lunes, 31 de enero de 2011

Sociedad : Oprobio disfrazado. Destruir un casa para salvar a un pueblo: vieja-nueva filosofía imperialista. Naief Yehya

En el rincón inferior izquierdo de la portada del New York Times del 17 de noviembre de 2010, el título de un artículo parecía no querer llamar demasiado la atención, como si intentara camuflarse entre otras noticias. No era para menos ya que, a pesar de las buenas intenciones de los editores del diario y de la barroca redacción del título, siempre es difícil hacer digerible el anuncio:  “Para salvar vidas, la otan está arrasando hogares afganos repletos de trampas.” Hay una obscenidad implícita en la propuesta de demoler casas para “salvar vidas”, y más cuando ni el gobierno de la provincia de Kandahar ni el propio portavoz de la otan pueden precisar cuántas casas serán destruidas. Según el artículo de Taimoor Shah y Rod Nordland, las tropas invasoras gozan del apoyo del gobierno afgano e incluso de algunos residentes a quienes prometen recompensa. En algunas áreas (como en el distrito de Zhare) el ejército estadunidense está destruyendo sistemáticamente todas las casas abandonadas. Tras responsabilizar al Talibán por la destrucción, el gobernador del distrito, Shah Muhammed Ahmadi, declaró: “Tuvimos que destruirlas por seguridad.” Esto es un remix contemporáneo de la idea:  “Hay que destruir una aldea para salvarla.” ¿Cómo contribuye esta campaña a la fantasía de los invasores de “conquistar corazones y mentes”?
La nueva geografía del desamparo
El ejército estadunidense afirma que han documentado y grabado en video todas las destrucciones con el fin de pagar los daños. Esta es una estrategia paradójica, condescendiente e hipócrita del invasor que desprecia esas casas construidas con materiales extremadamente humildes, y que piensa que los locales estarán felices y agradecidos si les dan unos cuantos cientos de dólares a cambio de sus hogares y memorias. Aparte de casas y estructuras, árboles y tierras de cultivo, también han arrasado caminos y creado otros nuevos que pasan por propiedades y casas, con lo cual se siembran nuevos problemas para el futuro. Por si el terror, el abuso y la humillación no fueran suficientes, ya comienza el invierno y cualquier construcción amenaza con retrasarse por meses, dejando a cientos o miles desamparados en los meses más crueles del año. En otra parte el artículo señala que esta destrucción también tiene como objetivo evitar que el Talibán cuente con refugio y posiciones para pelear, lo cual parece más realista que la fantasía de salvar pueblos volando hogares con misiles y cohetes.
Espacios desnudos
La destrucción de casas trajo a mi memoria el fabuloso documental y ensayo etnográfico Naked Spaces. Living is Round, de la documentalista, autora, viajera y compositora feminista y postcolonialista estadunidense de origen vietnamita Trinh Minh-ha. En su observación poética de la cultura de varios pueblos africanos, señala el significado del hogar: en Tamberma, Togo, el hogar es considerado como el cosmos, en Birifu, Burkina Faso, “una casa es como una mujer que debe tener partes secretas que inspiren el deseo… Una casa dañada es una familia dañada”. Desconozco la relación de las familias afganas con sus casas, chozas y tierra, pero difícilmente puedo imaginar que sea un vínculo superficial, epidérmico y fácilmente sustituible.
Odio inscrito en las piedras
Al tiempo en que tropas estadunidenses demuelen pueblos enteros, Israel avanza frenéticamente en la construcción de viviendas sobre tierra arrebatada a los palestinos en Cisjordania y Jerusalén este, para crear “hechos en la tierra”. Para desatar nuevos odios personales y profundos entre los desplazados y los recién llegados, odios que van más allá de la ideología y las convicciones para introducirse en las piedras, en los muros y cimientos del espacio habitable.
Cristianos victimizados
Los cruzados fueron a liberar “tierra santa” de los moros; las tropas estadunidenses bajo las órdenes de ideólogos fundamentalistas en la guerra de Bush y Obama quieren liberar el Medio Oriente de los fanáticos islámicos. En ambos casos todo se reduce a una guerra religiosa. Tras padecer por siete años al lado de sus vecinos musulmanes las atrocidades de la guerra, los cristianos de Irak son hoy víctimas de una persecución y acoso criminal que los está empujando al exilio. La invasión estadunidense tendrá por consecuencia propiciar una limpieza étnica que ni siquiera Hussein hubiera podido lograr. 

Fuente, vìa :


http://www.jornada.unam.mx/2011/01/30/sem-naief.html

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