El país tiene memoria de lo que demoraron meses atrás las autoridades
y los medios de comunicación en reaccionar frente a una prolongada
huelga de hambre de los presos políticos mapuche en las cárceles del
sur. Cuando la protesta llegó a amenazar severamente la vida de los
comuneros, es cuando el Gobierno y los grandes medios de prensa se
ocuparon del tema y se propusieron evitar un desenlace fatal, bajo la
promesa de renunciar a la aplicación de la Ley Antiterrorista invocada
por el gobierno de Michelle Bachelet para encauzar a Héctor Llaitul y
otros dirigentes de la Coordinadora Arauco Malleco (CAM). Uno de los
principales referentes de nuestra etnia principal que por 200 años ha
sufrido la discriminación del estado chileno y todos los regímenes
republicanos.
Acudiendo a la Iglesia Católica como “garante”, el gobierno de
Sebastián Piñera logró que los rebeldes depusieran su huelga de hambre a
cambio de conseguir una formalización procesal más benigna para los
imputados, valiéndose de la disposición de los huelguistas a enfrentar
un juicio que les permitiera demostrar su inocencia frente a los
inconsistentes y severos cargos del Ministerio público. Pero lo que
apreciamos hasta hoy es que los procesados son víctima de acusaciones
infundadas y testigos anónimos que, incluso, han llegado a prestar
declaraciones judiciales bajo el apremio de la tortura y el soborno. Es
escandaloso que una vez depuesta la Huelga de Hambre, los fiscales se
reiteren en los mismos vicios procesales a fin de propinarles a estos
dirigentes una condena que , a no dudarlo, tiene objetivos políticos más
que penales.
En estos días se llevan a cabo en Cañete las audiencias finales de un
proceso espurio que podría traerle a Chile drásticas sanciones
internacionales por la forma en que se aplica una legalidad represiva
heredada de la Dictadura y que, por lo mismo, viola flagrantemente los
fundamentos de un justo proceso. Ante los excesos procesales reconocidos
por las propias autoridades políticas, éstas se excusan en la
imposibilidad de intervenir frente a la “autonomía” de otro poder del
Estado. Con lo que arriesgan que Llaitul y otros líderes mapuche
resulten condenados y se reactive un conflicto que puede tener serias
consecuencias en la paz de la Araucanía y del país entero. Cuando se
sabe que la causa de esta etnia compromete la adhesión de la gran
mayoría de los chilenos, además de la solidaridad mundial a favor de
que se les restituyan a los indígenas sus tierras arrebatadas, se les
reconozca su identidad de minoría étnica y derecho a ciertas formas de
autonomía.
Por cierto que los voceros oficiales eluden el tema y los medios
adictos hacen caso omiso de lo que acontece en este juicio seguido por
un buen número de observadores internacionales y apenas dos o tres
medios informativos, como nuestra Radio Universidad de Chile. Tampoco se
observa de la entidad “garante” alguna acción para que se cumplan las
promesas verbales de La Moneda, las que no quedaron por escrito por un
acto de confianza ingenuo de los líderes de la CAM y que hoy puede
costarles caro si es que el Tribunal de la causa cede a las presiones de
los empresarios de la Araucanía. Verdaderos forajidos empeñados en que
el Estado chileno continúe en la senda de defender sus privilegios y
despojos, como consolidar un clima de terror en las comunidades donde
viven “los más pobres entre los pobres”, según el decir de los obispos
católicos. La gran prensa sólo reacciona ante los conatos de violencia
que surgen en la Araucanía para estigmatizar, siempre, la lucha de los
mapuches por sus derechos humanos conculcados de forma sistemática. Se
los acusa de violentistas y criminales a pesar de la imposibilidad de
los tribunales de la zona de probar las imputaciones, lo que explica que
recurran a falsos testimonios para evitar que los juicios se desbaraten
totalmente y caigan en el completo ridículo. Cuando ya la evidencias
señalan que las únicas víctimas de estos episodios son los propios
comuneros, agredidos criminalmente por la policía como ha quedado de
manifiesto en el caso de los mapuches ultimados por la espalda.
Ni el Gobierno cumple su palabra empeñada, ni la Iglesia garante
exige – hasta aquí- que ésta se haga efectiva. Todo bajo la
complicidad, por cierto, de los grandes medios de prensa y canales de
televisión. Sin embargo, los que llegan al desparpajo son los partidos
políticos, parlamentarios y otros que, sumidos en sus querellas
internas, no tienen tiempo de sensibilizarse frente a la pavorosa
injusticia que se urde para silenciar la lucha de los mapuche y condenar
a la prisión a quienes no tienen responsabilidad alguna en los delitos
que se les imputan. Si es que siquiera constituyen delito aquellas
acciones de justa autodefensa contra el acoso policial y la prepotencia
de las empresas que se enseñorean en la zona. En otra manifestación
evidente de que en más de dos décadas de post dictadura, lo que hemos
tenido es un grosero co gobierno de la Concertación y la Alianza por
Chile, cebados todos por el régimen institucional y el sistema económico
que les legara Pinochet. El autor, precisamente, de la Ley
Antiterrorista que a este gobierno y a sus antecesores les sirvió para
poner en práctica una nueva “pacificación de la Araucanía”.
Fuente, vìa :
http://radio.uchile.cl/columnas/101333/
http://radio.uchile.cl/columnas/101333/
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