En Estados Unidos existen varias leyes que penalizan lo que ellos
denominan “actos de espionaje” que son cometidos por lo que ellos
llaman “insurgentes”, que cuando las agencias de espionaje
estadounidense los organizan y financian en otros países, los denominan
“disidentes”
Dentro de estas leyes pudiera citarse la Ley contra el
Espionaje, vigente desde 1917, que acorde a los deseos del presidente
Woodrow Wilson restringía las posibilidades de que amparado en la
Primera Enmienda de la Constitución de Estados Unidos cualquier
ciudadano pudiera manifestarse contra la entrada del país en la Primera
Guerra Mundial, una guerra que según dicho presidente era vital para
los intereses de la nación, hoy en día dirían que para la Seguridad
Nacional.
Muchos ciudadanos, entre ellos dirigentes sindicales,
educadores, periodistas, artistas y académicos se manifestaron contra
la entrada de Estados Unidos en la guerra, todos ellos fueron
amenazados y algunos juzgados por violar la Ley de Espionaje, a pesar
de que su delito era únicamente el ejercer el derecho que la otorgaba
la Primera Enmienda de la Constitución. Algunos de los que fueron
arrestados sufrieron penas hasta de diez años de cárcel, donde eran
sometidos a condiciones infrahumanas y frecuentes golpizas propinadas
por otros presos y en ocasiones por los carceleros. Todo esto se
realizaba unido a la necesaria publicidad para que otros sintieran el
terror necesario como para no verse involucrado en estas situaciones.
Durante
la época de George W. Bush, con la creación del Departamento de
Seguridad de la Patria y algunas funciones que se le asignaron al
mismo, se trató de revivir la Ley contra el Espionaje, pero se tuvo un
éxito limitado en estos propósitos. Ahora, bajo la administración Obama, Premio Nobel de la Paz, nuevamente se está apoyando en esa caduca e inconstitucional legislación para tratar de aplicarla al caso de Julián Assange (WikiLeaks) y además sembrar el terror en aquellos que en un futuro pudieran tratar de imitarlo.
En
este caso la administración Obama está tratando de ignorar lo que la
Constitución de Estados Unidos establece sobre la libertad de prensa,
esa libertad la cual ellos han acusado a otros países de violar.
Para realizar esta oscura maniobra el Departamento de Estado ha
planteado que ellos no reconocen a Julián Assange como un
periodista, sino como un “actor político”. (Lo que plantea el
Departamento de Estado es peligroso para sus propios asalariados que actúan como “blogueros” o los autodenominados “periodistas independientes”, que también pudieran ser considerados “actores políticos”).
La
denominación de Assage como “actor político” la realizó el
Secretario de Estado Asistente P.J. Crowley, al plantear que dicha
persona tenía “un propósito político” detrás de sus actividades, lo
cual el gobierno estadounidense consideraba incompatible con la
actividad de un periodista. (Una definición interesante que deja
totalmente sin argumentos a los “blogueros” y “periodistas
independientes” que han sido creados por Estados Unidos y reciben
periódicamente instrucciones y el financiamiento necesario para
realizar su labor de tipo “política”, no periodística)
La
Constitución de Estados Unidos no establece límite alguno al concepto
“libertad de prensa”, ni condiciones a los que ejercen la misma en su
carácter de periodistas, tampoco tiene establecido quienes pudieran
calificarse como tales. El término “actor político” es una fabricación
de la administración Obama para tratar de limitar los derechos de sus
ciudadanos para ejercer lo establecido en las enmiendas de la
Constitución.
En la medida que avanza el régimen policiaco existente en Estados Unidos, las libertades retroceden.
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