Resulta muy difícil, si no prácticamente imposible, encontrar argumentos que rediman a Muammar Kadafi o que justifiquen su defensa ante la arremetida occidental en su contra, que comenzó después de que el Consejo de Seguridad de la ONU autorizó declarar a Libia como zona restringida de vuelo para evitar que Kadafi bombardeara desde el aire a los rebeldes. Es probable que, sin esa intervención, el régimen de Trípoli hubiera aplastado en unas cuantas horas a los rebeldes que se habían replegado en la ciudad de Bengasi. Para impedir un genocidio, los “aliados” se dedicaron a destruir a la fuerza aérea libia y sus defensas antiaéreas, Pero cuando comenzaron a arremeter sistemáticamente contra las tropas, artillería y tanques del gobierno, quedó claro que el verdadero objetivo era el “cambio de régimen”. No obstante, la estrategia de los bombardeos aéreos está condenada a empantanar la situación en una larguísima guerra entre un régimen que se resiste a renunciar al poder y una fuerza rebelde mal equipada e incompetente en materia bélica, que no puede derrotar a un enemigo superior aun cuando cuenta con un prodigioso apoyo aéreo. Durante el último fin de semana de marzo los rebeldes avanzaron más de 200 kilómetros, pero en cuanto la cobertura aérea cesó, el ejército defendió vigorosamente la ciudad de Sirte y obligó a los rebeldes a replegarse más de 160 kilómetros.
Las razones de los proveedores de armas
La buena no-guerra de los liberales
En un tiempo de confusión ideológica, los liberales del mundo han querido ver en los rebeldes libios una insurgencia popular amplia, franca y valiente, algo semejante a lo que los conservadores veían los muyahidines afganos a finales de los setenta. Todos sabemos cómo evolucionaron esos Freedom fighters, pero estos liberales parecen perder de vista que en el caso libio se repite la vieja y gastada historia de culpar a los nativos por los actos de barbarie, y de olvidar los intereses, las invasiones, el intervencionismo, las armas y las agresiones europeas que crean las condiciones para la violencia. Además olvidan que esta campaña humanitaria inevitablemente deja de serlo en el momento en que los rebeldes necesitan una ayudadita más en la forma de armas, asesores, inteligencia militar y demás recursos que liquidan la neutralidad que requiere una misión humanitaria. La lógica liberal dictaba que, de permitir a Kadafi destruir a la oposición, eso mandaría una señal a los demás tiranos de la región para usar fuerza masiva en contra de sus inconformes. La realidad operó de manera opuesta; en cuanto comenzaron los bombardeos “aliados”, los tiranos árabes comenzaron a reprimir con mayor violencia.
Aprender de los horrores
Kadafi no sobrevivió cuarenta y un años en el poder por ser amable, confiado y generoso. Este es un líder mezquino, frívolo y despiadado que aprende rápido y que ha planteado una defensa de su poder en términos que obligarán a Occidente a cambiar de estrategia o a abandonar la misión. Para evitar ser blanco de misiles, Kadafi ha abandonado sus tanques para usar pick ups como las de sus enemigos; en lugar de fuerza aérea ha introducido cientos de francotiradores y sus ataques cada vez más parecen acciones guerrilleras, rápidas y versátiles. Cada día será más difícil diferenciar entre los bandos y mucho más desde las alturas. Lo que se anunciaba como una campaña breve y fulminante parece que se convertirá en una guerra prolongada de desgaste y fratricidio.
Fuente, vìa :
http://www.jornada.unam.mx/2011/04/10/sem-naief.html
(Continuará)
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