A
los revolucionarios, el único asilo que existe es la trinchera de la
solidaridad internacionalista. A Chávez, el destino de los traidores es
siempre el mismo: quedarse solos.
A riesgo de que se me trate de agente de la CIA,
infiltrado y otras lindezas, creo necesario hablar claro en esta
ocasión y decir con toda honestidad lo que pienso respecto a los
recientes eventos en Venezuela-Colombia.
La detención ilegal, incomunicación y extradición de Joaquín Pérez Becerra, periodista, director de la Agencia de Noticias Nueva Colombia (Anncol),
por parte de las autoridades venezolanas[1], es un paso
extraordinariamente grave, el cual demuestra hasta qué punto el régimen
está virando hacia la derecha. No hay que hacer mención detallada a las
múltiples irregularidades de esta detención (Pérez Becerra era ciudadano
sueco, no colombiano, pues renunció a esa nacionalidad; había obtenido
asilo político lo cual lo convierte en un refugiado, estatus para el
cual no le faltan méritos –sobreviviente de la UP, ex concejal de Corinto, Cauca, debió escapar tras el genocidio de su partido, del cual fue víctima su primera esposa-; se dijo que tenía alerta roja de Interpol,
pero pasó por aeropuertos suecos y alemanes sin ningún inconveniente;
etc.); basta con decir que este fue un favor al presidente colombiano Juan Manuel Santos, quien ha demostrado que ha podido superar en todos los índices de violencia a su “maestro” el ex mandatario Uribe,
pese a que su retórica es un poco más edulcorada. El propio Santos
reconoce con gran regocijo que este trabajo fue por encargo:
“Le di el nombre y le pedí que si nos
colaboraba para su captura (…) No titubeó (…) Hablé esta mañana con el
presidente Chávez, y le agradecí”[2]
¿Cuál es el crimen que supuestamente ha
cometido Pérez Becerra? Según Santos, sería el cabecilla del
fantasmagórico “Frente Internacional” de las Farc-EP y “ha sido el responsable durante muchísimos años de toda esa mala propaganda que le han hecho las Farc a Colombia en Europa (…)
estábamos detrás de él hace mucho tiempo y por fortuna ya está a buen
recaudo”. Traduciendo al criollo, el crimen que se le imputa es haber
denunciado el terrorismo del Estado colombiano, que viene practicando de
hace décadas al por mayor en contra del pueblo de ese país. Que Anncol
sea ideológicamente afín o no a las Farc-EP es un tema secundario –no
existe el delito de opinión en Venezuela, aún cuando en Colombia sí
exista. Aunque el delito de opinión es solamente para ciertas opiniones,
pues un “ideólogo” del paramilitarismo como José Obdulio Gaviria puede escribir sin ningún problema en el principal diario colombiano, El Tiempo,
dar cátedra en las universidades, etc. De igual manera, gente
ideológicamente afín al paramilitarismo (y con relaciones mucho más
profundas que la identidad de ideas) han podido llegar a ser
presidentes, senadores, diputados, y con eso si que no hay problema.
Esto no es un tema judicial. Este es un
tema político, y Chávez se ha convertido en un villano del reparto en
esta comedia barata. Chávez aún conserva la retórica anti-imperialista;
pero de anti-imperialista consciente está mutando a colaborador de la
estrategia yanqui para nuestra región. Lo han llevado hábilmente a esta
comprometedora situación vía su talón de Aquiles –Colombia.
