sábado, 28 de mayo de 2011

México: La guerra perdida contra los narcos y las otras guerras . Por Jorge Alonso. El gobierno aprovecha su guerra nacional contra el narco para aplastar con una guerra local a las comunidades indígenas que defienden sus territorios del Estado y del Mercado

La guerra contra los narcos y contra el crimen organizado es una guerra perdida. Su saldo serán enormes ganancias económicas, miles de muertos y una nación rota. Para agravarlo más, el gobierno mexicano ha aprovechado su guerra nacional contra los narcos para aplastar con una guerra local a los zapatistas. Esa "otra guerra" no se limita a Chiapas. Se expresa con crudeza en todo el país contra las comunidades indígenas que defienden sus territorios del Estado y del Mercado.


  Según el censo de 2010 hay en México 112 millones 336 mil 238 habitantes. Ocupamos el undécimo lugar entre las naciones más pobladas del planeta. La pirámide poblacional se estrecha en la base y se ensancha en el medio, pues la proporción de niños y niñas ha disminuido.
Otro dato destacable de este censo es la gran desigualdad existente. Esto se comprueba también con las cifras que en marzo dio a conocer la revista "Forbes". El hombre más rico del mundo es Carlos Slim, un empresario mexicano que posee una fortuna personal de 74 mil millones de dólares, incrementada en un solo año en 38%.
Los datos de mexicanos con grandes fortunas revelan que los primeros puestos los ocupan personas que fueron beneficiadas con las privatizaciones de empresas estatales en tiempo del Presidente Salinas. En la lista de grandes millonarios a nivel mundial se encuentra el narcotraficante mexicano Joaquín "El Chapo" Guzmán. Otro de estos grandes millonarios es un dueño de minas responsable de la muerte de mineros en Pasta de Conchos e instigador de la represión contra los mineros de Cananea. Los once mexicanos más ricos acumulan 125 mil 100 millones de dólares, el equivalente al 12.4% del PIB de México, un dato escandaloso si se tiene en cuenta que el 44% de los mexicanos viven sumidos en la pobreza. Durante 2010 los niveles de bienestar de la mayoría de los mexicanos se redujeron. Organizaciones defensoras de los derechos laborales han denunciado que México sigue siendo uno de los países con mayor rezago en política salarial. Los pequeños aumentos salariales han sido revertidos rápidamente por la escalada inflacionaria en el costo de bienes y servicios. El encarecimiento de la canasta básica ha implicado la caída del 30% del poder adquisitivo de los trabajadores.
Además de todo esto, el incremento del narcotráfico, que sigue la lógica empresarial capitalista de la máxima ganancia en el menor tiempo, con el añadido de la violenta supresión de competidores, más la corrupción y la impunidad que son esenciales en este "negocio", han sumido al país en una grave crisis de inseguridad.
AHOGADOS EN SANGRE
La guerra contra el narcotráfico, promovida por el Presidente Calderón para tratar de conseguir una legitimidad que no obtuvo en las urnas, ha ido ahogando en sangre a México. Aunque esa política tuvo inicialmente el apoyo de las organizaciones empresariales, en estos momentos los empresarios, sobre todo los norteños, confiesan estar atemorizados por sus consecuencias.
Esta guerra ha implicado miles de muertos. Los medios informan, como un hecho cotidiano y rutinario, de un elevado número de masacrados en todo el país, muchos asesinados con una violencia sádica y aterrorizante. Con la guerra de Calderón mueren muchas personas que no están implicadas con los narcotraficantes. Pese a esta guerra, las adicciones a las drogas no han mermado, han ido en aumento en los últimos años. Y ya hay bandas de arcotraficantes que atacan mortalmente centros de readaptación para evitar perder adictos. El gobierno ha sido intencionalmente negligente en el punto neurálgico del negocio del narcotráfico: sus finanzas.
También se ha incrementado el secuestro, tanto de nacionales como de migrantes centroamericanos, que tienen que padecer un doloroso y peligroso viacrucis para poder llegar a la frontera con Estados Unidos, donde se vuelven a encontrar con el anudamiento de bandas de narcotraficantes y de despiadados tratantes de personas.
