Los
procesos religiosos dan sorpresas. Porque como las sociedades, son
complejos y no lineales ni totalmente predecibles. Aunque lo religioso
no gobierne la vida pública de la mayoría de las naciones
contemporáneas, de todas maneras está presente en las vidas de las
personas y les lleva a construir su cotidianidad.
Por décadas durante el siglo XX los sociólogos predijeron la
creciente secularización de las sociedades y la declinación de la
religión. Suponían que los avances educativos y tecnológicos
desplazarían la dimensión de la espiritualidad a reductos poco
privilegiados por el bienestar socioeconómico. Esas explicaciones
basaban sus observaciones en las crisis de las instituciones religiosas y
su cada vez menor influencia en los horizontes valorativos y
pragmáticos de las personas.
Mientras las instituciones religiosas entraron en un ciclo de
debilitamiento, lo religioso se reconstituyó con movimientos populares
que fueron ganando terreno incluso en la institucionalidad religiosa que
experimentaba graves crisis. Por ejemplo, el pentecostalismo que se
diseminó a partir de su implantación en los márgenes de la sociedad
estadunidense, y liderado por un predicador itinerante afroamericano en
la primera década del siglo XX, poco a poco tuvo avances hasta
transformarse en la corriente dominante en el cristianismo evangélico
contemporáneo.
La renovación carismática católica, muy influida en sus desarrollos
por el movimiento pentecostal evangélico, pronto desbordó los controles
de la jerarquía que deseaba normar el desarrollo de la experiencia. En
América Latina grupos que iniciaron como carismáticos católicos tomaron
el camino de la independencia y se constituyeron en agrupaciones de
corte evangélico, a juzgar por el núcleo de las creencias que difunden.
La revigorización del evangelicalismo global ha cambiado su centro
del norte a los países del sur. Los flujos migratorios a Europa y
Estados Unidos provenientes de África, Asia y América Latina están
cambiando el rostro del predominante protestantismo blanco. De la misma
manera, en el caso de Estados Unidos el catolicismo se ha revivificado
por los flujos de inmigrantes latinoamericanos, que llevan su fe al
corazón de una sociedad que los margina y hasta los considera
destructivos del ethos anglosajón, como lo expresó Samuel P. Huntington.
Las expresiones religiosas se han diversificado y su control, por así
llamarlo, tiene muchos polos. No se vislumbra una reconcentración del
poder en la administración de los bienes simbólicos de salvación en
pocas manos, ni el verticalismo puede autoconsiderarse que tiene el
espacio libre para ejercer su gobierno sin los cuestionamientos de
feligreses crecientemente participativos.
El fundamentalismo, su vertiente integrista, que busca generalizar a
las sociedades el núcleo de sus creencias religiosas, no va a cesar en
sus intentos de confesionalizar la vida pública. Sin embargo, uno de sus
diques son los propios creyentes que entienden sin problemas que la
ética derivada de unas ciertas convicciones religiosas no debe, ni
puede, imponerse a quienes no comparten el núcleo identitario
confesional. En este sentido, entre los bienquerientes del Estado laico
se encuentran no nada más los que conciben la laicidad como una barrera
contra las intentonas de los integristas, sino que en sus filas también
se encuentran quienes desde una convicción religiosa están a favor del
Estado laico porque es la garantía de que los distintos credos y sus
partidarios puedan expresarse con libertad, a la vez que respetan la
libertad de la adscripción religiosa de los demás.
Las dos fuerzas religiosas que más adeptos ganan en el mundo
contemporáneo son el protestantismo conservador (el cristianismo
evangélico) y el Islam. Los dos movimientos tienen en su seno tendencias
integristas, que anhelan, y se movilizan, para dominar la vida pública.
Sus militantes conciben a los otros y otras como objetos de su dominio,
infieles a los que es necesario imponerles creencias y éticas por su
propio bien. En esta óptica no importan los proyectos y sentires de los
tenidos por impuros, sino lo central es lo que se busca sean normas
generales dictadas por un corpus divino administrado por una jerarquía intocable.
El mercado religioso, en realidad un súper mercado, incorpora nuevas productos todos los días. El árbol de las creencias siempre está reverdeciendo. Tiene ramas que son exóticas para los acostumbrados a determinados frutos, que son los
El futuro religioso de nuestro país será de mayor diversificación. Las cifras que aporte el Censo de 2010 van a ir en esa dirección. La Iglesia católica continuará como la que concentra más adeptos, o más personas que dijeron identificarse con ese credo. Pero no sería sorprendente si el porcentaje de población que se reconoce con esa institución religiosa es de 80 por ciento o un poco más, cuando hace 20 años prácticamente fue de 90 por ciento.
De alguna manera la diversificación religiosa muestra un rostro de la democratización cultural de las sociedades, evidencia procesos de apertura personal y grupal. Los nostálgicos de una supuesta identidad religiosa monolítica, que por otra parte nunca ha existido, no se sentirán cómodos en un ambiente de intensa competencia religiosa, Pero la cuestión no es, ni será, de gustos sino de realidades, que se transforman en un abanico multicolor.
El mercado religioso, en realidad un súper mercado, incorpora nuevas productos todos los días. El árbol de las creencias siempre está reverdeciendo. Tiene ramas que son exóticas para los acostumbrados a determinados frutos, que son los
normales. La globalización está en todos los órdenes de la vida social, y el religioso no puede estar exento de ese desarrollo.
El futuro religioso de nuestro país será de mayor diversificación. Las cifras que aporte el Censo de 2010 van a ir en esa dirección. La Iglesia católica continuará como la que concentra más adeptos, o más personas que dijeron identificarse con ese credo. Pero no sería sorprendente si el porcentaje de población que se reconoce con esa institución religiosa es de 80 por ciento o un poco más, cuando hace 20 años prácticamente fue de 90 por ciento.
De alguna manera la diversificación religiosa muestra un rostro de la democratización cultural de las sociedades, evidencia procesos de apertura personal y grupal. Los nostálgicos de una supuesta identidad religiosa monolítica, que por otra parte nunca ha existido, no se sentirán cómodos en un ambiente de intensa competencia religiosa, Pero la cuestión no es, ni será, de gustos sino de realidades, que se transforman en un abanico multicolor.
Fuente, vìa :
http://www.jornada.unam.mx/2011/02/23/index.php?section=opinion&article=026a1pol
http://www.jornada.unam.mx/2011/02/23/index.php?section=opinion&article=026a1pol
No hay comentarios:
Publicar un comentario