CHÁVEZ, PEÓN DE LA ESTRATEGIA IMPERIALISTA
Cosas de la vida: hace unos años Chávez
iba por la vida tratando a medio mundo de “cachorros” o “peones” del
“imperio”. Pero vía Colombia, el imperio ha podido empezar a disciplinar
al díscolo venezolano. Al imperialismo le bastó apretar un poco a
Chávez para asustarlo, demostrando así que éste carece de valor y temple
para ser un anti imperialista consecuente. Para acobardar a Chávez
bastó que la oligarquía colombiana lo amenazara con los computadores de
(Raúl) Reyes, lo chantajeara con informes del Departamento de Estado gringo y de la DEA que
manifestaban su preocupación porque Venezuela se “estaba convirtiendo
en un corredor para el narcotráfico” y con otras bufonadas de machotes,
como mandar a decirle por boca de Uribe, “sea varón”. Uribe, jugando al
policía malo ablandó a Chávez, lo quebró, lo acorraló, lo desmoralizó.
Luego Santos llegó con la rama de olivo en la mano, jugando al buen
policía, terminando así Chávez de sucumbir a la oligarquía colombiana
que ahora lo tiene comiendo de su mano. Y que lo tienen donde lo
quieren: colaborando generosamente con el Plan Colombia
y con la estrategia contrainsurgente colombiana que ha dado el “Salto
Estratégico” buscando la criminalización de cualquier expresión política
aún lejanamente afín a la insurgencia.
Pero la colaboración de Chávez no es
algo nuevo, aún cuando ahora se está volviendo sistemática. Hay que
recordar que cada vez que mejoran las relaciones entre Colombia y
Venezuela, Chávez se siente obligado a dar muestras de buena fe
entregando a guerrilleros. Mencionaremos solamente algunos de los casos
más recientes, para que no se crea que este haya sido un mero lapsus:
- En los primeros cuatro meses y medio del 2009, Venezuela extraditó a 15 presuntos guerrilleros del ELN. A comienzos de mayo fueron extraditados Carlos Emiro Bustamante Rincón, Diego Armando Pérez Medina, Yaneth Fernández, Benjamín Terán y Gregoria Monterrosa.
- En noviembre del 2010, extraditó a Osvaldo Espinoza, supuesto militante de las Farc-EP, y a Priscilla Ayala y Nelson Navarro, supuestos guerrilleros del ELN.
- En enero, extraditó a Nilson Terán Ferreira, supuesto cabecilla del ELN.
- A fines de marzo, Chávez deportó a dos supuestos miembros del ELN, Carlos Tirado y Carlos Pérez.
Toda esta gente y muchísima más, ha sido
entregada sin ninguna garantía, a un gobierno como el colombiano, donde
se sabe que se tortura, asesina a la disidencia y donde no hay
condiciones para un juicio justo, como recientemente lo recordó de
manera dramática el asesinato en Arauca de la jueza Gloria Constanza Gaona[3], y el caso del supuesto comandante fariano José Marvel Segura, el cual por irregularidades en el proceso de captura se ordenó su libertad[4] -pero ágilmente, la Fiscalía sacó debajo de su manga una nueva orden de captura contra Segura y el Consejo Superior de la Judicatura ordenó
una investigación en contra del juez que dio la orden de libertad.
Dicho sea de paso, cuando vencen los términos para militares acusados de
violaciones de derechos humanos o de parapolíticos, cuando quedó en
libertad el ex director del DAS Jorge Noguera (por
crímenes muchísimo más graves que cualquiera de los que se puedan
imputar a Pérez Becerra), y en muchísimas otros casos de crímenes de
Estado, jamás la Fiscalía se mostró tan diligente para “castigar a los
culpables”.
En los últimos meses también hemos visto
a Chávez cultivando hábilmente la amistad de su “hermano mayor” Juan
Manuel Santos en reuniones con Porfirio Lobos, representante máximo de la oligarquía hondureña, para discutir la reincoporación de ese país a la OEA (echándose
al bolsillo a la valiente resistencia de ese país, en momentos en que
sus muertos eran repartidos en la calle por la policía terrorista). Si
esto no es traición, que alguien me explique qué es entonces -sobre todo
después de haber vociferado a los cautro vientos que Honduras era dictadura, que lo de junio del 2009 fue un golpe, que ese regímen violentaba al pueblo, etc.
