Suele
pensarse que la Navidad es motivo de celebración para todos, que es un
tiempo en el que los amigos y las familias se reúnen para compartir el
pan y los afectos, también para olvidar los problemas y angustias
cotidianos. Los niños, por su lado, atendiendo a la tradición, formulan
sus cartas de deseos y regalos; los padres, por el otro, buscan la
manera de satisfacerlos. Para los creyentes, el nacimiento de Jesús da
vida a celebraciones religiosas recreadas en la historia de una familia
pobre y excluida que espera en condiciones precarias la llegada del hijo
de Dios.
La Navidad es también motivo de una enorme campaña comercial, las
campanas tintinean por doquier buscando orientar el consumo, los
restaurantes se llenan, los comerciantes grandes y pequeños tienen su
mejor época, van tras los aguinaldos, los ahorros acumulados en cajas o
en tandas y presionan para que se ejerzan todo tipo de créditos,
sembrando la idea de que las deudas se podrán cubrir fácilmente en el
futuro. En estos días los proveedores de servicios toman ventaja de las
ansias de celebrar incrementando sus costos, transporte y alojamiento
incluidos. Los gobernantes no se quedan atrás, adornan plazas y avenidas
y preparan declaraciones apropiadas para la temporada mediante
inserciones o anuncios pagados en los que aparecen en familia dando
mensajes de paz y prosperidad.
Sin embargo, existe otra cara de la Navidad angustiante y
desesperada. Se trata del 61 por ciento de los trabajadores ocupados que
no reciben prestaciones laborales de ley, como el aguinaldo; entre
ellos se encuentran los que están sujetos a contratos de honorarios, los
que trabajan en micronegocios y la mayoría de los obreros de la
construcción, jornaleros agrícolas, los trabajadores a domicilio y los
que laboran en el sector informal o en los servicios, vendedores
ambulantes, propineros y eventuales. Peor aún, los desempleados. El fin
de año se convierte en un motivo adicional de frustración al no contar
con los medios elementales para celebrar y responder a las peticiones de
sus hijos que reclaman compartir los mismos obsequios que otros niños.
La Navidad se aprovecha en numerosos centros de trabajo para despedir
empleados y evitar el pago de vacaciones y aguinaldos, también para
terminar contratos temporales y tomar ventaja del ambiente de consumo;
así, las historias se repiten. Algunas empresas lo tienen muy bien
explorado, es el caso de Sandak, perteneciente a la trasnacional Bata,
de capital checoslovaco-canadiense, que decidió despedir masivamente a
sus trabajadores al cerrar abrupta e ilegalmente su planta en
Calpulalpan, Tlaxcala, para elaborar el producto en las maquiladoras,
también controladas por ellos, y obligarlos a laborar abaratando la mano
de obra y precarizando al extremo sus condiciones de trabajo y vida.
Esta empresa, productora de zapatos con olor a chicle para atraer la
preferencia de los niños, confía en que las necesidades navideñas hagan
su labor y obliguen a los trabajadores a recibir ilegales finiquitos y
renunciar a su defensa colectiva.
Los gobiernos, tanto en el ámbito estatal como local,
reproducen estas prácticas laborales vejatorias, terminando en estas
fechas con los contratos de honorarios diseñados al margen de la ley
para omitir el pago de la seguridad social y de prestaciones a miles de
trabajadores. Con esto reducen el costo de la mano de obra en más de 40
por ciento, aprovechándose de la indefensión, producto también de la
complicidad sindical. Estos trabajadores no saben aún si el próximo año
les será renovado su contrato, o si engrosarán las filas de los
desempleados, por lo que la Navidad se convierte en una amarga
experiencia.
La Comisión Nacional de Salarios Mínimos suele agregar amargura a estos tiempos al otorgar incrementos inferiores al poder adquisitivo perdido. Este año se anuncia ya un aumento de dos pesos diarios al salario como
Algunos tendrán el apoyo de los que trabajan en Estados Unidos y envían parte de sus recursos para atender la necesidad de sus familias. Su aporte no es menor: el año anterior teníamos 11 millones de connacionales en ese país, lo que convierte a México en el campeón mundial de la migración, de ahí que una importante fuente de nuestras divisas provenga de compatriotas.
