Al igual que las películas
gringas el presidente norteamericano, que eligió a Chile para dar un
mensaje a Latinoamérica, tiene dos secuelas. La primera saga es la
historia de un exitoso académico afroamericano con sensibilidad social
que aglutina una red social con millones de esperanzados por el cambio
en la política de la principal potencia mundial. Obama II es el chico
nacido en Honolulu convertido ya en presidente. A diferencia de la
primera entrega, ahora el protagonista promete el presupuesto militar
más grande en más de 50 años, mantiene y promueve guerras por el control
de recursos energéticos y sus orejeros vienen de lo más granado del
lobby nuclear.
UN JOVEN CON SENTIDO SOCIAL
La vida de Barack Hussein Obama II, quien nace en Honolulu, Hawaii, en 1961, resume la de las últimas generaciones de norteamericanos que son fruto de los grandes procesos migratorios hacia EEUU a principios del siglo XX. Su padre es el keniano, Barack Hussein Obama, y su madre, Shirley Ana Dunham, es una irlandesa nacida en Kansas.
Obama se graduó en la Universidad de Columbia y en la prestigiosa escuela de Derecho Harvard Law School.
Luego se entregó al trabajo comunitario al alero de la iglesia
protestante de su comunidad a la par que ejercía como abogado en
derechos civiles. Trabajó en programas de mejoras a la vivienda, y por
la disminución de los índices de criminalidad.
A principios de la década de los 90 estudió un postgrado en leyes en Harvard, donde consiguió un gran logro: ser el primer afroamericano en presidir la prestigiosa revista de derecho ‘Harvard Law Review‘. Su carrera académica lo llevó a ser profesor de Derecho constitucional en la facultad de leyes de la Universidad de Chicago desde 1992 hasta el 2004.
A la par desarrolló una carrera política al alero del Partido Demócrata en Illinois, que lo llevó a ser senador estadual entre 1997 y 2004.
El 2000 compitió por un puesto en la Cámara de Representantes, carrera que perdió pero no lo amilanó a candidatearse cuatro años después al Senado
norteamericano, venciendo las primarias de su partido y ganando en
noviembre del 2004 con un 70% de los votos. Se transformó así en el
quinto senador afroamericano en la historia del Senado estadounidense.
En su trabajo legislativo copatrocinó la
ley para el control de armas convencionales, promovió una mayor
rendición pública de cuentas en el uso de fondos federales. Su gestión
la centró en temas que cobraban relevancia para los electores bajo la
oscura presidencia de G. W. Bush, como el fraude electoral, el calentamiento global y el fin de la intervención en Irak.
En el 2008 Congress.org
lo ubicó en el undécimo lugar entre los senadores más poderosos del
país del norte. El joven senador afro quería más y un año antes había
anunciado su intención de ser el candidato demócrata a la presidencia de
EEUU en un acto lleno de simbolismo. Lo hizo frente al viejo edificio
del Capitolio estatal en Springfield, Illinois, el mismo lugar en que en 1858, Abraham Lincoln declamó su histórico discurso House Divided. Obama apeló a renovar las “esperanzas comunes y los sueños que todavía permanecen vivos”.
UN CANDIDATO ON LINE
Su campaña la articuló en torno a poner
fin a la guerra de Irak, aumentar la independencia energética y un
sistema de salud universal. Para financiarla recurrió a las
contribuciones a través de las redes sociales, superando ampliamente a
su contrincante, Hillary Clinton. El junio del 2008 es nominado candidato a presidente por el Partido Demócrata. Debía hacer frente al senador republicano. John McCain.
Su juventud, su carisma, su origen
afroamericano y su destacada carrera académica convencieron a muchos
para poner sus esperanzas de cambio en él. La belicista administración
de G. W. Bush y el continuismo que significaba McCain eran la
contraparte.
Un primer golpe de Obama fue rechazar el
aporte público para la candidatura y apostar por el financiamiento
directo de los electores. Logó juntar más de 340 millones de dólares,
dos tercios de los cuales lo pusieron un millón de donantes on line. Otro millón más de norteamericanos se sumaron a su campaña a través de redes sociales como Facebook y MySpace.
