La emergencia que vive Japón por los daños que el terremoto y el
tsunami del viernes 11 ocasionaron en la central nuclear de Fukushima
era de esperarse, afirman especialistas japoneses. Aseguran que la
corrupción y los arreglos poco claros entre el gobierno nipón y las
empresas generadoras de electricidad prepararon el terreno para esta
catástrofe, que, según algunos expertos, podría superar a la de
Chernobil.
BRUSELAS, 21 de marzo (Proceso).- Los peores pronósticos de una catástrofe nuclear en Japón se están cumpliendo.
La poca información oficial disponible hasta el jueves 17 indica que
la planta nuclear de Fukushima –golpeada por un sismo de 8.9 grados
Richter y un tsunami el pasado viernes 11– experimentaba múltiples
fusiones y la piscina del reactor número 4 estaba casi seca, por lo que
liberaba altas cantidades de radiación.
Los medios europeos ya hablan de una posible “megacatástrofe” comparable o superior a la de Chernobil.
Especialistas en la materia ya lo esperaban. Equipos vetustos,
corrupción, intereses comerciales desaforados... la tragedia de
Fukushima era cuestión de tiempo, consideran.
El 11 de agosto de 2007, el sismólogo japonés Ishibashi Katsuhiko
advirtió: “Si Japón no toma medidas radicales para reducir la
vulnerabilidad de sus centrales nucleares ante los sismos, el país
podría vivir una verdadera catástrofe nuclear en el futuro próximo”.
Katsuhiko había renunciado un año antes al panel que fijó las normas
sísmicas –en vigor desde septiembre de 2006 para las centrales
nucleares japonesas– porque tales medidas no eran suficientemente
estrictas y subestimaban la fuerza sísmica.
“Sin importar su localización”, dijo, “cualquier planta nuclear debe
ser diseñada para soportar por lo menos la aceleración de un sismo de
una magnitud de 7.3 grados, es decir aproximadamente mil unidades gal”.
La norma actual autoriza plantas nucleares resistentes apenas a 450
unidades gal. Ese límite ya fue superado por varios sismos: el que
sacudió la central nuclear de Onagawa, al norte de Fukushima, en agosto
de 2005; el de Shika, en marzo de 2007 y el de Kashiwazaki-Kariwa, en
julio del mismo año.
Más recientemente, el pasado 16 de julio, el Centro Ciudadano de
Información Nuclear (CNIC, por sus siglas en inglés), una organización
pública con sede en Tokio, también alertó sobre los riesgos en esas
centrales.
En un reporte, ese organismo expuso el caso de los siete reactores de
la estación de energía más grande del mundo, la de Kashiwazaki-Kariwa,
afectada el 16 de julio de 2007 por un sismo de 6.8 grados Richter que
azotó la región de Niigata con saldo de cinco muertos y 2 mil 300
heridos.
“Fue pura buena suerte que tras el sismo no se hubiera escapado más
líquido radioactivo”, observó el CNIC, que denunció el peligro de
activar otra vez los reactores.
La prefectura de Niigata estableció dos subcomités de expertos para
medir el impacto del terremoto en la planta, explicó el CNIC. Uno evaluó
la integridad y la seguridad sísmica de los reactores; el otro, las
condiciones del suelo.
“Este último subcomité”, dice el organismo japonés, “advirtió del
peligro de que otro terremoto, incluso más fuerte que el de 2007,
pudiera golpear la planta en el futuro. La población debe estar
preparada para enfrentar la posibilidad de otro desastre”.
El documento del CNIC –firmado por sus directores Hideyuki Ban, Baku Nishio y Yukio Yamaguchi– añade:
“Pese a lo anterior y antes de sacar cualquier conclusión científica,
juicios apresurados han permitido reactivar varios de los reactores.
Las operaciones comerciales se reanudaron en las unidades seis y siete.
Ello se autorizó aun antes de que finalizara el debate sobre la
seguridad de la planta. La unidad uno, el reactor más viejo y el que fue
más sacudido y dañado por el temblor, según inspecciones visuales,
comenzó pruebas de arranque el 11 de mayo de 2010 sin una discusión de
fondo y sin llevar a cabo un foro público.”
El Comité Técnico de la prefectura de Niigata le solicitó a la
Compañía de Energía Eléctrica de Tokio (Tepco, por su acrónimo en
inglés), la misma que opera los reactores de Fukushima, que probara con
datos la resistencia de las válvulas y otros equipos del reactor uno.
Pero la empresa presentó información de un proyecto de investigación de
marzo de 1983 y, por lo tanto, fue rechazada.
