La Corte de Apelaciones de Santiago de Chile inició las primeras
diligencias con el propósito de investigar la muerte de Salvador
Allende, al tiempo que el Programa de Derechos Humanos del Ministerio
del Interior se apresta a interponer una querella por homicidio
calificado cometido en contra del presidente socialista. Ambos procesos
judiciales atizan las sospechas de que, en realidad, Allende no se
suicidó con el fusil que le regaló Fidel Castro, sino que los militares
lo asesinaron durante el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973.
Valparaíso, 16 de febrero (Proceso).- La apertura de un proceso
judicial que investiga la muerte de Salvador Allende pone en entredicho
la “versión oficial”, según la cual el expresidente socialista se
suicidó con el fusil AK-47 que le regaló el líder de la Revolución
cubana, Fidel Castro.
Esta versión se basa en el relato del doctor Patricio Guijón, quien
asegura ser el único testigo presencial de la muerte de Allende, y en
el informe de autopsia practicada al cuerpo del exmandatario el mismo
día del golpe –11 de septiembre de 1973– en el departamento de
otorrinolaringología del Hospital Militar, que sólo fue conocido en el
2000, con motivo de la publicación del libro La conjura: los mil y un
días del golpe, escrita por la periodista Mónica González.
En el informe de autopsia se afirma: “La causa de la muerte es una
herida a bala cérvico-buco-cráneo-encefálica reciente, con salida de
proyectil (...) El disparo corresponde a los llamados ‘de corta
distancia’ en medicina legal (...) El disparo ha podido ser hecho por la
propia persona”.
Guijón ha sostenido en numerosas entrevistas –la última el pasado 28
de enero a Radio Cooperativa– que cuando los militares entraron al
Palacio de La Moneda, Allende ordenó al medio centenar de personas que
resistían el ataque militar que hicieran una fila frente a la escalera
que baja hacia la puerta de la calle Morandé. Según Guijón, el
mandatario se formó al final de ésta. Sin que nadie lo advirtiera,
regresó al Salón Independencia ubicado en el segundo piso.
Guijón dice que también él regresó, aunque no para seguir a Allende,
sino para buscar una máscara antigases que olvidó en el suelo de dicho
salón. Afirma que al asomarse por la puerta entreabierta vio a Allende
dispararse con una metralleta y que observó cómo su cabeza estalló.
Esta versión fue apoyada por otros dos médicos que estuvieron con
Allende ese día: Arturo Jirón y Oscar Soto, pero que no presenciaron su
muerte.
El relato de Guijón, que fue ampliamente difundido por la Junta
Militar, fue asumido como verdadero por la familia de Allende y por el
Partido Socialista después de la exhumación de los restos del
expresidente que se realizó el 17 de agosto de 1990 en el cementerio
Santa Inés de Viña del Mar.
Dicha exhumación se llevó a cabo de noche, en el más completo sigilo y
en presencia de un puñado de personas, entre las que destacaba el
ministro secretario general de Gobierno, Enrique Correa. Ahí, el doctor
Jirón realizó una revisión ocular de los restos de Allende. El
procedimiento se hizo a lado de la tumba, con apoyo de unas linternas y
duró poco más de un minuto, lapso de tiempo en que los restos fueron
cambiados del féretro a una urna. Jirón llegó a la convicción de que el
esqueleto correspondía a Allende a partir de que reconoció un chaleco y
los zapatos. Las imágenes de esta exhumación fueron exhibidas por
primera vez en 2009. Vienen contenidas en el documental Caso Cerrado,
producido por la Televisión Española (TVE), el cual apoya la tesis del
suicidio.
Decisivo para la aceptación de la tesis oficial fue el reportaje El
suicidio de Allende, que el periodista Francisco Martorell publicó en el
semanario Análisis en septiembre de 1990. El texto sostiene:
“Hasta el 17 de agosto de este año (…) existían serias dudas de que
Allende se hubiera suicidado (…) Sin embargo, el resultado de la
exhumación y reducción de los restos del presidente Allende (…) demostró
que el cadáver (…) tenía un orificio en el cráneo que puede
corresponder a un disparo de tipo suicida. Los que vieron los restos de
Allende y sumaron a ello los antecedentes que tenían, están en
condiciones de afirmar que Allende se quitó la vida.”
Inconsistencias
Esta versión estuvo cerca de convertirse en definitiva. Sin embargo,
el destacado médico forense Luis Ravanal publicó el 8 de septiembre de
2008 un informe que analiza en profundidad la autopsia Nº 2449/73 hecha
a Salvador Allende por los médicos José Luis Vásquez y Tomás Tobar la
noche del 11 de septiembre de 1973 en el Hospital Militar.
Con base en dicho análisis, Ravanal concluyó que “Allende recibió un
impacto de un proyectil, proveniente de un arma de bajo calibre, que
entró por la cara en la zona próxima al globo ocular derecho y salió por
la zona parietal posterior. Y a los pocos momentos de muerto, para
simular un suicidio, se le dio un disparo bajo el mentón” (Proceso No.
1664).
Previamente a este análisis, Proceso publicó un texto titulado: Las
dudas (No. 1651) que expone diversos elementos que cuestionan la versión
de que Allende se suicidó.
Cuando se conoció el informe del doctor Ravanal, el nieto del
expresidente, Gonzalo Mesa Allende, declaró a Radio Cooperativa que
durante la exhumación de su abuelo se había hecho un segundo informe
forense en el que se ratificaba la versión oficial del suicidio. Afirmó
que éste no se dio a conocer porque era “un secreto de familia”.
