Hace ocho años el entonces presidente George W. Bush, hijo, daba el
visto bueno para el inicio de la guerra contra Irak; un hecho que se
consumó el 19 de marzo de 2003.Entre los pretextos para iniciar la contienda estuvo el de ejecución de un programa de armas de destrucción masiva del régimen del entonces presidente iraquí Saddam Hussein ante la posibilidad de cederlas a la red terrorista Al Qaeda, lo que suponía una amenaza para Estados Unidos y sus aliados.
Nunca encontraron la menor evidencia sobre la existencia de dichas armas y por aquel capricho cientos de padres quedaron sin hijos y cientos de hijos quedaron sin padres tanto en Irak como en Norteamérica.
Como si se tratara de una irónica conmemoración del inicio del tormento del pueblo iraquí, este 19 de marzo comenzó el ataque contra Libia, pero con la diferencia de que entre las voces de mando está la de Barack Obama, presidente de la potencia yanqui e increíblemente Premio Nobel de la Paz.
Cuando en diciembre de 2009 Obama recibió la distinción de marras en diciembre de 2009 en Oslo, Noruega “con profunda gratitud y gran humildad” expresaba que “nuestros actos tienen importancia y pueden cambiar el rumbo de la historia y llevarla por el camino de la justicia”.
Realmente no entiendo qué representa para él la frase “camino de la justicia”, pues aún se mantiene como una pesadilla la presencia militar yanqui en Irak y Afganistán, se ha recrudecido el bloqueo económico contra Cuba y permanecen presos injustamente cinco patriotas por prevenir a su pueblo de actos terroristas.
Como por si fuera poco ahora junto a grandes potencias del mundo occidental, Estados Unidos se ha propuesto convertir en una verdadera odisea el amanecer de los libios.
En pocas horas el imperio del Norte destinó 110 misiles Tomahawk, valorados en 569 000 dólares cada uno; mientras los efectos de la crisis económica se ensañan en miles de estadounidenses sin empleo y sin acceso a servicios de salud y educación.
En estos tiempos, donde la mentira, el engaño y la prepotencia “prefieren” olvidar los urgentes reclamos del mundo para cambiar el estado de cosas imperante, el inquilino de la Casa Blanca optó por apretar el botón de la guerra contra Libia.
No importan ya los precedentes irracionales en honor a la ambición desmedida; comenzó una barbarie cuyas secuelas cambiarán el curso de la historia, para mal de la especie humana.
Obama es más de lo mismo y aunque lo vistan de “seda” con premios y distinciones nada hará que cambie la esencia prepotente del imperio que ahora le corresponde encabezar.
Aún quedan resquicios para salvarnos. Fuente, vìa :
http://www.cadenagramonte.cu/index.php?option=com_content&view=article&id=13515:agresion-contra-libia-hipocresia-de-un-premio-nobel-de-la-paz&catid=109:opinion&Itemid=140
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