No obstante, el pasado 21 de julio el Comité Técnico le dio permiso a
la Tepco de reanudar las operaciones comerciales de la central de
Kashiwazaki-Kariwa.
Criterios obsoletos
El programa nuclear japonés tiene más de 40 años y en la actualidad
la tercera parte de la energía eléctrica de Japón tiene ese origen. En
1990, 55% de los japoneses estaba a favor de la energía nuclear, pero
esa cifra había caído a menos de 20% antes del accidente de Fukushima.
El hecho se explica en la pesadilla en la que se ha convertido la aventura nuclear japonesa.
El peor accidente atómico después de Chernobil –el 26 de abril de
1986 y del que nunca se informó el número de víctimas fatales– ocurrió
el 30 de septiembre de 1999 en la planta japonesa de Tokaimura, cerca de
Tokio: un mal manejo del equipo causó una sobrecarga de uranio y
cientos de miles de personas estuvieron en riesgo de contaminarse.
Además en 2002, la Agencia de Seguridad Nuclear e Industrial de Japón
(NISA, por sus siglas en inglés) descubrió que la Tepco –la productora
de energía eléctrica más importante de ese país– había falsificado 29
reportes de inspección de sus plantas y manipuló varias videocintas a
fin de ocultar las grietas de las coberturas de las vasijas en 13 de los
17 reactores que opera, entre ellos los seis de Fukushima I y los
cuatro de Fukushima II.
El presidente y cuatro ejecutivos de la firma fueron despedidos, pero
el escándalo alimentó la impopularidad de la energía nuclear.
En un cable de 2008, filtrado por WikiLeaks, un influyente político
japonés, Taro Kono, informó a los diplomáticos estadunidenses que el
Ministerio de Economía, Comercio e Industria de su país –responsable de
la energía nuclear– “había estado enmascarando accidentes nucleares y
ocultando los verdaderos costos y los problemas asociados con la
industria nuclear”.
Otro documento filtrado por WikiLeaks y publicado el jueves 17 por el
diario británico The Telegraph reveló que en 2008 un funcionario no
identificado de la Agencia Internacional de la Energía Atómica le hizo
notar al gobierno japonés, durante una reunión del grupo de seguridad
nuclear del G-8 en Tokio, que sus criterios en materia nuclear eran
“obsoletos”.
El mismo funcionario planteó que los sismos recientes habían
sobrepasado los límites previstos para ciertas centrales nucleares en
Japón, edificadas para soportar terremotos de una magnitud máxima de 7
grados.
La única respuesta del gobierno japonés fue crear un centro de urgencias en Fukushima.
Intereses
El pasado 14 de junio, la NISA presentó un reporte del estado de las
54 plantas nucleares de Japón. Casi la mitad tenía algún problema de
diversa gravedad.
En su evaluación, la NISA reportó incidentes “inaceptables” en las
plantas Shimane 1 y 2, en otras 21 halló incidentes que consideró “de
seriedad” y en dos más encontró desperfectos que requerían de vigilancia
en inspecciones futuras. Otras 19 tuvieron “incidentes menores” que no
ameritaban un control riguroso. Únicamente 10 no tuvieron problemas.
Pero entre abril de 2009 y marzo de 2010, el CNIC contabilizó 36
“incidentes mayores” en instalaciones nucleares japonesas, dos de éstos
en Fukushima.
El 6 de abril de 2009, en Fukushima I-3 fallaron los trabajos para
restaurar una unidad de control hidráulico; meses después, el 15 de
octubre, en Fukushima II-4 se redujo inesperadamente la energía cuando
se apagó una bomba de circulación en el reactor.
Pero los casos más preocupantes, todos durante 2009, fueron aquellos
en los que hubo fuga de material radiactivo: el 6 de abril en las
instalaciones de reprocesamiento de la planta de Tokai, seis días
después en el complejo Shika-2, el 23 de julio en Kashiwazaki-Kariwa-7,
el 6 de octubre en Fugen, el 22 de octubre en la planta de
reprocesamiento de Rokkasho y el 1 de diciembre en Hamaoka-3.
Los documentos del CNIC están llenos de historias que permiten
adentrarse en la ineficacia de los mecanismos de seguridad nuclear de
Japón:
El 28 de octubre, el Comité Técnico de la prefectura de Niigata
discutió si era conveniente, en términos de seguridad, reiniciar las
operaciones del reactor 5 de la central de Kashiwazaki-Kariwa (operada
por la Tepco), severamente afectada por el terremoto del 16 de julio de
2007.
