Terminado el debate presidencial de los candidatos Ollanta Humala y
Keiko Fujimori, la claridad ha emergido de manera substancial. No caben
dudas, las dos opciones han tratado de acercarse al centro del espacio
poblacional, a fin de ganar a los indecisos y a quienes no están
identificados con la política. Ollanta Humala ha perfeccionado su plan
inicial de gobierno a través del consenso con las fuerzas políticas
representadas en el Congreso Nacional electo, de allí que su exposición
fue más clara y contundente; Keiko Fujimori por su parte insistió en la
reivindicación del plan asistencialista de su padre, eficiente para
ganar clientela política, principal sustento de la popularidad de esta
opción que trata de legitimar la atroz dictadura que vivió el país en
los años noventa.
Sin embargo, aunque la prensa levante el tema de
los planes de gobierno y la confianza a tener en ellos, y acuse de
forma persistente de varios cambios de posición de Ollanta Humala,
cuando sólo ha habido un reajuste (hoja de ruta) consensuado con otras
fuerzas políticas, el principal enfrentamiento electoral va en otra
dirección, la de un ajuste de cuentas con la corrupción y la inmoralidad
de los “faenones.” Limpieza versus podredumbre. Tengamos presente que
el escenario de estas elecciones peruanas fue provocado por los poderes
fácticos. Nada se dejó al azar. Los medios de comunicación, los
inversionistas, las mafias partidarias, el dinero de los narcos, el
empresariado multinacional y nacional y el gobierno de Alan García, con
las instituciones del estado que él digita a través de sobornos o
amenazas, se han jugado por entero a la permanencia del modelo
neoliberal extremista y corrupto, denominado “perro del hortelano” por
el propio presidente. Precisamente, debido a esta alternancia de
continuidad corrupta, la inclinación hacia el regreso del fujimorismo,
no puede ser más evidente. Los poderes fácticos señalados, en buen
romance, desafían la paz social tratando de imponer en la presidencia de
la republica a la frondosa mafia de la que son parte constitutiva.
La
“guerra sucia” desatada contra Ollanta Humala no es casual, ella tiene
una explicación. La táctica de la derecha extrema es crear temor en la
población para salirse con la suya, es decir, el reto es mantener la
corrupción y la inmoralidad como las columnas vertebrales de hacer
negocios y suculentas utilidades. Alberto Fujimori en su época y Alan
García por segunda vez, han educado a esta derecha oligárquica
favoreciéndola con la obtención del dinero fácil y la coima. En
consecuencia, la disociación de ideas, la manipulación de los medios de
comunicación pertenecientes a esta oligarquía mafiosa, la satanización
premeditada contra Ollanta Humala, con alevosía y ventaja, nada tiene
que ver con los planes de gobierno ni el destino de la nación. Sí tiene
que ver y mucho, con la supervivencia de las mafias y los estrechos
vínculos con la institucionalidad putrefacta del Estado.
El
programa inicial o plan de gobierno de Ollanta Humala ha sido neoliberal
al cien por cien, aunque con ciertos ajustes en la dirección de mejorar
la redistribución del ingreso y apostar por la inclusión de los
sectores marginales. En pocas palabras, una apuesta por la participación
de los pobres y extremadamente pobres en el crecimiento económico. Por
consiguiente, cuando la votación se concentró entre los cinco candidatos
que llegaron primeros, nunca hubo “peligro” de caer en la lucha
política demarcatoria entre derecha e izquierda, entre capitalismo y
socialismo, o entre sistema y antisistema.
De esta suerte, la
infame campaña destructiva, demoledora y abusiva, contra Ollanta Humala,
para sacar adelante a Keiko Fujimori, la hija del ex dictador
sentenciado a 25 años de prisión por sus crímenes y latrocinios, posee
en esencia la mentalidad delincuencial de la impunidad, entonces, el
todo vale es la consigna. Felizmente, en esta coyuntura singular, la
conciencia moral de la patria se ha hecho presente mediante el integro
de la intelectualidad nacional, indistintamente de sus simpatías o
colores políticos. Reconforta que hombres y mujeres hayan levantado la
voz frente a la ignominia que significaría tener a Keiko Fujimori de
presidenta de la república y sobre todo al mismo equipo de gobierno
(Santiago, Rosa, Keiko y Kenji Fujimori, Yoshiyama, Rey Rey, Aguinaga,
Martha Chávez, Cuculiza, Moyano, Trelles, Chlimpler, Joy Way, Hurtado
Miller, Jorge Camet, Baca Campodónico, Carlos Bologna, Rafo, etc.) que
devastó el país y demolió su institucionalidad mediante la más nefasta y
cruenta dictadura habida en el Perú. Mario Vargas Llosa, a pesar de sus
críticas iniciales a Humala, es digno reconocerlo, acompaña esta
cruzada de salvación moral de la patria.