Son frecuentes los casos en los que esa alianza obliga a quienes quieren ir a trabajar a Estados Unidos a organizarse en grupos que saturan los vehículos de los policías de migración, para después mandar a otros grupos con mochilas en las que se ven forzados a transportar droga. No son pocos los migrantes centroamericanos que, al caer en manos de las bandas del narcotráfico, tienen que quedar como rehenes hasta que sus familiares hagan un oneroso pago o deben prestar servicios como esclavos de los narcotraficantes. La muerte colectiva es ya un peligro nada excepcional.
UN ESTADO AUSENTE
Otro efecto de la guerra calderonista es la fragmentación de los cárteles de la droga, y la aparición de nuevas bandas que combaten por zonas de influencia. El narcotráfico se ha aprovechado de la grave crisis del voraz capitalismo neoliberal, que ha dejado masas de jóvenes sin posibilidades de estudiar o de tener un empleo. Recluta a muchos de esos jóvenes para que hagan tareas de espionaje en la vida cotidiana. Situados en las entradas de las poblaciones o en sus puntos centrales avisan por teléfonos desechables quiénes se mueven y quiénes son susceptibles de ser atacados. También de entre esos jóvenes reclutan a los narcomenudistas y hasta a sicarios. Hay regiones enteras de México donde el Estado se encuentra prácticamente ausente, que son controladas por distintas bandas de narcotraficantes.
Para agravar más la situación, el gobierno ha aprovechado esta guerra para atacar y criminalizar las protestas sociales, yendo en desmedido aumento las violaciones a los más elementales derechos humanos. El Estado, hostiga, persigue y criminaliza a los grupos defensores de derechos humanos. Las bandas de narcotraficantes han infiltrado al Estado, que incrementa una corrupción endémica.
Para colmo, los cables revelados por Wikileaks muestran que la soberanía nacional ha sido gravemente lesionada y que el gobierno estadounidense es quien decide las estrategias de esta guerra. Los cables exhiben las fallas de los políticos y del ejército mexicano.
El cónsul de Estados Unidos en Monterrey expresó dudas sobre la eficacia del ejército mexicano en la lucha antinarco. De un cable de quien fuera cónsul estadounidense en Ciudad Juárez en 2009 se desprende que percibía que el ejército mexicano veía con buenos ojos que el cártel de Sinaloa se impusiera al de Juárez en la disputa por el control de esa ciudad. La secretaria del Departamento de Seguridad Interior de Estados Unidos consideró en 2011 que la situación en México estaba empeorando. El FBI aceptó que el combate al narcotráfico por las autoridades mexicanas no tenía éxito.
Se reveló también una operación que llevaba el nombre de "Rápido y Furioso", por la que una instancia oficial estadounidense había pasado clandestinamente alrededor de dos mil armas de grueso calibre para los grupos delictivos con el supuesto fin de darles seguimiento, pero que este seguimiento no se había podido realizar. Se supo que aviones de espionaje de Estados Unidos realizan sobrevuelos rutinarios sobre territorio mexicano.
Ante estas informaciones, legisladores mexicanos han protestado porque Estados Unidos hace negocio con las bandas criminales, mientras el pueblo mexicano pone los muertos. Han repudiado las acciones injerencistas de Estados Unidos, lamentando que un gobierno extranjero decida acciones internas, y plantean que hay que renunciar a la llamada Iniciativa Mérida, un acuerdo sobre seguridad que implica que México recibe ayuda estadounidense a cambio de someterse a las estrategias de ese país.
El diputado Muñoz Ledo hizo ver la gran incongruencia con que opera Estados Unidos al declarar que no puede impedir la venta de armas a grupos mexicanos, a la par que decreta un embargo de armas a Libia. El escritor John Saxe-Fernández denunció que los mexicanos padecemos un régimen anti-nacional, proconsular, con funcionarios y agencias de Estados Unidos operando en México como autoridades en materia de seguridad interna. Y la Arquidiócesis de México culpó a Estados Unidos de la violencia en México.
"NO MÁS SANGRE"
En enero de 2011, ante el evidente fracaso de su guerra contra el narcotráfico, el Presidente Calderón negó haber utilizado la palabra "guerra". Fue contradicho por muchos analistas, que han mostrado cómo, de manera enfática y con muchos simbolismos, Calderón ha tratado de imponer mediáticamente una guerra que no iba ganando. Carmen Aristegui hizo ver que esa guerra se había convertido en la principal y casi única apuesta del gobierno y que había resultado ineficiente.