Yukio Yamaguchi, codirector de CNIC refiere en su reporte: “Se tenía
programado que la reunión durara dos horas y media pero sólo duró una
hora y cuarto. El único tema sustancial que se discutió fue si las obras
para fortalecer la resistencia sísmica de la vasija del contenedor
eran o no suficientes para garantizar la seguridad. Motoe Suzuki,
miembro del comité, sugirió que de hecho se incrementaba el peligro”.
Continúa: “Un reporte que resumía los principales puntos de discusión
fue elaborado por el Subcomité de Calidad del Equipo y Seguridad
Sísmica, organismo del Comité Técnico. Ese reporte fue fruto de nueve
borradores e implicó discusiones considerables, pero los miembros del
Comité Técnico no expresaron ninguna opinión sobre las cuestiones
expuestas en él. El presidente del Comité Técnico preguntó: ‘¿En ese
caso podemos concluir que no hay problemas de seguridad?’ Su pregunta
fue respondida con un silencio aprobatorio y se pasó al siguiente punto
de la agenda. Fue realmente increíble”.
Yamaguchi dice que, en el reporte enero-febrero de este año, se
informa de una fuga radiactiva ocurrida el 10 de septiembre de 2010 en
Kashiwazaki-Kariwa-7, donde ya se había registrado un hecho similar el
23 de julio anterior.
Advirtió: “La Tepco sigue operando el reactor con una fuga en el
ensamblaje de alimentación, incluso si no ha determinado el origen del
problema. Desde entonces el nivel de radiactividad que registra el
monitor de corte de gas sigue fluctuando alrededor de las 10 unidades
por segundo o cps”. Una lectura normal, recuerda Yamaguchi, no debe
superar 1 cps.
Y relata: “Masahiro Koiwa, miembro del Comité Técnico, abordó este
asunto en la reunión del Subcomité de Calidad del Equipo y Seguridad
Sísmica que tuvo lugar el 13 de diciembre. La Tepco admitió que una
pequeña cantidad de radiactividad seguía fugándose del reactor. Incluso
si la cantidad no es muy grande, llama la atención que la Tepco tuviera
que ser obligada a reconocer que está permitiendo la operación de un
reactor con fugas radiactivas”.
El 6 de mayo de 2010 volvió a funcionar el Prototipo de Reactor
Rápido de Neutrones de Monju, desarrollado por la Agencia de Energía
Atómica de Japón (JAEA, por sus siglas en inglés). Este reactor había
sido apagado el 9 de diciembre de 1995 tras una fuga de sodio y un
incendio provocados por errores de diseño. Su mantenimiento costaba al
erario 700 mil dólares diarios.
Hideyuki Ban, codirector del CNIC, narra que el día en que se puso
nuevamente en marcha el reactor sonó una alarma de fuga radiactiva. Al
día siguiente, la alarma ya había sonado siete veces.
Ban explica en su reporte: “La parte superior del reactor está
cubierta con gas argón. Los detectores toman muestras de ese gas para
detectar ligeras fugas de radiactividad viniendo del combustible
nuclear. Como toma tiempo detectar la radiactividad, tres detectores
operan consecutivamente para conseguir una medición continua. Una alarma
se activó cuando uno de esos detectores funcionó mal. Pero la JAEA
siguió operando la planta con dos detectores. El 9 de mayo, un segundo
detector se atrofió”.
La agencia nuclear japonesa propuso entonces otro método de detección
centrado en los ensamblajes de alimentación nuclear. La NISA lo
aceptó, a pesar de que tal sistema, señala el experto japonés, es
“mucho menos preciso”.
Agrega: “La JAEA dice que el problema se debía a un ‘ruido
eléctrico’, pero era sólo una presunción. El hecho es que no se ha
determinado la causa. La JAEA dijo que reemplazaría la computadora
pertinente por otra más rápida, pero el 11 de junio una alarma sonó
indicando que la transmisión de la nueva computadora era muy lenta. El 8
de junio, el diario Denki Shimbun reportó que hasta la una de la tarde
del 6 de junio habían sonado 620 alarmas.
“Hay que recordar también que el equipo fue instalado hace 18 años.
Muchas alarmas se activan porque el equipo está deteriorado. Esta
situación demuestra que hay serios problemas con los sistemas de control
de calidad y capacidades de la JAEA.”
Fuente, vìa :
http://proceso.com.mx/rv/modHome/detalleExclusiva/89377
http://proceso.com.mx/rv/modHome/detalleExclusiva/89377
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