En entrevista con Proceso, Ravanal señala las inconsistencias de la
versión de Guijón. Afirma que si Allende se hubiera disparado con el
arma AK debajo de la mandíbula y cuando permanecía sentado, tendría que
haber escurrido sangre por el cuello. En la foto del cuerpo de Allende
que los militares difundieron “en todo el chaleco y el cuello no hay
ninguna gota de sangre ¿Cómo se explica eso?”.
El médico legista afirma que esta foto demuestra que Allende murió en
otro lugar del salón y que tanto su cuerpo como el arma fueron
trasladados hacia el sillón en el que supuestamente se les encontró.
Según Guijón, fue él mismo quien tomó el arma y la puso a su lado.
Incluso dice haberle tomado el pulso a Allende y haberse quedado junto a
su cadáver muerto durante 10 minutos. A Ravanal esta explicación no le
parece verosímil.
El médico legista señala otro elemento que pone en duda la versión
del suicidio: la autopsia se hizo en el Departamento de
Otorrinolaringología del Hospital Militar y no en el Servicio Médico
Legal –“que es donde debe hacerse este tipo de exámenes, según establece
el Código de Procesamiento Penal”– ni se permitió la entrada a médicos
independientes.
Ravanal indica que en el reporte de la Policía Técnica de
Investigaciones –que aparece contenido en el informe de autopsia– “se
habla que habían múltiples proyectiles de bala, de bajo calibre en el
área”. A partir de ello, el especialista se pregunta: “¿Dónde están esas
armas? ¿Quién las disparó? ¿Uno de esos proyectiles de bala de
pistolas pudieron también causarle la muerte? Toda esta evidencia la
hicieron desaparecer. ¿Por qué lo hicieron?”.
Hasta la fecha no se conoce el expediente del proceso por la muerte
de Allende que estuvo a cargo del titular de la Primera Fiscalía
Militar, Joaquín Earlbaum, y que se cerró el 20 de septiembre de 1973
sin castigados ni inculpados. Allí debieran estar 70 fotos que los
peritos de la Policía de Investigaciones tomaron al cadáver del
expresidente y al sitio del suceso.
El capitán Riveros
El fiscal Eugene Propper, que investigó el asesinato en Washington
del excanciller de Allende, Orlando Letelier, revela en su libro
Laberinto el nombre del oficial del ejército que, según él, habría
matado a Allende: René Ontiveros.
Según Propper, este dato se lo proporcionó quien fue jefe del FBI en
Argentina, Robert Scherrer. “El capitán René Riveros era un héroe
especial para algunos de sus colegas de las Fuerzas Armadas (de Chile)
porque él fue quien mató al presidente Allende en el asalto a La
Moneda”, escribió Propper en su libro.
En entrevista con Proceso, John Dinges, excorresponsal en Chile del
diario The Washington Post, reveló que Scherrer le dio en 1979 esa
versión a él y al también periodista Saul Landau. Dinges consideraba a
Scherrer –quien ya murió– “una fuente de oro”.
Dinges señala que Riveros “era un oficial del ejército que después
perteneció a la Dirección Nacional de Inteligencia (Dina). Viajó a
Estados Unidos con pasaporte falso a nombre de Juan Williams, como parte
de la operación de asesinato de Letelier”.
Hugo Pavez, abogado del Programa de Derechos Humanos del Ministerio
del Interior –y quien redactó una querella por el homicidio de Allende–
sostiene que la versión del doctor Guijón le merece “muchas dudas”. No
cree que haya podido ver el supuesto suicidio de Allende debido a que
en el interior de La Moneda “había oscuridad y gases lacrimógenos que,
junto con el humo del gran incendio, hacían el ambiente irrespirable”.
Ravanal –quien se muestra satisfecho por el inicio de la
investigación judicial sobre la muerte de Allende– dice que le va a
hacer llegar su informe forense al juez de la causa, Mario Carroza.
Con relación a qué es lo que habría que hacer para esclarecer la
muerte de Allende, afirma: “lo primero es analizar los restos de
Salvador Allende, realizando pruebas de ADN. Para esto sería necesaria
una nueva exhumación”.
Luego, sostiene, se requiere un estudio detallado de todo el
esqueleto, “en especial del cráneo, al que habría que reconstruir con la
finalidad de analizar las características de los orificios de
proyectil”.
Dice que también habría que hacer estudios iónicos para buscar
residuos metálicos y de pólvora, tanto en el cráneo como en el o los
orificios de bala (en su estudio afirma que serían dos los balazos).
Especial importancia le asigna al orificio de salida redondeado que
aparece descrito en la autopsia como el único disparo presente que sería
de naturaleza suicida.
Explica: “Si esa pieza estuviese presente, si se encuentra, se
echaría por tierra la tesis que asegura que sólo se efectuó un disparo
(de AK-47). Tendríamos la confirmación de que hubo un disparo por un
arma de menor calibre, de menor velocidad; es decir, con una pistola o
con un revólver”.
Comenta que los fusiles de gran potencia como el AK-47, que hacen
disparos de alta velocidad (700 metros por segundo), no dejan orificios
sino que provocan estallidos en el cerebro. “Cuando un proyectil de
arma de guerra penetra, la energía cinética que entra en contacto con
los tejidos blandos, específicamente el encéfalo, provoca un efecto de
estallido, de tal forma que no deja un orificio de salida, sino que
estalla todo, lo fragmenta y explota”.
El miembro del Grupo de Amigos del Presidente (GAP), Renato González
–mejor conocido como Eladio– quien el 11 de septiembre de 1973 combatió
junto con Allende, señaló en junio de 2008 que no cree en la tesis del
suicidio (Proceso No. 1664). “Allende siempre luchó y de haber
querido morir hubiera preferido hacerlo en combate”, afirmó.
Fuente, vìa :
http://proceso.com.mx/rv/modHome/detalleExclusiva/88513
http://proceso.com.mx/rv/modHome/detalleExclusiva/88513
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