Estos organizaron más de 50.000 eventos a lo largo del país. Una
experiencia sin precedentes en la historia político de los EEUU.
Su campaña sumó más de 1.400.000
direcciones de correo electrónico proporcionadas por los simpatizantes,
100 mil perfiles de usuario y la creación de unos 50 mil blogs de apoyo. El soporte lo entregó Blue State Digital, que diseñó las herramientas web a usar y la operatividad para desarrollar comunidades y redes sociales online. Incluso reclutaron al joven Chris Hughes, cofundador de Facebook.
‘Yes, we can change’- fue el
eslogan de la campaña, lo que reencantó con la política a millones de
norteamericanos cansados de la administración de G. W. Bush.
El 4 de noviembre del 2008, Barack Obama
obtuvo el 64,9% de los votos emitidos en los colegios electorales
norteamericanos. Así el joven afroamericano hijo de inmigrantes se
convirtió en el presidente número 44 de EEUU. Tenía sólo 47 años.
REFORMA DE SALUD
En sus primeros días de gobierno, Obama
se preocupó de desmontar algunas políticas de su antecesor. Eliminó la
obligación a las ONG que reciben fondos federales de abstenerse de
promover o realizar servicios abortivos en otros países, suscribió
medidas contra el lobby y los grupos de presión y otras acciones para fomentar la transparencia de su gobierno.
También pidió al Ejército un plan de retiro de las tropas en Irak y la revisión de todas las detenciones en Guantánamo.
Su primera ley fue de Equidad Salarial y le siguió otra destinada a
expandir el Programa de Seguro Sanitario Infantil (SCHIP por sus siglas
en inglés) que amplió la cobertura médica de cuatro millones de niños
sin seguro. Otra iniciativa fue permitir el uso de fondos federales para
la investigación con células madre embrionarias.
En un guiño a la comunidad latina, nombró a Sonia Sotomayor como juez del Tribunal Supremo, cargo en el que fue ratificada por el Senado. Es la primera mujer hispana en dicho cargo.
Uno de sus proyectos estrella, la Ley de
Reforma Sanitaria, que persiguió ampliar la cobertura médica a todos
los ciudadanos estadounidenses es la que más le costó sacar adelante. El
proyecto de ley fue presentando en julio del 2009 y las negociaciones
con la oposición republicana fueron extensas, sobre todo por el cerrado
rechazo del conservador Tea Party Movement. Finalmente,
en marzo del 2010, por un estrecho margen de votos logró aprobar la
iniciativa, claro que con serias modificaciones.
Unos 32 millones de norteamericanos que
hoy no tienen cobertura sanitaria podrán tenerla el 2014 con esta ley.
Ese año se inician las subvenciones públicas a las familias de renta
baja para que accedan a una póliza de salud.
La reforma benefició también a los
enfermos, quienes antes eran rechazados por las aseguradoras privadas de
salud, sean niños enfermos de cáncer o ancianos que pagaron su póliza
toda su vida, pero que eran rechazados por las prestadoras de salud
cuando se enfrentaban a una enfermedad terminal. La nueva ley prohíbe
dicha práctica y el límite que antes ponían al gasto por persona.
LAS DECEPCIONES
En octubre del 2009 Obama recibió el
Premio Nobel de la Paz. En el edicto de la Academia Sueca se hace
hincapié en sus esfuerzos diplomáticos en pro del desarme nuclear, la
consecución de un proceso de paz en Oriente Medio y el fomento de la lucha contra el cambio climático.
El problema es que la posición de EEUU en la Cumbre de Cambio Climático celebrada a fines de ese año en Copenhague no
varió mucho respecto de la administración de G. W. Bush y no hubo
compromiso alguno en reducir el número de emisiones contaminantes.
Entre los asesores de Obama está Jeffrey Immelt, jefe de General Electric,
empresa con grandes acciones e intereses en el negocio nuclear. Su
presencia se notó cuando el presidente afroamericano dio a dicha
industria una garantía de préstamos de 36.000 millones de dólares para
un nuevo reactor en el presupuesto de 2012.