En muchas ciudades, sobre todo norteñas, pero también en el occidente y en el centro del país, de manera espontánea se han realizado marchas en contra de la violencia. Algunos caricaturistas de periódicos nacionales lanzaron la campaña "No más sangre", aplaudida por artistas e intelectuales. Epigmenio Ibarra dijo que la gente no puede acostumbrarse a los asesinatos y conformarse con la excusa gubernamental de que los narcos se matan entre ellos. Fernando del Paso afirmó que la violencia es el resultado de muchos años de pobreza y de fallas en el sistema educativo. Muchos dijeron que era fundamental que la sociedad expresara su rechazo a la guerra de Calderón, que ha aumentado el clima de inseguridad y de miedo en que vive México. El dramaturgo Luis Mario Moncada señaló el hartazgo de una sociedad que no ha sido consultada sobre acciones ineficaces que no se corresponden con una auténtica política de Estado en materia de seguridad. Alberto Híjar recalcó la necesidad de responder al incremento del terrorismo de Estado.
La campaña "No más sangre" propició que la gente protestara con sus medios en los sitios donde vive diciéndole al gobierno: "Ya basta". Miguel Ángel Granados Chapa puntualizó que las fuerzas represivas del gobierno llegan a los sitios donde se han cometido abominables asesinatos masivos sólo para aterrorizar más a una población ya agraviada y no para evitar esos actos y que la campaña surgida desde abajo clamando "No más sangre" hacía que los reclamantes se sintieran menos impotentes.
Hay comunidades indígenas que han tenido que defenderse en condiciones desfavorables de las incursiones de los narcotraficantes. En enero, un comando de decenas de hombres quemó casas y la escuela de una comunidad tepehuana. Los lugareños, sabiendo que el gobierno no sabía cómo combatir esta delincuencia decidieron defender su territorio por sí mismos. Otros poblados tepehuanos se han visto en la necesidad de emigrar ante el acoso de las bandas de narcotraficantes.
MARCOS: UN TEXTO REVELADOR
Víctor Flores Olea considera que la guerra emprendida por Calderón ha sido un negocio que destruye y atemoriza al país y alabó que Marcos, después de mucho tiempo de no compartir comunicados, hubiera hecho "el más agudo, por verdadero y revelador, de los análisis publicados sobre el estado de guerra que prevalece en México". El comunicado de Marcos, fechado entre enero y febrero de 2011, apareció con el título "Apuntes sobre las guerras".
El texto es una carta que dirige a don Luis Villoro en el periódico "La Jornada". Marcos aclara que se trata de ideas fragmentadas, tal como es la realidad mexicana. Su palabra debía "ir y venir, sorteando retenes y patrullajes militares y policiacos" y describe una realidad "sin anestesia alguna".
El escrito tiene una introducción y cuatro partes. La primera la dedica a la "guerra de arriba". Recuerda Marcos a las estatuas bélicas que ocultan más de lo que muestran. Están levantadas para cantar en piedra la memoria de victorias militares, pero no hacen sino ocultar el horror, la destrucción y la muerte de toda guerra.
Esas estatuas pretenden que el vencedor tenga memoria de su éxito y buscan forjar la desmemoria del vencido. Remite a la guerra en Irak: al negocio de la destrucción le siguió el de la reconstrucción. Aunque las bajas entre las tropas estadounidenses siguen, lo importante es el dinero que va y viene con fluidez y abundancia.
Marcos habla de la "legitimación de la barbarie". Los vencedores no se contentan con ganar sus guerras. Quieren también derrotar al vencido moralmente con una propaganda que les dé legitimidad. Sobre la justificación de Estados Unidos para invadir a Irak -el peligro de las armas de destrucción masiva- no importó que no existieran ni que el gobierno de Bush supiera que mentía. Un costoso y masivo montaje mediático se usó para que el horror, la destrucción y la muerte que se desataron no inquietaran a los invasores y a sus aliados. También se decretó que esa guerra ha terminado, cuando todavía prosigue.
