Morir por la causa de los hijos (La madre,
Máximo Gorki), o tergiversarla para lavarse de culpas. Honrar su
memoria con humildad, o lucrar con la guerra a costa de los propios
hijos (Madre coraje, Bertolt Brecht). Luchar por los hijos de
todos los desaparecidos (Hebe de Bonafini), o realizar el duelo con
lacerantes expedientes de victimización individual (y dejémoslo ahí…).
Ahora sabemos que el poder masculino empezó cuando a la mujer le
impuso el catecismo de Platón y Aristóteles. De allí, los celos de la
terrible Medea, que el racional Eurípides analizó con sosiego 2 mil 500
años antes de Freud: en situaciones extremas de confusión y dolor, las
reacciones de la mujer son totalmente impredecibles.
Las risotadas del conservador Aristófanes echaron tierra sobre el enfoque crítico de Eurípides en Medea:
diga o no diga, haga o no haga, la mujer no está facultada para
intervenir en el mundo de los hombres. Y así nació la madre perfecta.
Que si es cristiana al hijo le dice
comes o te mato, y si es judía “comes o me ‘moiro’”. Los niños, que aun cuando juegan son serios, tienen razón en quejarse.
En la fábula San Julián, el hospitalario, de Flaubert, un
cazador mata a la cierva y sus críos, y clava una flecha en la frente
del ciervo. Herido, el animal embiste contra el cazador y, alzándose en
dos patas, brama:
¡Maldito, maldito, maldito! ¡Algún día, corazón feroz, asesinarás a tu padre y a tu madre!Un modo piadoso de negar el hambre del cazador.
Frente a la una y la otra tragedia, el poder masculino se perdona a sí mismo:
No matarás. Pero induce a creer que matar a los padres es más imperdonable que matar a los hijos. Esto aconteció en Argentina cuando, en plena dictadura militar (1981), la sociedad que negaba la desaparición y muerte de sus hijos se desgarró las vestiduras por el doble parricidio cometido por Pablo y Sergio Schoklender (20 y 23 años).
Los atenuantes no contaron. En el caso de las familias y personas desaparecidas, porque las
buenas concienciasdemandaban
mano duracontra los enemigos de la mansedumbre. Y frente a los parricidas, por haber desafiado los
sagrados fundamentosde la familia.
Lo de menos fue pensar que en cualquier sociedad que se precie de tal
las personas pueden desaparecer por encanto, o lo declarado por los
jóvenes: que el papá era un tipo violento y traficaba con armas, y la
mamá una drogadicta y alcohólica que abusaba sexualmente de ellos. Los
hermanos fueron condenados a cadena perpetua por el mismo delito:
homicidio doblemente calificado, por ser sus padres las víctimas.
Por la ley que computaba doble los años en prisión sin
sentencia en firme, Pablo consiguió la libertad condicional en 1995. Y
Sergio, quien asumió la responsabilidad de todo, obtuvo en 2001 el mismo
beneficio con permisos especiales para trabajar en el estudio de su
defensor y regresar a dormir a su celda.
En la cárcel, Sergio aprovechó el tiempo: se recibió de abogado y de
sicólogo, organizó talleres con los presos, tomó como bandera la defensa
de los derechos humanos en los penales, y un buen día lo visitó Hebe de
Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo.
Hebe se encariñó con Sergio, permitiendo que el joven se convirtiera
en apoderado y en brazo derecho de una asociación que, para entonces,
había crecido: universidades, empresas de construcción de viviendas
populares, medios de comunicación, centros culturales, etcétera.
Sin embargo, el nada austero estilo de vida de Sergio llamó la
atención de los buitres mediáticos. Y en días pasados, estalló el
escándalo. El vértice de una organización mundialmente emblemática por
su ética y moral probadas había sido tomado por un canalla que
defraudaba sus ideales: enriquecimiento ilícito, lavado de dinero,
ilícitos varios.
Las
buenas concienciashicieron picadillo a Hebe y se pusieron a ensayar retorcidas interpretaciones acerca de:
• Ella, que en medio del terrorismo de Estado miró con altivez al mundo de asesinos diseñado por los hombres.
• Ella, que empezó a pelear desde más abajo de los que dicen pelear
desde abajo.
• Ella, que diluyó el nombre de sus hijos en nombre de todos los hijos muertos y desaparecidos.
• Ella, que por no
entenderde política decía cualquier cosa
políticamente incorrecta.
• Ella, que no aceptó un centavo de indemnización por sus hijos, hasta lograr que el Estado pidiera perdón.
• Ella, la
extremistaque decidió apoyar a un gobierno
burgués.
• Ella, la madre combativa que rechazó el
diálogoy el lanzar
palomas de la paz, sin previa justicia y castigo a los culpables del genocidio.
• Ella, que nunca llamó
guerraa la cacería de jóvenes del Plan Cóndor, y la política de hambre y exclusión del Consenso de Washington.
• Ella, que nunca abandonó su vida de barrio y humilde vivienda, mientras construía otras de mejor calidad porque
la gente debe vivir bien.
En suma, nada menos que acerca de ella: Hebe, la Kika, la
madre imperfecta que, sin pelos en la lengua y durante 35 años, lidió
con el insufrible mundo de los perfectos, y supo mandarlos a la mierda.
Fuente, vìa :
http://www.jornada.unam.mx/2011/06/22/opinion/027a1pol
http://www.jornada.unam.mx/2011/06/22/opinion/027a1pol
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