La situación de violencia e inseguridad que aqueja a importantes territorios en nuestro país ensombrece las fiestas decembrinas. Treinta mil muertos en los últimos cuatro años, más de 20 personas diarias fallecidas por estas causas, son cifras aterradoras que mantienen a miles de personas en un clima de temor y miedo. Ciudades fronterizas como Juárez, que fueron en otro momento espacios para encontrar trabajo y lograr mejores ingresos mediante actividades comerciales, están siendo desalojadas, los negocios cierran sus puertas y las familias con recursos suficientes cambian su domicilio al otro lado de la frontera, buscando la seguridad que no encuentran en su patria.
A pesar de todo, la esperanza sigue siendo la luz, el presente y el futuro a lo largo y ancho de la República. Es la esperanza que se nutre con la organización que hombres y mujeres diariamente construyen en el país, denunciando las injusticias, luchando por mejoras salariales, defendiendo sus fuentes de trabajo, protestando por la violencia e impunidad existentes, presentando propuestas para mejorar las políticas gubernamentales y las leyes.
Es el pueblo organizado el que mantiene la esperanza de un país y un mundo mejores, el que da vida a los mejores deseos para esta Navidad y el Año Nuevo.
Fuente, vìa :
http://www.jornada.unam.mx/2010/12/18/index.php?section=opinion&article=021a2pol
La Comisión Nacional de Salarios Mínimos suele agregar amargura a estos tiempos al otorgar incrementos inferiores al poder adquisitivo perdido. Este año se anuncia ya un aumento de dos pesos diarios al salario como
regalo navideño. Las cifras hablan por sí mismas: 14 de cada 100 trabajadores en el país ganan hasta un salario mínimo diario, alrededor de 57 pesos; 24 de cada 100 ganan entre uno y dos salarios, aproximadamente 114 pesos; y 28 de cada 100, entre dos y tres salarios, hasta 170 pesos. Así, 66 de cada 100 trabajadores mexicanos no contarán con los recursos elementales para cubrir sus deudas y dejar algo para la cena navideña o para atender las peticiones de juguetes y regalos de los niños.
Algunos tendrán el apoyo de los que trabajan en Estados Unidos y envían parte de sus recursos para atender la necesidad de sus familias. Su aporte no es menor: el año anterior teníamos 11 millones de connacionales en ese país, lo que convierte a México en el campeón mundial de la migración, de ahí que una importante fuente de nuestras divisas provenga de compatriotas.
La situación de violencia e inseguridad que aqueja a importantes territorios en nuestro país ensombrece las fiestas decembrinas. Treinta mil muertos en los últimos cuatro años, más de 20 personas diarias fallecidas por estas causas, son cifras aterradoras que mantienen a miles de personas en un clima de temor y miedo. Ciudades fronterizas como Juárez, que fueron en otro momento espacios para encontrar trabajo y lograr mejores ingresos mediante actividades comerciales, están siendo desalojadas, los negocios cierran sus puertas y las familias con recursos suficientes cambian su domicilio al otro lado de la frontera, buscando la seguridad que no encuentran en su patria.
A pesar de todo, la esperanza sigue siendo la luz, el presente y el futuro a lo largo y ancho de la República. Es la esperanza que se nutre con la organización que hombres y mujeres diariamente construyen en el país, denunciando las injusticias, luchando por mejoras salariales, defendiendo sus fuentes de trabajo, protestando por la violencia e impunidad existentes, presentando propuestas para mejorar las políticas gubernamentales y las leyes.
Es el pueblo organizado el que mantiene la esperanza de un país y un mundo mejores, el que da vida a los mejores deseos para esta Navidad y el Año Nuevo.
Fuente, vìa :
http://www.jornada.unam.mx/2010/12/18/index.php?section=opinion&article=021a2pol
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