Marcos reflexiona en lo esencial de la guerra: no es sólo la fuerza material, resulta indispensable la fuerza moral que proporcionan los medios masivos electrónicos y escritos.
Profundiza también en la "geografía de la guerra". Se trata no sólo de destruir al enemigo en su capacidad de combate para imponer la voluntad del vencedor, sino de destruir su capacidad moral, aun cuando todavía tenga capacidad física. Marcos señala que ya no es posible ubicar ningún conflicto en un terreno meramente físico, pues cada vez se hace más complicado el terreno de las guerras.
En el escenario de una guerra nuclear no habría vencedores ni vencidos tras una destrucción total e irreversible. Y por eso se ha pasado de las grandes guerras a las medianas y a las pequeñas y se combina la diplomacia internacional con guerras regionales y nacionales. En lugar de una guerra nuclear, se han dado innumerables conflictos de todos los niveles, con sus millones de muertos y desplazados de guerra, con naciones destruidas y con millones de ganancias para las transnacionales.
Marcos destaca que la teoría militar ha descubierto que son posibles los conflictos en donde un contrincante abrumadoramente superior en términos militares es incapaz de imponer su voluntad a un rival débil. Pone los ejemplos de Playa Girón y de Vietnam.
Marcos pide no olvidar que para quien hace la guerra su voluntad debe imponerse en el territorio conquistado. Hoy, la voluntad que trata de imponer el capitalismo es destruir/despoblar y reconstruir/reordenar el territorio conquistado. Las guerras de hoy no se conforman con conquistar un territorio y recibir tributo de la fuerza vencida.
En la actual etapa del capitalismo se quiere destruir el territorio conquistado y despoblarlo, destruir el tejido social del pueblo vencido, lo que implica aniquilar todo lo que le da cohesión a una sociedad. Simultáneamente a la destrucción y al despoblamiento, se opera la reconstrucción del territorio y el reordenamiento de su tejido social con otro método, lógica y actores. Las guerras imponen nuevas geografías.
GUERRA CONTRA EL CRIMEN: UN GRAN NEGOCIO
En la parte segunda de su texto, Marcos habla de la guerra del México de arriba. Enfatiza que la realidad mexicana se encuentra invadida por la guerra. Agudamente, plantea que, debido a Calderón, no hay que ir a Oriente Medio para reflexionar críticamente sobre la guerra. La guerra ha irrumpido en la vida cotidiana mexicana, porque se ha impuesto desde el poder, desde arriba. "Quien se posesionó de la titularidad del ejecutivo federal por la vía de facto, no se contentó con el respaldo mediático y tuvo que recurrir a algo más para distraer la atención y evadir el masivo cuestionamiento a su legitimidad: la guerra. Pensó que sería buena idea que México tuviera su guerra, cosa que tuvo la entusiasta aprobación de los mandos militares y de quien realmente manda: el capital extranjero".
Marcos invitó a emprender la crítica a esa catástrofe nacional llamada guerra contra el crimen organizado "incursionando en sus alentadores económicos". Señala que hay que buscar en las patentes, proveedores y créditos internacionales que se hallan en la denominada Iniciativa Mérida.
Con datos abundantes y precisos, sacados de diversas fuentes oficiales combinadas, Marcos demuestra que la guerra en México es un gran negocio y focaliza a quienes ganan con este negocio. En los primeros cuatro años de esa guerra las instancias estatales encargadas de librarla recibieron 366 mil millones de pesos. Marcos hace un minucioso desglose del presupuesto destinado para esa guerra y conduce al lector a que visualice las industrias bélicas que se han beneficiado con la compra de armamento, equipos y parque. Quien gana económicamente es Estados Unidos, que vende armas a las fuerzas oficiales y a las bandas de narcotraficantes. Además de otorgarle ganancias, esto le da territorio y control político y militar.
Apelando a los datos que se han ido acumulando y a lo que Wikileaks ha desnudado, Marcos sintetiza que esta guerra está perdida para el gobierno que la ha emprendido. Por más que se trate de convencer a los mexicanos que el gobierno va ganando esa guerra, la mayoría sabe que no es cierto, sobre todo porque los medios de comunicación han sido rebasados por las formas de intercambio de gran parte de la población, a través de complejas redes. Marcos reúne datos muy inquietantes: cómo muchos encargados de combatir a los narcotraficantes están infiltrados por ellos.
