Para Rafael Landerreche a quien le debo este artículo
Al
inicio del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad hicimos un
llamado a los criminales para que volvieran a sus códigos de honor. El
llamado parecía absurdo y lo fue –los criminales continúan asesinando de
maneras terribles. Sin embargo, la convocatoria tenía un sustento: en
el pasado, los códigos criminales guardaban una regla: no tocar a las
familias. La razón no sólo está en los restos de humanidad que habitan
en seres humanos que no han llegado al oscurecimiento del mal radical,
sino en el interés de la sobrevivencia: cuando comienzan a tocarse las
familias, ya nadie está a salvo. Esos códigos se han roto de manera
brutal. Su origen es complejo y por ello no es posible dar una
respuesta única (recomiendo para ampliar lo que aquí diré el artículo
de Jean Robert, “La fractalización del mundo global”, en Conspiratio 12).
“Cuando en una sociedad –dice Rafael Landerreche– se establece el
principio de la competencia y el éxito como los máximos valores,
entonces los más bajos estándares éticos asumidos por los competidores
tienden a imponerse como la pauta a seguir de todos los demás.” En el
ámbito de la economía, la Ley Laboral por la que claman los panistas
tiene como modelo la competitividad China: bajos salarios y un férreo
control de la fuerza laboral. En el ámbito de la guerra, son Los Zetas y no la economía China quienes por su crueldad han marcado la pauta de la violencia en que vivimos.
Por algún tiempo se
mantuvo la tesis de que ese grupo paramilitar estaba formado por ex
kaibiles guatemaltecos. Hoy empieza a correr la hipótesis de que ellos
han sido formados por desertores del Grupo Aeromóvil de Fuerzas
Especiales (GAFES) del Ejército Mexicano, adiestrados para acciones de contrainsurgencia.
Esta vinculación entre
la contrainsurgencia del gobierno de México y la violencia que hoy
vivimos fue señalada recientemente “por las Abejas de Acteal, una de
las primeras víctimas de esa contrainsurgencia” (Bellinghausen, La Jornada,
24 de marzo). Desde ese lugar, Andrés Aubry y su esposa Angélica Inda
documentaron la descomposición moral a la que los jóvenes candidatos a
paramilitares eran sometidos. Instruidos por esos grupos de élite del
Ejército Mexicano, que a su vez fueron instruidos por las escuelas de
contrainsurgencia de Estados Unidos, los grupos paramilitares destruyen
entre sus reclutas cualquier vínculo familiar y comunitario, cualquier
ética tradicional, hasta convertirlos en asesinos despiadados cuyas
acciones recuerdan a las de los kaibiles en Guatemala. “Si esto es
verdad –vuelvo a Landerreche–, las raíces del terror que el Gobierno de
México pretende combatir con ayuda del gobierno de Estados Unidos se
encuentran en las mismísimas políticas impulsadas por esos dos
gobiernos.” Si esto es verdad, la descomposición moral, que ha roto con
los mínimos códigos del crimen, no ha provenido del crimen mismo, sino
del Estado cuyo objetivo fundamental es preservar la seguridad de los
ciudadanos. Eso mismo pensaba Felipe Calderón cuando adivinaba las
huellas de la contrainsurgencia tras la masacre de Acteal: “¿Se
apostó a la descomposición social como política pública, en lugar de
hacer frente a las demandas y necesidades firmemente expresadas? Si la
respuesta es afirmativa, y todo parece indicar que así es, cualquiera
que sea el desenlace del asunto, Chiapas dejará una cicatriz imborrable
en cada uno de esos pueblos […]” “Más vale que nos digan la verdad
de los hechos en lugar de hacernos pensar que en México se le ha dado
puerta abierta a grupos particularmente sangrientos que puedan hacer de
nuestro territorio una zona de violencia y masacre.” (La Jornada, 6 de enero de 1998).
Trece años después,
cuando, a consecuencia de la guerra que el propio Calderón desató, la
herida abierta en Chiapas se ha vuelto la herida de la nación, sus
propias palabras se dirigen a él mismo. Espero que las oiga para que,
avergonzado, Felipe Calderón corrija al presidente y cambie ya su
estrategia de guerra que está destruyendo a México.
Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco-CM
del Casino de la Selva, esclarecer los crímenes de las asesinadas de
Juárez, sacar a la Minera San Xavier del Cerro de San Pedro, liberar
todos los presos de la APPO, hacerle juicio político a Ulises Ruiz y cambiar la estrategia de seguridad nacional.
Fuente, vìa :
http://www.jornada.unam.mx/2011/07/24/sem-javier.html
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