El
señor vocero del Gobierno que se supone debería representar a todos los
chilenos nos ha recordado, con una sinceridad insólita, que los
estudiantes no son los dueños de Chile. Ha olvidado
especificar quiénes serían los que pueden contar como dueños. Pero no es
difícil imaginarlo. Algunos, incluido el propio señor Presidente de la
República, aparecen cada año en la lista de los más ricos del mundo
publicada por la revista Forbes. Y aparecen
allí justamente porque son los dueños de Chile. Y han llegado a serlo
porque se les fabricó un modelo económico a su medida bajo una
dictadura, y porque nuestros supuestos representantes se han encargado
de mantenerlo y cuidarlo durante más de 20 años, después que se suponía
había llegado la alegría, y éramos por fin gobernados por el arco iris.
Su
declaración, que cualquiera de los expertos en imagen mediática que
tanto abundan en este país consideraría algo desesperada, se ha sumado a
otras declaraciones ejemplares, que expresan el desconcierto, y también
el grado apenas disimulado de susto, de lo que ellos mismos llaman
“clase política” ante la indignación que aflora en las movilizaciones
sociales.
Un pronunciamiento notable, y esperable, es el del señor senador designado Carlos Larraín:
“no nos va a doblar la mano una manga de inútiles subversivos”, a
algunos de los cuales creyó reconocer incluso en el Parlamento. En
declaraciones posteriores aclaró que se refería a “los que tiran bombas
molotov y les roban a las mujeres”, con lo que algunos de sus colegas
parlamentarios quedaron en una incómoda situación: no es claro que sean
capaces de tirar bombas molotov, pero se podría uno preguntar si no
tendrá algo de cierto el que “les roban a las mujeres”. Digamos, para
ser justos, que quizás no les roban a mano armada, pero se podría
investigar el que quizás hayan sido cómplices de uno que otro robo a
todos los chilenos.
Por supuesto el
senador no elegido no se refería principalmente a sus colegas, que tan
funcionales han sido al sistema que defiende. Se refería a los
estudiantes, que de pronto, de promover “nobles propósitos” según el
propio Jorge Awad, presidente de la Asociación de Bancos,
pasaron a “tirar bombas molotov y robar a mujeres”. Por supuesto la
hipocresía de Awad es políticamente mucho más eficiente que la torpe
sinceridad de Larraín. El modelo ha funcionado tranquila y
productivamente durante 20 años en democracia, no es necesario amenazar
con el lenguaje de la dictadura a actores sociales que podrían ser
administrados con el lenguaje de la democracia. No es necesario, al
menos, por ahora.
Lo que hay que hacer es un insistente llamado al diálogo y a la cordura. Monseñor Ezzati, Arzobispo de Santiago nos
recuerda de manera pastoral y paternal: “hay que decir la verdad. Hay
situaciones que son tremendamente injustas y que requieren un cambio
radical, [pero advirtió que] se debe avanzar paso a paso”. Y no pudo
evitar rematar con una antiquísima frase para el bronce: “las utopías
cuando no tienen fundamento racional son solamente utopías”. En cambio,
notoriamente, evadió pronunciarse sobre cuáles serían esos cambios
radicales (no son expertos), tampoco aclaró qué tiene de utópico que la
educación sea gratuita, tampoco se explayó en la curiosa estimación de
que las presuntas utopías que se estarían pidiendo (¿la nacionalización
del cobre?, ¿el que haya una Asamblea Constituyente?) “no tienen
fundamento racional”.
Por supuesto Monseñor olvidó mencionar que la Iglesia Católica
es el principal empresario educacional en este país. Un sistema de
empresas que incluyen tres universidades, la mayor parte de la educación
técnico profesional, e innumerables colegios básicos y secundarios
dependientes de congregaciones religiosas. Un sistema para el que
cualquier cambio en el sistema de subvenciones a empresarios privados de
la educación representa un serio peligro, para el que cualquier cambio
en las exenciones tributarias de que gozan representa una seria amenaza.
Amenazas que, seguramente, “no tienen fundamento racional”.
Lo
que la Iglesia tiene que hacer, para no correr estos riesgos, es acudir
al Gobierno, y pedirle que sea flexible, y que acepte dialogar. Lo que
el Gobierno tiene que hacer, para no quedar mal ante los grandes
empresarios que representa, es llevar el problema al Parlamento, para
que los diputados y senadores, siempre propensos al populismo tengan la
culpa de lo que pueda pasar. Lo que los parlamentarios tienen que hacer,
para no quedar mal ante los empresarios que financian sus campañas, es
pedir un plebiscito, para que sea todo el país el que tenga la culpa de
lo que pueda pasar.
Pero entonces
todo el sistema se echa a perder. Pero entonces las claves de la
democracia administrada quedan en entredicho. Esto es algo que sólo
pueden desear los inútiles subversivos, estos es algo que carece de
fundamento racional, es algo simplemente utópico. ¿Qué se creen, creen
acaso que son los dueños de Chile?
Somos
los dueños de Chile. Los estudiantes, los trabajadores, las dueñas de
casa que son jefes de hogar, los pueblos originarios a los que hemos
usurpado estas tierras, los profesionales, los pequeños y medianos
empresarios, los pobres absolutos que sólo cuentan como números en
estadísticas manipulables, las trabajadoras de la fruta contaminadas por
insecticidas, los mineros pobres usados como marionetas de la farándula
política.
Somos los dueños de Chile.
Los que hacemos este país, y tenemos derecho a las riquezas que desde
siempre nos pertenecen. Los que tenemos derecho a oponernos a la usura
financiera, a la desnacionalización de nuestros recursos naturales. Los
que tenemos derecho a la educación, a la salud, a la previsión, que
nuestros supuestos representantes han entregado sistemáticamente a la
avidez del lucro.
Somos los dueños de
un Chile que nos han quitado, y estamos en la calle pidiendo que nos
devuelvan lo que es nuestro. Estamos en la calle porque no aceptamos ya
ser representados por los que sólo representan la lógica del capital. No
hay nada de utópico en esto. No hay nada de irracional en esto. Los
recursos están allí, los hemos producido nosotros mismos. Las razones
están allí, todos dicen estar de acuerdo con ellas mientras no les
toquen el bolsillo.
Somos los dueños
de Chile, y debemos estar dispuestos a asumir que proclamarlo sí es algo
subversivo. Es la subversión en contra de los que han sido inútiles
para las grandes mayorías y muy útiles para el gran capital. Es algo
subversivo, una tan vieja y tan joven palabra. La palabra que expresa el
temor del poder ante los poderes que puede llegar a tener un pueblo.
Carlos Pérez
Profesor de Física
Universidad Arcis
Fuente, vìa :
http://www.elciudadano.cl/2011/08/29/%E2%80%9Clos-estudiantes-no-son-los-duenos-de-chile%E2%80%9D/
http://www.elciudadano.cl/2011/08/29/%E2%80%9Clos-estudiantes-no-son-los-duenos-de-chile%E2%80%9D/
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