Según Marcos, el gobierno no quiere reconocer que, militar y políticamente, la guerra -que es la meta central de su gestión- ha fracasado. Pese a esto, Marcos está convencido de que el gobierno no cambiará su estrategia, porque al ser la guerra un negocio se mantendrá mientras produzca ganancias.
Calderón ha acompañado su guerra militar con otra guerra en contra del trabajo digno y el salario justo. Ha sido lamentable que quiera acusar de ser miembros del crimen organizado a gran número de gente inocente que ha muerto como consecuencia de una terrible guerra perdida y sin final. Marcos enfatiza que no habrá un vencedor mexicano en esta guerra, aunque sí hay un poder extranjero que sí tiene planes para reconstruir y reordenar a México como territorio de guerra. Lo peor de todo es que esta guerra ha ido destruyendo el último reducto que le puede quedar a una nación: su tejido social, ya roto por completo.
Marcos considera que arriba se promueve esta fallida guerra, mientras abajo cunde la muerte. Se pregunta cuántos de los miles de asesinados eran delincuentes y si los más de mil niños y niñas ya asesinados, y que el gobierno ha olvidado desglosar en sus cuentas, eran sicarios del crimen organizado.
Considera que mientras arriba tratan inútilmente de desdramatizar en estadísticas los crímenes que su guerra provoca, el tejido social se ha ido destruyendo en todo el territorio mexicano. Lo que prevalece es una imposición, por las armas, del miedo, de la incertidumbre y de la vulnerabilidad. El saldo de esta guerra serán las ganancias económicas, los miles de muertos y una nación destruida y rota.
En la tercera parte de su escrito, Marcos se interroga sobre si nada hay ya por hacer. Se remite a 17 años atrás, cuando una gigantesca movilización ciudadana, sin jefes, sin dirigentes, paró la guerra de exterminio de Salinas contra los indígenas chiapanecos rebeldes.
Se lamenta que la iniciativa de los trabajadores de la cultura "No más sangre" se pretendió descalificar porque no se plegaba a un proyecto electoral. Marcos critica que numerosos contingentes autoproclamados de izquierda no hayan movido sus fuerzas para detener la guerra, para que el país sobreviva, y que estén haciendo cálculos mezquinos con la intención de movilizar sólo en torno al voto en la contienda electoral del 2012. Marcos sabe que, a pesar de esto, hay quienes resisten y no se rinden, quienes entienden que las soluciones no provienen de arriba, sino que se construyen abajo, entre quienes apuestan a las ilusiones que vende una "clase política cadavérica", quienes no se quedan inmóviles frente a la guerra y echan a andar una alternativa social de libertad, justicia, trabajo y paz.
En la cuarta parte de su carta, Marcos sostiene que la guerra es inherente al capitalismo y que la lucha por la paz es anticapitalista. Si en la segunda parte tocó de lado la guerra contra las comunidades zapatistas que, al mismo tiempo que se oculta se incrementa, en esta última parte trata el tema de la guerra levantada por los zapatistas, en la cual existe la paradoja de que si perdían ganaban, y si ganaban ganaban, porque su guerra no es del tipo de guerra que se propone destruir al contrario.
La guerra zapatista es para dejar de ser lo que en estos momentos son y así ser lo que deben ser. Eso es posible porque reconocen al otro y a lo otro, tanto en tierras mexicanas como en el mundo entero, a ésos que, sin ser iguales a los zapatistas, sufren los mismos dolores, sostienen resistencias semejantes, luchando por una identidad múltiple que no anule, no avasalle y no conquiste, anhelando un mundo sin ejércitos.
ZAPATISTAS: NI SE HAN VENDIDO NI RENDIDO
Marcos afirma que el primero de enero de 1994 se hizo visible en México la guerra contra los pueblos originarios de México. Entonces, hace 17 años, la sociedad civil mexicana les había pedido que intentaran el camino del diálogo para resolver sus demandas. Los zapatistas habían cumplido, y una y otra vez, pese a la insistente guerra en su contra, han insistido en iniciativas pacíficas.
