1. La llamada ‘guerra contra el narcotráfico’ –escribe la destacada
periodista Anabel Hernández- que lanzó el actual gobierno federal
mexicano -guiado por Felipe Calderón Hinojosa- es una falsa guerra, pues
en realidad se trata de una guerra entre cárteles del narcotráfico en
la que el gobierno de Calderón -escribe- tomó partido por uno de los
contendientes, Joaquín Loera Guzmán, alias ‘El Chapo’, líder del Cártel
de Sinaloa. La periodista puede tener razón porque se ha demostrado que
el gobierno y su ejército se han dedicado a destruir a los cárteles que
son enemigos de El Chapo. ¿Pero cómo entender lo que sucede entre
bambalinas entre los altos mandos del gobierno, del ejército y de los
poderosos dueños del capital que determinan las políticas en México? Por
ello me he metido a revisar algunos materiales que se han escrito sobre
estos problemas.
2. La lectura del magnífico libro: “Guerra fallida contra el crimen
organizado”, en proceso de publicación, escrito por el diligente y
acucioso investigador Luis Fernando Roldán Quiñones, sólo pude
interrumpirla para ver en televisión el diálogo entre el escritor Javier
Sicilia –adolorido por el asesinato de su hijo- que encabezó a
principios de mayo una caminata de Cuernavaca a la Ciudad de México y
que un mes después se puso al frente de una caravana de ocho días de la
ciudad de Cuernavaca, Morelos a Ciudad Juárez, Chihuahua, y el
presidente Felipe Calderón que desde diciembre de 2006 encabeza un
régimen de gobierno bautizado por la oposición como espurio o ilegítimo.
La realidad es que no podía esperarse otra cosa en un diálogo donde las
demandas fueron limitadas a la petición de castigo y justicia como si
fueran una abstracción sin de contexto.
3. El libro de la Guerra fallida… es un largo repaso del fenómeno del
narcotráfico y la llamada delincuencia organizada que lleva alrededor
de 30 años, pero fue a partir de este sexenio cuando se hizo más
poderoso; al mismo tiempo el libro es un amplio documento que demuestra
cómo el actual presidente de México, sin tener la información necesaria,
menospreció el poder de los cárteles del narcotráfico y les declaró la
guerra. Despreció las bases sociales de apoyo con que cuentan los
cárteles, y la situación de pobreza prevaleciente en el país que les
provee de un ejército de reserva de nuevos reclutas para sus filas, de
miles de jóvenes a lo largo y ancho de la República que no tienen
empleo, ni futuro dentro de la economía formal, e ignoró que
frecuentemente los capos son los benefactores sociales en pueblos,
comunidades y rancherías.
4. La realidad es que la lectura del libro de Roldán Quiñones, a
punto de editarse, es absorbente porque está llenó de datos, de
denuncias, de reflexiones que llevan a pensar en que este problema de la
delincuencia no tiene solución si se continúa tratando como hasta hoy.
Por eso cuando llegó la hora de estar atento ante el diálogo
Sicilia-Calderón busqué en él los elementos que podrían ayudar a
encontrar alguna solución que el libro que leía aún no me había dado.
¿Qué pasó en el llamado diálogo? Pues nada. Calderón se montó en su
macho, en lo que se llama “principio de autoridad”, señaló que su
política de combate era correcta, que sentía el mismo dolor de quienes
han perdido a un familiar o amigo en manos de la delincuencia, pero que
el ejército y la policía –según dogma del presidente Calderón, seguirán
en las calles hasta en tanto no se elimine al último delincuente.
5. En mi artículo anterior señalé que “si no se analizan a fondo en
la mesa de diálogo los problemas económicos y políticos del país, tales
como el desempleo, los salarios, los problemas de los jóvenes miserables
con el fin de que se entienda el contexto del narcotráfico y la
delincuencia organizada, así como las 40 muertes y asesinatos, Sicilia
puede poner la mesa para que Calderón se luzca y haga propaganda
política de su gobierno”. La realidad es que así me pareció la reunión:
se hicieron reclamos valientes, hubo súplicas, lloros, apapachos, y al
final lo que también decía en mi pasado artículo con insistencia,
poniendo lo que han hecho al EPR, a los electricistas, a los profesores y
hacen siempre: la táctica de la distracción, del engaño, de las citas
no cumplidas y cambiadas, de que el presidente será sustituido por el
secretarios de Gobernación y luego por el secretario del secretario.