Otra cosa es el lobby armado, una de las principales industrias norteamericanas. El analista argentino Juan Gelman, comenta que “durante la gira asiática que realizó en noviembre del año pasado, cerró con India un acuerdo preliminar por valor de 4.100 millones de dólares, el precio total de diez Boeing C-17. Poco antes, el 20 de octubre, envió al Congreso para su aprobación los términos de la exportación a Arabia Saudí de jets,
helicópteros, misiles y más por el monto de 60.000 millones de dólares,
la mayor venta de armas a un solo país en la historia de EE.UU.”.
EE.UU. es el país que más gasta en armas de todo el orbe. Cifras del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (Sipri) acusan que el presupuesto del Pentágono para
defensa fue de 725.000 millones de dólares para el año 2011. La cifra
es la más grande desde la Segunda Guerra Mundial y es un 8 por ciento
superior al de 2010; más del doble del que aprobó W. Bush en 2001 y casi
la mitad de lo que el mundo entero invierte en armas.
Otra promesa de la campaña de Obama, el
fin de la guerra en Irak, en vez de cumplirse se intensificó. Si bien
redujo las tropas en el país petrolero, las aumentó en Afganistán y mantiene como jefe del Pentágono a Robert Gates, afamado belicista nombrado por G. W. Bush, luego de la salida de Donald Rumsfeld.
Bajo su gestión se intensificó el uso de
drones, aviones no tripulados a control remoto, en los bombardeos en
suelo afgano. En febrero la estrategia le costó la vida a nueve niños
que recogían leña en las montañas del país asiático.
Obama tampoco ha dejado la hostilidad de sus predecesores hacia Corea del Norte e Irán y,
pese al ordenado cierre de Guantánamo, sus prisioneros fueron
transferidos a otros centros de reclusión, la tortura no se ha dejado de
practicar y el 2010 se decretó la reapertura de procesos a cargo de
‘comisiones militares’ que pueden mantener a los acusados presos de por
vida sin cargos ni juicios.
Ni
por cortesía con los dueños de casa, el presidente norteamericano dejó
de reproducir el tono belicista que ha caracterizado a sus antecesores.
Así ocurrió con el anuncio del inicio del ataque aéreo a Libia hecho desde la oficina de la mandataria brasilera, Dilma Rousseff, en Planalto, Brasilia.
Brasil se opuso a una intervención armada en el país africano. Quienes estuvieron presentes en el impasse cuentan
que mientras Obama estaba en su reunión privada con Rousseff en
Planalto, sede del gobierno brasileño, un asesor se acercó al Presidente
y le entregó un papelito. El presidente norteamericano pidió excusas a
su anfitriona y allí mismo, por teléfono, dijo un alto y claro
“procedan”.
A los pocos minutos, al otro lado del
mapa, en el norte africano, países cuyas relación con Brasil se han
estrechado desde el gobierno de Lula, comenzaba el bombardeo de la flota naval norteamericana sobre Libia.
Se comenta que Dilma salió enojadísima
del encuentro y la situación provocó que se cancelara la conferencia de
prensa que ambos mandatarios iban a dar. El hecho se suma a los modestos
avances en la relación bilateral, la obliteración del pedido brasileño
de modificar instituciones como el Consejo de Seguridad de la ONU y una relación de intercambio económico de igualdad.
El escritor uruguayo, Eduardo Galeano,
quizás sintetizó de la mejor manera las sensaciones ante el presidente
Obama. En una entrevista comentó: “Uno de mis maestros, don Carlos Quijano,
solía decir: ‘Todos los pecados tienen redención. Todos menos uno. Es
imperdonable pecar contra la esperanza’. Con el tiempo aprendí cuánta
razón tenía. Lamentablemente, Obama está pecando contra la esperanza que
él mismo supo despertar, en su país y en el mundo. Aumentó los gastos
de guerra, que ahora devoran la mitad de su presupuesto. ¿Defensa contra
quién, en un país invadido por nadie, que ha invadido y sigue
invadiendo a casi todos los demás? Y, para colmo, ese chiste de mal
gusto de recibir el Nobel de la Paz pronunciando un elogio de la
guerra”.
Por M.B.R.
El Ciudadano
http://www.elciudadano.cl/2011/03/21/quien-es-realmente-obama-el-visitante/
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