Durante años los zapatistas han resistido ataques militares, ideológicos y económicos. En el año 2011 existe un silencio sobre lo que ocurre en tierras zapatistas, que ni en las condiciones más difíciles se han rendido ni se han vendido, ni han claudicado. Han estado construyendo mejores condiciones de vida para sus pueblos. Los zapatistas han tenido sentido de comunidad y no esperan ni suspiran que lleguen de arriba las soluciones. No sujetan su andar a quien mira hacia arriba. Han mantenido la independencia de su propuesta, y en su identidad tienen una oportunidad sólida de supervivencia frente al desastre. En su calendario no está mandando la zozobra, porque, sin miedo, se tienen a ellos mismos.
En 2011 los zapatistas cumplieron 17 años de haber hecho su aparición pública. El gobierno ha intentado, sin éxito, acabar con ellos de muchas formas, entrelazadas todas en una guerra contrainsurgente. Pese a ello, los zapatistas han podido avanzar en la construcción de una autonomía pacífica.
A mediados de marzo, tuvo lugar en Chiapas un encuentro nacional de activistas y defensores de derechos humanos. Marcos aclaró que no eran ciertos los rumores propagados por gente del gobierno que le achacan a él una enfermedad grave. Envió un mensaje a los reunidos, transmitiendo el reconocimiento de los pueblos zapatistas a quienes han elegido el camino más difícil, incómodo e ingrato, de defender y promover los derechos fundamentales del ser humano. Alabó a quienes, pudiendo estar arriba, han elegido "ser abajo con los de abajo".
Las comunidades zapatistas han seguido construyendo su autonomía, pero el Estado ha profundizado la otra guerra, la contrainsurgente, que ha mantenido en contra de ellas. Como las noticias que llenan los medios son las de la fracasada guerra contra el narcotráfico, amparado y arropado por la mayoría de los medios, el gobierno pretende aprovechar la guerra general para aplastar con su guerra particular a los zapatistas.
MANIOBRAS OFICIALES
En enero de 2011 trató de endosar al zapatismo el secuestro del cuestionado político panista Diego Fernández de Cevallos. El EZLN se deslindó de inmediato de ese hecho. La maniobra no prosperó porque no había ningún punto de contacto. En sus largos años de actuación el zapatismo no ha secuestrado por ir contra sus principios. Desde que se decretó el cese al fuego el zapatismo ha cumplido su palabra y ha caminado por vías pacíficas.
La red contra la represión y por la solidaridad salió de inmediato a desmentir las falsas acusaciones gubernamentales. Hubo una amplia solidaridad de agrupaciones internacionales que apoyaron al EZLN, a las comunidades zapatistas y a la Otra Campaña en contra de las mentiras del gobierno mexicano.
El Estado maquinó entonces otra vía para golpear a las comunidades: por orden de la Suprema Corte de Justicia, aduciendo errores en el procedimiento judicial, se dejó en libertad a quienes familiares y conocidos de los masacrados en 1997 en Acteal los habían identificado plenamente como los asesinos.
El Estado siguió con su sorda lucha contra las comunidades en su vida cotidiana. A principios de 2011 la comunidad tzotzil de Miztión denunció una vez más agresiones violentas de paramilitares amparados por el gobierno. Esa comunidad se ha opuesto al paso por su comunidad de una nueva autopista. En Bachajón, otra comunidad zapatista indagó y detuvo a asaltantes, los entregó a las autoridades, pero éstas los liberaron.
Otra maniobra oficial ha sido ésta: en complicidad con autoridades estatales, gente que se presenta, sin serlo, como de la Otra Campaña, realiza ocupaciones violentas de ranchos. Las autoridades también han impulsado y protegido a personas adscritas a partidos políticos que despojan a miembros de la Otra Campaña de sitios que controlaban, y han apresado a personas a las que les achacan delitos que no han cometido, para desgastarlos con procesos judiciales amañados.
El Estado utiliza paramilitares para agredir a comunidades zapatistas, las despoja de territorios y además de agredirlas, las acusa de la agresión. Después, excluyendo a la comunidad agredida, simula un acuerdo con gente que es seguidora del gobierno para consumar los despojos. Cuando las comunidades hacen manifestaciones para defenderse, son reprimidas.
