Aunque la
decisión debe adoptarse a fin de mes, no es imposible que una semana
antes, cuando se lean estas líneas, si alguien lo hace, ya se conozca su
sentido y el nombre de la (del) ungida(o), a quien se empeñarán en
denominar electa(o), circule en los medios ornado de virtudes, reales y
añadidas. Será uno de los que corresponden a los candidatos admitidos
formalmente con 20 días de antelación a la fecha de designación
establecida, cuando se decidió dar por cerrado, con evidente
precipitación, el registro de aspirantes. Sólo uno de esos dos. Ningún
otro. Desde que se decidió que DSK se había inhabilitado para seguir en
su puesto por conductas réprobas ajenas al cargo, se adoptaron
providencias para que, con su remplazo, nada cambiara. Ni en forma ni en
sustancia, pero sobre todo en sustancia. La súbita necesidad de
escribir un libreto que rigiera la sucesión anticipada fue satisfecha
con premura. Las prescripciones centrales del script fueron:
limitar al máximo las opciones; cargar los dados en ventaja de la más
tradicional y, por ello, la más favorecida; asegurarse de que la opción
alternativa, necesaria para alcanzar un mínimo de credibilidad, no
significase peligro alguno para la visión más ortodoxa del futuro de la
institución, y, en todo caso, diferir una vez más las profusas promesas
de reforma de los procedimientos de selección. Presentadas conforme al
libreto y congruentes con el mismo, las dos candidaturas apuntan a lo
mismo: un nuevo periodo en que el FMI continuará al servicio de la
estabilidad del sistema financiero internacional, tal como la entienden
sus beneficiarios, en especial los grandes bancos e instituciones
financieras privadas del mundo. Todo el procedimiento ha sido calificado
de “clumsy and clubby”, es decir, chapucero y excluyente, plagado de pretextos y coartadas.
El 19 de junio, los editoriales de The New York Times y del Financial Times, dos
medios con enorme influencia que resulta difícil calificar de
radicales, coincidieron en objetar el manejo de la sustitución de DSK.
“Hasta ahora –señaló el NYT– la junta de gobierno, lejos de
alentar el surgimiento de una amplia gama de candidatos calificados ante
los desafíos que enfrenta el fondo, parece determinada a orientar la
selección a favor de la favorita del establishment trasatlántico, Christine Lagarde, ministra francesa de Finanzas”. Por su parte, el FT hizo notar que los países miembros no deberían afectar el proceso [de selección], como ahora hicieron los europeos, ungiendo a su candidato preferido aun antes de que se hubiese completado la lista de nominaciones. El primero de estos editoriales advierte que ambos candidatos tienen antecedentes que, sobre todo en la actual coyuntura, despiertan preocupación y se pregunta, respecto de la primera, si Lagarde, partidaria de la austeridad a rajatabla, estaría dispuesta a adoptar estrategias que combinaran mejor las reformas necesarias con las opciones de reanudación del crecimiento; y. sobre el segundo, si Carstens, que
como ministro de Hacienda subestimó groseramente la gravedad de la crisis global, minimizando el estímulo fiscal y permitiendo que México cayese en una depresión mucho más profunda, ¿continuará insistiendo en que otros países sacrifiquen el empleo y el crecimiento en aras de la ortodoxia monetarista y fiscal?. Implícitamente, ambas notas se preguntan: ¿no había otras opciones? Europeo o no, se debe comulgar con las ruedas de molino de la ortodoxia financiera, sumida ahora en el despeñadero de la crisis, para aspirar a administrar el FMI.
La cronología de la sucesión de DSK es reveladora: su captura se produjo el 14 de mayo; el 16, el FMI se disoció del affaire; el 18 se anunció su renuncia; en menos de una semana se anunciaron las dos candidaturas y empezaron a propalarse los apoyos obtenidos; el 10 de junio se cerraron las nominaciones. Finito. Quien de ellos sea designado es, en realidad, irrelevante: ambos garantizan los intereses del establishment financiero global.
Ante tal precipitación, los directores ejecutivos del BRICS advirtieron, el 24 de mayo, que
para contar con credibilidad y legitimidad, el fondo debe seleccionar a su director-gerente tras una amplia consulta con sus miembros. No se dio oportunidad a tal consulta. Más que anunciar una candidatura, algunos líderes europeos actuaron como si se tratase de designar una heredera al cargo, que consideraban les pertenecía. El gobierno de México, por su parte, inesperadamente anunció un candidato sin consultar a otros países concernidos, en especial economías emergentes, y sin dar oportunidad a que se construyera una candidatura con amplio apoyo y representativa de esas economías. Pareció que más bien se trataba de impedir que surgiera una nominación con esas características.
La declaración del BRICS señala que es también esencial
una representación adecuada de los mercados en desarrollo y emergentes en [otros niveles directivos de] la administración del fondo. Podría, quizás, construirse una fórmula que vinculase la sucesión de DSK con el fin de la exclusividad estadunidense en la designación del director-gerente alterno.
Existe también la posibilidad de que, quien sea seleccionado como resultado de este proceso chapucero y excluyente (calificativos del NYT), se limite a concluir el periodo de DSK y, en poco más de un año, se realice un proceso de selección abierto, transparente, ajeno a privilegios obsoletos para EUA y Europa, que, por otra parte, ya nadie se atreve a defender en los debates, aunque se pretenda seguir aplicándolos en la práctica.
Ha habido, en el proceso de sustitución de DSK, momentos notables de humorismo involuntario. Uno de ellos, la presentación con toda seriedad, por parte de algún vocero europeo, del argumento de que, dado que los problemas más agudos y presionantes que el fondo enfrenta en la actualidad conciernen sobre todo a países de Europa, se requiere que el director-ejecutivo del fondo sea precisamente un europeo. ¿Cómo habría sido recibido este argumento trasladado, mutatis mutandis, a los años 80 y a Latinoamérica? Ridículo, habrían dicho en primer lugar los europeos.
En los días siguientes a la presentación de la candidatura mexicana aparecieron en la prensa unos textos dedicados a exaltar las excelencias de la preparación, competencia, habilidad, experiencia, íntimo conocimiento de la institución, entre otras virtudes, del aspirante mexicano. Lo curioso es que estaban escritos en primera persona y reflejaban no las características que terceros reconocen en el candidato, sino las que él mismo, en su modestia, se atribuye. Si él lo dice, deben ser ciertas, incluso debe haberse quedado corto.
Esperemos, si hace falta, al desenlace del 30 de junio. Recordemos, entre tanto, que
tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando.
Fuente, vìa :
http://www.jornada.unam.mx/2011/06/23/opinion/022a1pol
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