La publicidad juega un papel estratégico
en la configuración política y económica del orden moderno. El
capitalismo en constante proceso de expansión requiere para funcionar y
ser eficiente un aparato publicitario que genere las condiciones
culturales e ideológicas para la reproducción del sistema político y
económico vigente.
Los millones de dólares que se invierten
en la cadena publicitaria justifican con creces el hecho de que la
práctica y el discurso publicitario juegan un papel estratégico
fundamental en la modernidad. Las cifras indican a mediano y largo plazo
que el gasto publicitario va en aumento no sólo en los principales
centros del capitalismo mundial, sino también en los países en
desarrollo o emergentes. Las cifras muestran que a nivel mundial la IP
en el 2010 llegó a los US$ 474 mil millones y para el 2011 se espera una
cifra superior a los US$ 500.000 millones. Entre el 2005 y 2010 la IP
mundial oscila en torno a los US$ 3 mil millones de millones. En Chile,
para el 2010 se espera una IP de US$ 900 millones.
En ese contexto, la publicidad no sólo vende productos y servicios, sino también tiene la función de diseñar mensajes que generen las condiciones para que los productos y las marcas pasen a convertirse en parte sustancial de la vida social y cultural. De ese modo, se plantea la hipótesis
de que el discurso publicitario no sólo interpela para que los
productos se vendan y consuman, sino también transporta contenido
ideológico con el objetivo de comunicar el discurso de la modernidad
expresado en estilos de vida, modas y tendencias de consumo.
La publicidad propone, por tanto, sistemas de representaciones y visiones de mundo. Es el dispositivo
estratégico que usa el capitalismo para transitar de la necesidad al
deseo; para convertir las mercancías en objetos de deseo y consumo. Es un relato
que quiere seducir a los consumidores, sujetos e individuos del orden
de consumo con el fin de imponerles -si se quiere, ofertarles
libremente- determinadas visiones del mundo y pautas específicas de
comportamiento. El discurso publicitario pretende legitimar determinadas
formas de entender, pensar e intervenir el mundo, como también,
orientar los comportamientos y las acciones que forman el tejido social
en las direcciones previstas por el propio discurso y sus diseñadores.
A partir del acto publicitario va
diseñando un tipo concreto de sociedad y práctica histórica; modas,
gustos, tendencias y deseos constituyen los núcleos en torno a los
cuáles se organiza el gesto publicitario. En ese camino, el discurso de
la publicidad -que se nos presenta como neutral e informativo- se
convierte en ideológico. Nos quiere interpelar y modelar. Es un dispositivo de poder.
Las interpelaciones ideológicas del discurso publicitario se presentan de tres modos;
a) la interpelación que define lo que es de lo que no es; es decir, son mensajes que definen frente a los sujetos una determinada interpretación del mundo que prescribe en el sentido de qué y quiénes somos,
cómo son los hombres y las mujeres, los niños y los adultos, los
empresarios y los trabajadores, los consumidores de Nike, de Toyota, de
Pepsi Cola o de cualquier otra marca y lo que consumen los abc1 o los d,
etc.
b) Las interpelaciones que buscan estructurar y configurar nuestros deseos y necesidades en la perspectiva de decidir entre lo deseable e indeseable; qué marca nos atrae y qué producto nos seduce, qué nos gusta o no nos gusta. Qué barrio nos gusta o qué auto queremos.
c) Las interpelaciones que definen lo posible de lo imposible al modelar y estructurar nuestras esperanzas y proyectos.
Estas tres formas de la interpelación ideológica se presentan al público y a los consumidores en la forma onírica de un sueño; como un discurso onírico que se conecta con el deseo y el placer en la perspectiva freudiana.
De ese modo, el discurso publicitario se
presenta ante las audiencias como el deseo y su realización; como la
posibilidad y esperanza de que por medio de las mercancías que debemos
comprar y consumir de modo inevitable hagamos realidad nuestros sueños y
proyectos. En el consumo, de ese modo, se encontraría la satisfacción
del deseo y la posibilidad de vencer la escasez. La publicidad lo sabe y
lo usa.
La realización del sueño del auto o de
la casa propia por medio de los créditos de consumo e hipotecarios, las
vacaciones soñadas, el hogar limpio y feliz y los artefactos
electrodomésticos que mejoran nuestra calidad de vida son algunos de los
mensajes que circulan en el espacio publicitario y que convierten el
deseo en realidad. De ese modo el discurso publicitario -sobre todo el
spot audiovisual- al actualizar el deseo por medio de una representación
onírica se convierte en un vehículo ideológico que porta sentidos de vida y visiones de mundo.
La interpelación publicitaria en su forma onírica usa dos recursos para sus fines políticos y comerciales; la emoción y la razón; el arte y la ciencia.
Finalmente, quiero afirmar que el
discurso publicitario -que es una forma de interpelación ideológica- se
presenta como un relato onírico que se sustenta en la creación artística
(sobre todo, cuando se trata del arte audiovisual del spot
publicitario) en la racionalidad científica. Del mismo modo, esa
interpelación no sólo trasporta el mensaje comercial -la venta del
producto o servicio-, sino también el mensaje de los valores y las
formas de vida del orden moderno.
Vìa :
http://www.elciudadano.cl/2011/05/21/la-publicidad-como-dispositivo-de-poder/
No hay comentarios:
Publicar un comentario