Ha habido muchas movilizaciones para pedir la liberación de los presos zapatistas. El gobierno utiliza a los apresados injustamente para presionar y chantajear a las comunidades para que negocien y cedan sus derechos al territorio y permitan los planes gubernamentales de turismo e inversión para beneficio de empresas. Las comunidades han ido denunciando nacional e internacionalmente todas las agresiones sin ahorrarse ningún detalle.
En el primer trimestre de 2011 el gobierno de Chiapas lanzó una ofensiva oficial en contra de la Otra Campaña zapatista, apresando injustamente a miembros de las comunidades y a abogados defensores de derechos humanos. La Organización Mundial Contra la Tortura denunció el arresto arbitrario y la violación de derechos humanos contra miembros de la Otra Campaña.
El Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas ha acusado al gobierno del estado de Chiapas de criminalizar a bases de apoyo zapatistas por graves violaciones a los derechos humanos en los procesos judiciales que el Estado ha entablado contra ellas, destacando que el gobierno de Chiapas se ha dedicado a crear y a administrar conflictos para ejercer el control territorial en detrimento de los derechos de las comunidades indígenas.
La disputa por el territorio se basa en que estas tierras son codiciadas por la inversión privada. Los proyectos de inversión se han propuesto despojar a los pueblos por medio de desalojos forzados, cooptación para la firma de convenios, ocupación militar y policial y criminalización de los defensores.
El gobierno ha dejado de lado el diálogo y el arreglo comunitario sostenido en 2010 para que los pobladores administren y preserven sus recursos y ha pasado a una agresiva ofensiva. Para el organismo de derechos humanos el gobierno intenta hacer aparecer como conflictos intercomunitarios los que él mismo provoca. La situación es producto de una guerra integral de desgaste en contra de las organizaciones de la región.
Le perjudica al gobierno el proyecto de autonomía de las comunidades en defensa de su tierra porque le ha impedido la privatización de esas tierras para proyectos empresariales. En Nueva York, Londres, Edimburgo, París, Berlín, Barcelona y Buenos Aires, agrupamientos afines a la Otra Campaña zapatista denunciaron como represores al gobierno federal mexicano y al gobierno de Chiapas, señalando que es angustioso el problema de la continua represión contra las comunidades por parte de militares, policías y paramilitares.
LA OTRA GUERRA ES CONTRA LOS PUEBLOS INDÍGENAS
La otra guerra no se circunscribe a Chiapas, se expresa con crudeza por todo el país, en contra de las comunidades, sobre todo indígenas, que están intentando buscar vías de sobrevivencia al margen del capital y del Estado.
El Estado mexicano se ha puesto del lado de las empresas depredadoras que aspiran a controlar las riquezas naturales de los pueblos indígenas que no están dispuestos a que se les despoje de su patrimonio. Muchos de ellos se oponen a las actividades de compañías mineras por la contaminación que producen en sus suelos. Numerosas comunidades luchan en contra de los llamados megaproyectos -las grandes presas-, que les quieren quitar sus tierras y viviendas. Frente a múltiples despojos, los pueblos indígenas están resistiendo.
Un recuento de las luchas de estos pueblos se dio en las reuniones del Congreso Nacional Indígena que tuvieron lugar en la comunidad de Mezcala en enero de 2011 a orillas del Lago de Chapala, y en la comunidad purépecha de Nurío en marzo.
En la primera reunión del Congreso Nacional Indígena hubo un pronunciamiento de las comunidades asistentes en contra de la privatización y manipulación de la isla de Mezcala. Exigieron la cancelación de decenas de concesiones mineras otorgadas a grandes empresas mineras nacionales y extranjeras. Levantaron la voz para defender a los pueblos que se oponen a la construcción de carreteras que vulneran sus lugares sagrados. Denunciaron la invasión masiva de empresas aguacateras transnacionales en el sur de Jalisco. Rechazaron el despojo de los bosques de comunidades purépechas. Exigieron el respeto a la posición de la comunidad michoacana de Santa María de Ostula y respeto por su policía comunitaria.