6. ¿Es que hay algún registro en la historia donde los diálogos se
realicen a partir de razones inteligentes donde la fuerza no sea la
determinante? Sicilia quiere convencer con buenas maneras y formas, a un
gobierno –el de Calderón- que está comprometido con los grandes
empresarios y con el imperio de los EEUU. Siguiendo su religiosismo,
Sicilia se niega a ver clases sociales e intereses de clase e idealmente
cree en la bondad de los hombres sin darse cuenta en los intereses que
cada quien representa. ¿Piensa acaso Sicilia que Calderón puede por sí
solo cambiar su política de guerra por el simple hecho de escuchar
súplicas y llantos? Se le olvida a Sicilia que Calderón pudo realizar un
gran fraude electoral porque contaba con el gran apoyo empresarial, de
los medios de información y asumió el poder a partir de una serie de
arreglos y compromisos firmados?
7. El gobierno calderonista, escribe Roldán Quiñones en su
interesante libro, surge del fraude electoral de julio de 2006; es
ilegítimo de origen y es sumamente débil frente al gobierno
estadounidense que le impone una estrategia orientada a reforzar sus
perímetros de seguridad más allá de sus fronteras, estrategia que
incluye el reforzamiento con bardas perimetrales (muro de la
ignominia), aplicación de alta tecnología, leyes antimigrantes (ley
SB-7010 de Arizona) y grupos cazamigrantes. El Plan México representa
1,400 millones de dólares en financiamiento extranjero, y formalmente es
presentado como una propuesta antinarcóticos, contraterrorismo y
seguridad de la frontera. Esto nos indica que Calderón está cumpliendo
el compromiso que lo llevó a la Presidencia: derrotar a las bandas
terroristas que ponen en peligro a los EEUU.
8. La estrategia que aplica Calderón en esa guerra viene trazada
desde aquella visita que Bush realizó a Yucatán, México, en marzo de
2007, para imponer la llamada Iniciativa Mérida. La idea del equipo del
Pentágono yanqui era que el gobierno de Calderón firmara un compromiso
como el Plan Colombia que seis años antes había aprobado con el gobierno
de aquel país con el fin de armar equipos binacionales que permitan una
intervención más abierta de los EEUU para conformar todo el plan de
seguridad mexicano de combate contra el terrorismo. Calderón llevaba
tres meses en el gobierno y el ejército apenas daba los primeros golpes,
por eso aquel 13 de marzo -cuando encarcelaron en Mérida a 100 jóvenes
por protestar, firmó apresuradamente la llamada Iniciativa Mérida que
sigue siendo el marco y el espacio para que miles de miembros de la CIA,
del FBI, de la DEA sigan actuando a su gusto.
9. Por eso nos recuerda el investigador Roldán en su libro, que en
una ceremonia en la residencia oficial de Los Pinos, el 13 de febrero de
2009 ante la cúpula del PRI, el entonces secretario de Hacienda,
Gerardo Ruiz Mateos se engalló buscando espantar a los presentes con el
petate del muerto y dijo: “De fracasar el combate contra la delincuencia
organizada, el próximo presidente de la República será un narco. La
lógica del ataque del gobierno en materia de narcotráfico es porque
precisamente el narcotráfico ya había hecho un Estado dentro del mismo
Estado. Es un problema serio, tan serio, tan serio que tuvimos que
entrar. Lo más fácil era dejarlo, como dice mucha gente, dejarlo en el
estatus en el que estaba y sí te puedo asegurar que el presidente de la
República sería un narcotraficante.
10. Me parece que el diálogo Sicilia-Calderón no debe repetirse
porque sólo sirve para que Calderón se luzca ante la opinión pública. La
realidad es que los cuestionamientos de Sicilia no tocaron ni con el
pétalo de una flor a Calderón y los argumentos de dolor y ruego, sólo
sirvieron a Calderón para demostrar que estaba “muy sentido y
preocupado” por lo que sucede en el país. Lo que se necesita, ya lo he
dicho miles de veces y están en los resolutivos de las mesas de Ciudad
Juárez, es fortalecer un gran movimiento de masas, lograr las unidad de
otras fuerzas, realizar acciones de presión en las calles y sólo a
partir de la contundente fuerza que logremos, negociar. No es un
problema de que suavice el corazón de políticos y empresarios para que
sean buenos y santos. Es un problema de poder donde intervienen fuerzas
que no están dispuestas a entregar la plaza donde está su enorme poder.
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