La cobardía, el oportunismo y la
traición consciente, no pueden justificarse más que por los apologistas
más ciegos. Y aún peor cuando estos actos han sido hechos a cambio de
nada. O de casi nada: Walid Makled será extraditado en
estos días a Venezuela[5]. Nos preguntamos: ¿Cuántos compañeros han sido
sacrificados en este cambalache siniestro con el régimen colombiano, a
cambio de un solo miserable narcotraficante? ¿Tan poco valen los
revolucionarios para Chávez? ¿Son menos que peones en un juego de
ajedrez? ¿O es que Walid Makled vale en realidad mucho, porque los
secretos que dice tener de Chávez, sobre corrupción y narcotráfico, a lo
mejor son verdad? Tiene que haber alguna razón muy poderosa para que
Chávez tenga tanto interés en Makled; o a lo mejor, en verdad, los
compañeros valen poco o nada para las razones del Estado venezolano. Lo
que sí llama la atención, es que el régimen colombiano ha exigido a
Chávez garantías sobre la protección a los derechos humanos de Makled.
Chávez, por su parte, entrega a sus víctimas sin exigir ninguna garantía
a cambio.
Pero lo más chocante, es que a Chávez no
le basta con la colaboración práctica; debe, además, sumar su voz a la
propaganda ideológica de la contrainsurgencia colombiana para demostrar
su “respetabilidad burguesa”. Esto se desprende de las palabras
utilizadas en el comunicado con el cual anunció su decisión de
extraditar al director de Anncol:
“El Gobierno Bolivariano ratifica así su
compromiso inquebrantable en la lucha contra el terrorismo, la
delincuencia y el crimen organizado, en estricto cumplimiento de los
compromisos y de la cooperación internacional, bajo los principios de
paz, solidaridad y respeto a los derechos humanos.”
Nótese que es el mismo párrafo que ha
utilizado en anteriores extradiciones de supuestos colaboradores o
miembros de la insurgencia. No solamente condena a Pérez Becerra antes
del juicio, sino que además denomina “terrorismo” a la insurgencia
mientras que el Estado colombiano sería la encarnación de la “paz, la
solidaridad y el respeto a los derechos humanos” (el mismo Estado
colombiano de los falsos positivos,
de las torturas a más de 7.000 presos sin debido proceso, el mismo de
las decenas de miles de desaparecidos y los cinco millones de
secuestrados, el mismo del paramilitarismo, la parapolítica y la
limpieza social) ¡Qué distancia con los días en que Chávez pedía estatus
de “beligerancia” para la insurgencia colombiana! Estatus de
beligerancia que pedía al resto de la comunidad internacional, pero que
él mismo no tuvo el valor de otorgarles, pudiendo haberlo hecho.
Es difícil saber qué es lo que espera
Chávez de estas traiciones y extradiciones… ¿qué el imperialismo le
perdone sus “impertinencias” del pasado? ¿ganarse la amistad de quienes
no saben tener amigos, como la oligarquía colombiana? ¿qué estos lo
quieran y lo dejen de tratar de “mico” y otros epítetos racistas
irreproducibles? ¿conquistar al electorado conservador en las próximas
elecciones? ¿solamente conseguir la extradición de Walid Makled?
Paradójicamente, Pérez Becerra viajaba a
Venezuela a interiorizarse más del “proceso bolivariano” y a llamar a
la solidaridad anti-imperialista… ¡Ahora debe estar suficientemente bien
interiorizado sobre el rumbo del “proceso bolivariano”!
