesperación ha ganado terreno en una Derecha aislada de la sociedad civil y rechazada por la mayoría ciudadana.
No se requiere ser ‘brujo’ para adivinar que este gobierno –y todo el espectro binominal- siente temor ante la movilización de los estudiantes secundarios y universitarios que luchan, justificada y justicieramente, por una educación pública de calidad, laica y gratuita. En tres meses, dirigentes juveniles como Giorgio Jackson y Camila Vallejo han hecho trastabillar al sistema mismo, lo cual señala que este nunca tuvo la solidez que el duopolio Alianza-Concertación quiso hacer creer al país.
La Derecha, franca y finalmente, se ha desesperado; mueve sus tentáculos a objeto de impedir –a como dé lugar- la continuidad de una masiva movilización que ya no supo ni pudo manejar con herramientas democráticas, barruntando que ella puede derivar en los cambios deseados por las mayorías. Entonces, saca las viejas garras sediciosas asentando su seguridad (seguridad para continuar justificando lo injustificable y diciendo sandeces que ya nadie cree ni acepta) en que cuenta con apoyo de organizaciones transnacionales y, más relevante aún, con el visto bueno de algún partido político otrora ‘progresista’ además del resguardo que a sus intereses económicos, políticos y sociales le otorgarían las fuerzas armadas del país.
La ecuación es más que simple: si cuatro o cinco dirigentes estudiantiles movilizaron a millones de jóvenes y dejaron al gobierno (y a la oposición) en un brete incómodo y sin respuestas, habría que imaginar lo que sucedería si a ese movimiento se suma el mundo laboral, los gremios, las etnias, los pobladores, cuyo conjunto impetra la estructuración de una Asamblea Constituyente a objeto de terminar la crisis ganando además verdadera representación en el poder legislativo y, principalmente, delinear el prolegómeno de los asuntos que más fuerza hacen en la población, como por ejemplo: una reforma tributaria, poner fin al sistema electoral binominal, un nuevo Código del Trabajo, y por cierto, una nueva Constitución Política del Estado.
Ese es el camino…ese y no otro. Asamblea Constituyente…mayoría nacional, sin temor, sin odio, pero con la fuerza que emana del pueblo y solidifica la democracia.
Fuente, vìa :
http://www.kaosenlared.net/noticia/gobierno-pinera-esta-herido-querra-mantenerse-golpe-de...lo-sea
http://www.kaosenlared.net/noticia/gobierno-pinera-esta-herido-querra-mantenerse-golpe-de...lo-sea
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