Exigieron también la declaratoria de inocencia y la libertad incondicional de varios presos políticos indígenas por todo el país, cuyo único delito ha sido defender sus comunidades. Rechazaron la respuesta bélica del Estado con el hostigamiento del ejército y de muchos grupos paramilitares, introducidos por Calderón en los pueblos. Defendieron al pueblo triqui de Oaxaca y a los Caracoles y Juntas de Buen Gobierno zapatista en Chiapas. Rechazaron el despojo de territorios de los pueblos del Istmo de Tehuantepec.
En la segunda reunión siguieron apuntando a todos estos problemas y añadieron con énfasis la demanda de la salida de los paramilitares de varias comunidades, recordando que hace 15 años se firmaron los Acuerdos de San Andrés como ley suprema de los pueblos indígenas, que se expresan en su autonomía.
Anunciaron que proseguirían construyendo la autonomía de sus pueblos. Recalcaron que el derecho milenario al territorio lo defienden en cada playa, cada lago, cada río, cada bosque, cada desierto, y cada selva, porque la Madre Tierra no es una mercancía y ellos son parte de ella.
Plantearon que el Congreso Nacional Indígena no olvida a sus muertos, que son su fuerza para resistir el embate del mal gobierno y las amenazas del gran capital. Indicaron que el Congreso Nacional Indígena es el lugar de los pueblos indígenas, espacio de seguridad, sitio de reflexión a donde va y viene su palabra, palabra que es historia, trabajo, baile, música, escuela, tierra, dignidad, forma y vida autónoma.
Los pueblos indígenas se congratulan de tener en el Congreso Nacional indígena esa casa donde comparten experiencias, tristezas y alegrías, donde han construido hermandad y rebeldía y han defendido sus tierras, su agua, sus radios comunitarias y su dignidad.
Los miembros de la Otra Campaña zapatista pueblos indios, campesinos, trabajadores de todo tipo, jóvenes anarquistas, organizaciones barriales, y tantos otros y otras, sufren el embate de esta otra guerra que el gobierno y el capital han desatado sobre ellos al amparo de la fallida guerra en contra del narcotráfico. Este conglomerado de los de abajo ha aprendido de los pueblos indios su persistencia, su paciencia y su creatividad de largo plazo.
PISTAS DESDE EL MUNDO ÁRABE
Para tratar de entender la dinámica de los de abajo ante la ambigua guerra del capital y del Estado frente el narcotráfico y de la guerra en contra de la autonomía de los de abajo nos pueden ayudar algunas pistas que ha ofrecido el filósofo Alain Badiou al analizar lo que está sucediendo actualmente en el mundo árabe.
Badiou llama la atención de la decadencia de cualquier Estado, lo que implica que un día, libremente asociados en el despliegue de la potencia creadora que poseen, los pueblos pueden arreglárselas sin la funesta coerción del Estado.
Otra de sus pistas tiene que ver con el hecho de que entre los de abajo no se da un supuesto contagio que se extiende, sino una resonancia, que es ese algo que se forma en un sitio y resuena con la onda de choque en otros lugares. Esto es precisamente lo que ha sucedido con el zapatismo en México: ha producido resonancias, sobre todo en la construcción de autonomías.
Badiou subraya que la resonancia tiene que ver con lo que él define como acontecimiento, esa creación de un sinnúmero de posibilidades, que no es la repetición de lo ya conocido. Badiou nos dice que en el arranque de un acontecimiento, el pueblo se compone de aquellos que saben cómo resolver los problemas que el acontecimiento les plantea.
Resolver sin ayuda del Estado problemas insolubles es el destino de un acontecimiento. Badiou llama la atención acerca de que miles de nuevas posibilidades relacionadas con las contradicciones surgen en todo momento, posibilidades a las que el Estado, todo Estado, es completamente ciego.
Frente al Estado se fragua una fidelidad organizada que va imaginando las etapas sucesivas de la acción en una dinámica de emancipación. Todo esto está sucediendo en la Otra Campaña zapatista. Pero no basta. La sobrevivencia creadora de los de abajo necesita una firme solidaridad para inhibir la constante agresión de la guerra que están padeciendo.
* Investigador de Ciesas. Corresponsal de Envío en México.
Revista Envío - Correspondencia de Prensa: germain5@chasque.net


Vìa :
http://www.lahaine.org/index.php?p=53819

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