LAS EXTRADICIONES: INTERNACIONALIZACIÓN DE LA GUERRA SUCIA COLOMBIANA
Como hemos aclarado en ocasiones
anteriores, estas extradiciones, de las cuales Chávez es cómplice, son
parte de un proceso de guerra sucia total contra la insurgencia por
parte del Estado colombiano, que desde el 2002 ha decidido cerrar toda
puerta al diálogo político y jugárselas por el exterminio de las fuerzas
guerrilleras y del tejido social en el cual existen y se alimentan. El
componente jurídico de esta guerra tiene diversos aspectos, incluido el
concepto de Guerra Jurídica en contra de toda forma de oposición,
defensores de derechos humanos, periodistas, jueces, etc., el cual está
comprendido en los documentos de la DASpolítica.[6] El concepto de
utilizar las extradiciones como estrategia de guerra y la abierta
intromisión del Ejecutivo en el quehacer judicial han sido también
detallados en el tercer punto del llamado “Salto Estratégico”, la
política que define la estrategia militar contrainsurgente del Estado
colombiano desde el 2009, con el cual se busca:
“Articular el sistema judicial para que
éste produzca resultados ejemplarizantes, que bajen la moral de las
tropas de las Farc [ie. y de la insurgencia en su conjunto]. La
extradición, en particular, ha sido usada como herramienta en este
componente; otro mecanismo muy socorrido fue evitar la judicialización
por rebelión y promover condenas por terrorismo (…) Al mismo tiempo, se
intentó crear un sistema de protección jurídica a los efectivos de las
Fuerzas Militares, con el objeto de prevenir la desmoralización de la
tropa ante eventuales condenas por violaciones de los derechos
humanos”[7]
El mismo Santos, entonces ministro de Defensa,
había dicho en marzo del 2009 que “seguiremos con el tema de la
judicialización, trabajando en coordinación con la Fiscalía, esto con el
fin de lograr la captura y condena de los miembros activos de las
organizaciones terroristas, y de sus milicias y grupos de apoyo”[8].
No cabe duda, con estas declaraciones,
que lo último que puede esperar Pérez Becerra es un juicio justo en
Colombia. De hecho, el hombre está condenado de antemano por sus
opiniones. A comienzos del 2010 el Estado colombiano diseñó una
estrategia para enfrentar a las voces disidentes en el extranjero, entre
las cuales está Anncol. En palabras del entonces canciller Bermúdez:
“Hemos discutido con todos los
embajadores la importancia de que los gobiernos extranjeros estén
atentos a cualquier divulgación que permita hacer una apología del
crimen o del terrorismo. Hemos también ordenado con los embajadores
agendas para que nuestras comunidades de colombianos en el exterior
estén atentas a este tipo de manifestaciones”[9].
Las extradiciones, entonces, juegan un
papel específico en esta internacionalización de la guerra sucia
colombiana: aislar a los actores insurgentes colombianos por todos los
medios. Como ya lo expresé en un artículo anterior:
“La guerra sucia en Colombia hizo gran
parte de esta tarea a nivel doméstico (genocidio de la UP, A Luchar,
Frente Popular, diversos movimientos sociales, etc.), por ello la
existencia de interlocutores en el plano internacional asumen especial
importancia. En este escenario, el acoso judicial (lo que en la jerga
del DAS se conoce como “guerra jurídica”) a los internacionalistas asume
un rol central, y aún cuando no se consigan todas las extradiciones
solicitadas, se consigue que los defensores de derechos humanos,
militantes de izquierda, o simpatizantes ideológicos de la insurgencia
deban pasar a la defensiva, deban entrar al juego de defenderse en lugar
de denunciar al régimen. Cumple también un efecto intimidatorio en el
que el temor a la extradición pueda inhibir la menor sombra de
’simpatía’ (o aún ‘empatía’) con la insurgencia, aún cuando no sea más
que reconocer el origen histórico que ésta tiene en las injusticias
estructurales de la sociedad colombiana. Esta política ha sido exitosa
en generalizar un discurso político (sobre todo en el sector de las