Los intentos de los
poderes fácticos constituidos en mafia se asocian a la violación del
estado de derecho por parte del presidente de la república, que actúa
como un operador político de Keiko Fujimori mediante las siguientes
acciones:
a.Alan García promueve la participación activa del reo
Alberto Fujimori y cede las instalaciones de la cárcel dorada en la
DIROES, a manera de local central partidario de la candidata Fuerza
2011.
b.Alan García, crea el pánico económico a través del
ministro de Economía, anunciando el Apocalipsis financiero, la posible
huida de capitales y la falta de inversiones, por supuesto, si se elige a
Ollanta Humala.
c.Alan García interviene en la campaña electoral
dando declaraciones, sesgadas y ambiguas, a los medios de comunicación,
siempre a favor de Keiko Fujimori.
d.Alan García utiliza a los
servicios de inteligencia de las Fuerza Armadas y Policiales y los pone a
disposición de los promotores de la candidatura de Keiko Fujimori,
quienes alimentan a los medios de comunicación encargados de destruir y
sepultar a Ollanta Humala.
e.Alan García ha declarado hace pocas
semanas que “de ninguna manera dejará que Ollanta Humala sea presidente”
(artículo de Jaime Bayly en diario Perú 21) y el año pasado declaró que
“él no podía elegir al presidente, pero sí podía evitar que alguien que
no fuera de su agrado fuera elegido.” A partir de estas declaraciones
existen varias denuncias por voluntad de fraude, la principal desde
Chachapoyas donde se han detectado cedulas marcadas a favor de Keiko
Fujimori; la sospechosa impresión de dos millones de cedulas por encima
de las necesarias, ordenadas por la onPE, llaman a preocupación. Por
otro lado, existe falta de confianza en la señora Magdalena Chu, jefa de
la onPE, íntima de Alan García, que durante las elecciones municipales
últimas en Lima, se dio el lujo de impugnar más de la cuarta parte de
las actas electorales, manipulación de resultados que mantuvo en vilo la
elección por cerca de sesenta días
A estas acciones
desde la cúspide del poder, se añaden los malabares de la prensa
asalariada comprometida con las mafias de la corrupción, los latrocinios
y la violación de los derechos humanos, atacando a Ollanta Humala de
manera calumniosa y despiadada. Observemos que, en defensa de la
corrupción y de plena identificación con ella, no es casualidad la
unidad de los políticos más corrompidos del país en apoyo, casi
fanático, a Keiko Fujimori. Aquí los tenemos: Luis Castañeda (robos
descarados en el municipio de Lima, Comunicore y sobre valoración de
obras públicas como el Metropolitano y otras), Alan García (maestro
notable de ladrones, coimero por excelencia, durante su primer y segundo
gobierno; acusado de genocidio y del etnocidio de Bagua; además,
artífice de los “faenones” de sus compinches Jorge del Castillo y Rómulo
León Alegría, y con muchos más connotados alanistas); Pedro Pablo
Kuczynski, broker internacional norteamericano, vendedor de nuestros
recursos naturales a precios irrisorios, hombre de suculentas
comisiones, enriquecido desde que huyó por estafador en la maletera de
un carro diplomático de la embajada de Estados Unidos, durante el
gobierno del general Velasco Alvarado); y, además está, el integro de la
mafia fujimorista de la década de Alberto Fujimori y Vladimiro
Montesinos, compuesta por elementos prontuariados, fugados del país y
gángsteres vinculados al narcotráfico. Mafia fujimorista concebida como
una Dinastía Imperial de estilo japonés, cuya base es la familia de
Alberto Fujimori.
Así fundada la Dinastía Imperial
mafiosa, el manejo de la organización familiar nunca ha necesitado de la
estructura de un partido político democrático; y la fuga de Fujimori al
Japón es considerada sólo un alto en el camino. Esta formulación
antidemocrática grupal subsiste y explica en parte el cambio de nombres
como quien se cambia de camisa: Cambio 90, Nueva Mayoría, Vamos Vecino,
Perú 2000, Sí Cumple, Alianza para el Futuro, Fuerza 2011.
Pues
sí, en el conjunto de esta visión partimos de una realidad concreta, y
en este tsunami de la corrupción que sobrevendría y asolaría el país, en
caso se imponga a Keiko Fujimori, no nos llama a sorpresa que el miasma
político esté junto. Afortunadamente, ya lo advertimos; y cuando viene
un tsunami de esta naturaleza nuestra única alternativa es salvarnos; en
una avalancha de porquería y lodo, nadie piensa dos veces, hay que
salvarse, y sea o no sea de nuestras simpatías el comandante Ollanta
Humala Tasso, es la única opción.
*Poeta y escritor peruano
Vìa :
http://www.kaosenlared.net/noticia/peru-tsunami-de-la-corrupcion
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