Un
balance mínimo del primer año del actual gobierno plantea una cuestión
de entrada, si acaso estamos ante el primer gobierno de derecha en
pos-dictadura o, bien, se trata –más bien- del gobierno de Sebastián Piñera.
La pregunta no es baladí y nos lleva a uno de los rasgos centrales que
caracteriza a la actual administración: Estamos ante un gobierno
“mediático-personalizado”. Esto quiere decir que el actual gobierno
organiza su imagen en torno a la figura del presidente que exhibe sus
actuaciones a través de los medios de comunicación. Esta
“personalización” extrema se afirma, por cierto, en una cierta tradición
presidencialista, pero sobre todo, en la hegemonía mediática sin
contrapeso que ejercen los sectores empresariales ligados a la derecha.
La “personalización” de la política sigue el modelo del “Star System”,
en que una estrella seduce a su público en cada presentación. Sebastián
Piñera ha tenido la astucia de asociarse a cada suceso o episodio que
le asegure adrenalina y buena prensa, convirtiéndolo en una verdadera
“performance”. El caso de los mineros atrapados en la mina San José
es más que elocuente. Si bien esta modalidad fortalece la imagen
presidencial, no resulta evidente que de esta fortaleza se beneficie el
sector político que le apoya. Más bien al contrario, la experiencia
enseña que la figura del primer mandatario se disocia con facilidad de
sus partidos políticos, tal fue el caso de la señora Bachelet respecto de la Concertación.
El gran despliegue
mediático-personalizado que ha exhibido el gobierno de Sebastián Piñera
ha encontrado un terreno más que propicio en el Chile
actual. Los partidos y personeros de la Concertación –principal
conglomerado opositor- se encuentran desprestigiados, divididos y
faltos de un proyecto político digno de tal nombre. Esto se traduce en
una oposición escasa o nula, tanto en el plano mediático, político
parlamentario y político social. Durante el primer año en su nuevo papel
de oposición al gobierno, la Concertación ha protagonizado bochornosos
episodios que han significado aprobar iniciativas gubernamentales sin
mayor trámite.
Desde un punto de vista macro–político,
si se quiere, la debilidad de la oposición se relaciona con el escaso
contraste que se puede establecer entre lo que fueron las políticas
públicas concertacionista y aquellas que se implementan en la
actualidad. El gobierno del señor Piñera se instala más en una sutil
escala de grises que en el clásico blanco-negro de izquierdas y
derechas. Hasta aquí, el gobierno Piñera puede ser caracterizado como
una forma sui generis de “reformismo de derechas” que no
establece diferencias netas respecto de lo que fue el diseño de la
Concertación. La “diferenciación marginal”, por decirlo así, se juega
más bien en una cuestión de énfasis y estilos. En pocas palabras: Sea
que se trate de un elogio o un insulto, para unos u otros, habría que
decir que el gobierno Piñera se parece mucho a los gobiernos
concertacionistas.
Finalmente, no podemos olvidar que este
primer año de gobierno de Sebastián Piñera ha sido anómalo en varios
sentidos. No obstante, permite trazar un horizonte de más largo aliento.
Más que ante una nueva manera de gobernar, constatamos que estamos ante
un “estilo Piñera” que se ha impuesto como impronta de su gobierno y
que la derecha ha aceptado, aunque con la incomodidad de muchos
sectores. Este nuevo estilo asegura presencia mediática y,
eventualmente, popularidad. Con tres salvedades, primera, nada asegura
que la popularidad de la figura presidencial sea endosable a los
diversos partidos de derecha; segunda, el “rating”
circunstancial de un ícono, que, bien lo sabemos, es de suyo efímero, no
garantiza la continuidad de un gobierno que se proyecte más allá del
rostro sonriente del señor presidente, Sebastián Piñera. Por último, el
éxito mediático no obedece a la misma lógica de la movilización social
que ha irrumpido inquietante, sea como el combativo grito mapuche en Araucanía o como negros nubarrones magallánicos.
Por Álvaro Cuadra
Investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados. Elap. Universidad Arcis
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