lunes, 29 de agosto de 2011

Ciencias : Cuando los científicos se equivocan...por Martìn Bonfil Olivera

La ciencia goza de un merecido respeto debido a que nos proporciona conocimiento confiable y útil. Este respeto muchas veces se refleja en los científicos mismos: se los ve como fuente de autoridad, personajes a quienes hay que escuchar con atención.
Pero hasta el científico más respetable puede decir grandes tonterías. Y decirlas muy en serio.
El famoso físico William Thomson, Lord Kelvin, por ejemplo, profetizó en 1902 —sólo un año antes del primer vuelo motorizado de los hermanos Wright— que "ningún globo ni aeroplano llegaría jamás a tener éxito". Habló prematuramente.
Pero a veces los yerros de los científicos no se deben sólo a falta de información o imaginación. Algunos, habiendo logrado descubrimientos importantes, y habiendo recibido honores por ello, llegan a convencerse, por alguna razón, de ideas evidentemente absurdas.
Un caso es el virólogo francés Luc Montagnier, famoso por haber aislado en 1983 el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), causante del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida), trabajo por el que recibió el premio Nobel en 2008. En 2009 este brillante científico publicó un artículo donde afirma que el ADN de las bacterias y los virus que causan enfermedades en humanos emite radiación electromagnética (hecho para el cual no hay evidencia fiable, ni mecanismo razonable que pudiera explicarlo). Y aún más: sostiene enfáticamente que si se diluye una solución que contenga este ADN, la radiación permanece aunque la concentración de ADN sea indetectable (tesis sospechosamente similar a lo que afirman los homeópatas, que pretenden falsamente que una solución aumenta su "potencia" conforme esté más diluida).
La comunidad científica se halla entre avergonzada e incrédula; es triste que un científico brillante se obsesione con ideas absurdas. Pero hay casos peores.
El brillante biólogo molecular Peter Duesberg, que descubrió los primeros oncogenes (genes de virus que causan cáncer), se convenció, durante los primeros años de la epidemia de sida, de que este síndrome no era causado por el VIH. Se concentró, sin éxito, en reunir evidencia de que el sida era en realidad causado por el consumo de drogas o la desnutrición (y por tanto no sería contagioso). Una idea tan evidentemente errónea como peligrosa, pero que se ha convertido en su obsesión. Por ello, Duesberg ha sido desacreditado por la comunidad científica.
¿Cómo puede gente tan ilustre caer en errores tan burdos, y persistir en ellos? Al menos, estos casos nos recuerdan dos hechos importantes. Uno, que la psicología humana es muy compleja. Y otro, que en ciencia las afirmaciones valen no por la autoridad de quien las dice, sino por la evidencia que las respalda.
 Vìa, fuente :
http://www.comoves.unam.mx/ojomosca_153.html

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