ONGs, el cual fue virulentamente atacado por el uribismo) en el cual se
responsabiliza, primero y antes que a nadie, a la insurgencia de
cualquier desgracia que ocurra en Colombia.”[10]
ECUADOR TAMBIÉN ENTRA AL JUEGO…
Pero Venezuela no es el único país
“progre” de la región que ha sido crecientemente cooptado por la
estrategia imperialista y contrainsurgente de Colombia. Por parte de Ecuador,
también ha habido una notable normalización de las relaciones con
Colombia, deterioradas desde el bombardeo colombiano del 2008 a un
campamento de las Farc-EP en territorio ecuatoriano. La normalización,
que comenzó cuando Uribe aún era presidente, se convirtió en un
auténtico romance con Santos en el poder –precisamente, con quien
entonces era Ministro de Defensa y quien autorizó el bombardeo a
territorio ecuatoriano. Después de varias rabietas y de un poco de
teatro, (Rafael) Correa no solamente normalizó las
relaciones con Colombia, a cambio de que dejaran de acusarlo de
colaborar con la insurgencia, sino que además, comenzó a colaborar
abiertamente con el Plan Colombia y con la estrategia contrainsurgente,
diseñada por el imperialismo, en Colombia. Pese a toda la retórica de
soberanía del Ecuador, el gobierno colombiano tiene a Correa
precisamente donde lo quería, es decir, colaborando con el exterminio de
la insurgencia:
“El Ecuador militarizó su frontera
norte, llegando a posicionar 10.000 efectivos en la zona y realizando
una fuerte inversión en tecnología militar, infraestructuras y
armamento.
Desde entonces, las fuerzas armadas
ecuatorianas han tenido varios encuentros con la guerrilla de las Farc
en zonas fronterizas, consecuencia de los cuales ha habido muertos y
heridos, de manera más notable en el bando insurgente. No se registran
incidentes con grupos paramilitares que operan en la zona sur de
Colombia, como es el caso de las Águilas Negras (escindidas de las temidas Autodefensas Unidas de Colombia),
quienes actúan asociadas con los carteles de la droga y envueltas en
actividades ilícitas como el tráfico de drogas, la extorsión, el robo,
los secuestros y el terrorismo. Sin embargo, las actuaciones de las
Águilas Negras en territorio fronterizo ecuatoriano han sido denunciadas
por pobladores afro descendientes en la provincia de Esmeraldas.
La normalización de las relaciones entre
Ecuador y Colombia fue precedida por la asunción de parte ecuatoriana
del plan estratégico colombiano de combate a la insurgencia en la zona
sur, el cual se conoció popularmente como la “estrategia del yunque y el
martillo”. Según dicha estrategia, desde Colombia se golpea
militarmente a la insurgencia (el martillo) quedando imposibilitado su
repliegue por la acción del ejército ecuatoriano (el yunque) en su zona
de retaguardia.”[11]
Como si esto fuera poco, Correa ayudó a
que se sobreseyera la causa contra Santos por el bombardeo (en el cual
murió un ciudadano ecuatoriano) en una corte de la región amazónica de Sucumbíos, al no presentar la Fiscalía General una acusación en su contra.
LA IZQUIERDA LATINOAMERICANA EN LA ENCRUCIJADA
La gravedad de este vuelco de los
gobiernos “progresistas” de Ecuador, pero sobre todo de Venezuela, nos
señalan que en el camino de buscar la “respetabilidad burguesa” estos
gobiernos han sido capaces de sacrificar a algunos de sus más fieles
aliados y de apuñalar por la espalda a luchadores sociales que han
simpatizado con el proyecto político de Chávez – recordemos que Anncol
ha sido un incasable defensor del “proceso bolivariano” careciendo
completamente de sentido crítico. De hecho, en las anteriores
extradiciones no dijeron ni pío, y terminó por cumplirse ese proverbio
de Bertold Brecht que reza “primero vinieron por los
otros y yo no dije nada, cuando vinieron por mí ya no quedaba nadie que
me pudiera defender”.
Siempre he pensado que una de las
diferencias entre la izquierda y la derecha es que la última no tiene
una palabra equivalente a “compañero”. Cuando el sentido de esa palabra
se pierde en medio de un mar de traiciones, ya no queda nada.
