Así como en el Movimiento por la Paz en México se ha usado la
metáfora del Arca de Noé para intentar presentar en imágenes cómo el
movimiento tiene que aceptar la diversidad para sortear una crisis
extrema que amenaza con acabar con la nación, al menos con la vida
digna, libre, en ella, así podemos hacer uso de otra imagen muy
tradicional: La torre de Babel.
En el mito bíblico, los seres
humanos se proponen construir una torre que alcance para subir al cielo,
pero Dios –y creo recordar que se habla a sí mismo en plural– confunde
la lengua de los hombres, de manera que no se entienden y dejan una obra
inconclusa.
Me parece que en México el discurso de la guerra
es ya hegemónico, que la violencia y la muerte han logrado imponer su
retórica al grado tal que ya no se comprenden las palabras cuando
intentan significarse de nuevo, con un uso humano, no violento,
pacífico, no bélico.
Cada quien desconfía del otro: Los que no
quieren dialogar ven al otro como un "traidor" y están a punto de
ponerlo como "enemigo". Ese lenguaje es el inicio no sólo de la ruptura,
sino de la confrontación. Cada vez que adjetivamos al otro con los
signos de "oscuro", lo ponemos como blanco de una forma de hostilidad:
La guerra va ganando puntos.
Por otra parte quienes dialogaron
con el responsable más visible de la guerra han de hecho dejado de lado
la voluntad de quienes no estuvieron de acuerdo con esa postura. Y en
una entrevista a Blanche Petrich, Javier Sicilia usa la palabra
"imposición" para referirse a las demandas de los defensores del
documento de Juárez, lo que los otros consideran consenso.
No hay en el lenguaje deseo de comprender al otro, sino de hacerlo a un lado. Y en ese sentido, la guerra gana más puntos.
Me
parece que han habido artículos (de Gustavo Esteva, de Luis Hernández
Navarro, de Alvaro Delgado) que han visto con mejores ojos el diálogo.
Porque no desean deshacerse del otro como un obstáculo. Pero la mayoría
no han tenido ese ánimo.
Los dogmas siempre se derrumban ante
la realidad, y más pronto que tarde: No hay una receta, una fórmula del
camino no violento que se deba aplicar mecánicamente, no es un camino
único, el ortodoxo: Dialogar no es malo en sí mismo ni tampoco es en sí
mismo bueno. Como las drogas, el diálogo es algo que se puede y debe
elegir libremente y no imponerse, ni negarse sistemáticamente.
El
problema, además de estar en el ánimo ya dominado por la guerra que
late en el rencor de las mayorías –comprensible, porque la muerte, la
violencia y al abuso cotidiano lo engendran y alimentan para que crezca–
es que la realidad es más compleja, y en un momento de crisis y de
guerra es como un río revuelto; en parte por ello los análisis de la
realidad, por más esmerados que fueran, y con el agravante de que los
hay simplistas, dogmáticos e inamovibles, son muy distintos entre sí.
El
liberal es el más socorrido, aunque use lenguajes socialistas de
diverso tipo, en el fondo es individualista: el hombre malo, el hombre
bueno, hombres providenciales de un mal o un bien cosificados. Oscurece
el pensar y la acción.
Otros muchos análisis difieren en cómo
caracterizar el régimen que México padece: ¿una dictadura, un régimen
autoritario, gobernado por militares o por civiles, autónomo o simple
operador de los USA? Y el complejo asunto no es mera cuestión de teoría:
De esa caracterización depende cómo detener la mano asesina de la
guerra.
Y para hacer más difícil todo: Viene la próxima
campaña electoral. Unos querrán empujar la resistencia civil pacífica
usando el derecho a no votar o a votar nulo. Otros insistirán en que el
voto puede cambiar todo y un hombre providencial cambiar el curso del
destino.
De hecho los candidatos, partidos y coaliciones,
todos, nos chantajearán con el tema de la guerra y la inseguridad, que
les da la oportunidad de decir, cada uno a su estilo: "Si no votas por
mí, viene la catástrofe".
Entonces, el lenguaje que ya está de
suyo iracundo, retóricamente emplazado hacia la intransigencia y el
impasse, será aún más duro.
Desde luego, esperamos que las
voces de quienes ya han sufrido más en carne propia la muerte, la
desaparición, el daño físico de sus seres queridos, como las Abejas de
Acteal o los deudos y familiares de los niños y niñas de la Guardería
ABC, nos ayuden a entender a todos que hacer falta de manera urgente
detener el brazo asesino de la guerra.
Por lo pronto, estamos
en la Babel, la confusión de una sola lengua en varias jerigonzas
bastante emponzoñadas por la descalificación del otro. Salir de ese
atolladero implica encontrar el caminos a entendernos, antes de marcar
con la etiqueta de demonio al de al lado.
En Xalapa, hoy el
sacerdote Alejandro Solalinde dialogó con el gobernador del estado
Javier Duarte. Su objetivo es que se comience a proteger la vida y la
integridad de los migrantes, si lo tildamos de "traidor" e intentamos
aislarlo, afectamos no solamente a él y a su obra: la casa Hermano del
Camino, sino a los migrantes, y de manera indirecta apoyamos a los
agresores.
En el poder, la Conferencia Nacional de
Gobernadores (CONAGO) realiza operativos policiacos para "abatir el
crimen". En algunos de ellos ya han muerto civiles luego incriminados
como "sicarios", nuestros "falsos positivos" a la mexicana. La foto que
podría dar la vuelta en prensa en las siguientes horas es la de Marcelo
Ebrard dando la mano a Calderón. Por primera vez, dicen, lo llamó
"presidente". Hipocresía: Todos los gobernadores del PRD ejercieron el
poder reconociéndolo implícita o explícitamente como presidente. Y sobre
todo: Nadie se ha opuesto a la guerra. Igualmente hipócrita es el
discurso de Calderón que quiere fagocitar los conceptos de la no
violencia y usarlos en la guerra.
No obstante, se niega a
algunas víctimas el derecho a dialogar y se les lincha por hacerlo. Y
parece que ellas también desconfían y creen que los otros quieran
imponerles demandas que rebasan su petición de justicia y alto a la
guerra.
En medio de ese forcejeo, podríamos al menos no
alentar más la confusión y la ruptura de filas. Las palabras son también
como un arma arrojadiza. Somos libres cuando tenemos una piedra en la
mano de arrojarla o no, pero una vez arrojada ya no podemos detenerla o
regresarla a la mano.
La pregunta es: ¿cómo desarticular la
guerra? Y las respuestas que implican hacer más grande la guerra y
dejarla cebarse entre nosotros no resultan útiles.
Fuente, vìa :
http://www.kaosenlared.net/noticia/mexico-retorica-de-guerra
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