Si ahora no hay crítica, no la habrá
jamás. Pero la crítica debe ir más allá del hecho puntual. Porque esto
no es un paso aislado, sino que es parte de un proceso creciente de
degeneración burocrática, de sofocamiento de la iniciativa y de lo poco
que ha habido de poder popular, de derechización de las políticas y del
estilo de hacerlas. El debate ya no es si el modelo de “socialismo para
el siglo XXI” se construirá más desde arriba o más desde abajo; a esta
altura está claro que las iniciativas de arriba están estancadas y que
se debe empezar un proceso agudo de recomposición del horizonte
revolucionario para América Latina. Porque si la
servidumbre ideológica al “chavismo” (sea lo que sea este concepto) se
sigue imponiendo, la revolución latinoamericana entra a un punto muerto.
Cierto es que esta traición (no puedo
llamarla de otra manera) ha despertado amplias críticas y que los
críticos, por ahora, no han sido tratados de “agentes de la CIA”.
Incluso, la sindical venezolana afecta a Chávez, Únete, ha expresado:
“Esa detención y el contenido del
comunicado del gobierno venezolano, asumiendo ya una postura
condenatoria, calificando de terrorista y delincuente a un militante
revolucionario, a la usanza del imperialismo yanqui y sus lacayos, son
contrarios totalmente a la esperanza liberadora y antimperialista que
proyecta el proceso bolivariano.” [Nuestro énfasis]
Pero es necesario ir más allá, según lo
dicta la gravedad del acto. Los elementos genuinamente revolucionarios
en el movimiento bolivariano, en lugar de limitarse a suplicar
“rectificaciones” a Chávez, como si esto no fuera resultado de una
orientación política consciente y bastante sistemática, sino un mero
lapsus, harían mejor en abrir los ojos, comenzar un profundo proceso de
autocrítica y terminar con el desesperante “culto a la personalidad” que
caracteriza a la izquierda latinoamericana. La lucha popular, aún la
más tibia, no es patrimonio de ningún caudillo sino que pertenece a los
pueblos. Ya es hora de dejar de justificar cualquier voltereta y
cualquier traición de Chávez o cualquier otro caudillo de turno.
En los momentos precisamente en que el
enemigo de clase refuerza su ataque en contra de los luchadores
sociales, sea cual sea su signo, es cuando hay que hacer carne ese
adagio popular de que la solidaridad es la ternura de los pueblos. Si
ellos internacionalizan la guerra sucia, nosotros debemos
internacionalizar la lucha revolucionaria, lo cual significa no
solamente el apoyo internacionalista al pueblo colombiano que resiste
los embates de la oligarquía más reaccionaria y sangrienta del
continente, sino que además, profundizar nuestro compromiso con las
transformaciones estructurales en nuestras propias sociedades, aún
cuando el status quo se disfrace con ropajes “progres”.
A los revolucionarios, el único asilo
que existe es la trinchera de la solidaridad internacionalista. A
Chávez, el destino de los traidores es siempre el mismo: quedarse solos.
Por José Antonio Gutiérrez D.
25 de abril, 2011
NOTAS
[1] http://elespectador.com/noticias/judicial/articulo-2648…nncol http://elespectador.com/noticias/judicial/articulo-2651…rtado
[4] http://elespectador.com/noticias/judicial/articulo-2650…hucho http://elespectador.com/noticias/judicial/articulo-2650…hucho
[7] “La Guerra contra las Farc y la Guerra de las Farc”, Ariel Fernando Ávila Martínez, Revista Arcanos Nº15 (Abril 2010), p.13.
Tomado de www.anarkismo.net
Vìa :
http://www.elciudadano.cl/2011/04/26/chavez-colabora-con-el-linchamiento-judicial-de-luchadores-colombianos/
http://www.elciudadano.cl/2011/04/26/chavez-colabora-con-el-linchamiento-judicial-de-luchadores-colombianos/
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