Roja es la cúpula; de los árboles cuelgan monedas; el humo sale lento de
las chimeneas; ladrido, alarido, grito. «Compro metal»... ¿Y la verdad?
Como rayos orientados hacia un punto, pies de hombres, pies de mujeres,
negros o con incrustaciones doradas (Esa niebla... ¿Azúcar? No,
gracias... La commonwealth del futuro), la luz del fuego salta y deja
roja la estancia, salvo las negras figuras y sus ojos brillantes,
mientras descargan una camioneta fuera, la señorita Thingummy sorbe té
en su mesa escritorio, y las vitrinas protegen abrigos de pieles.
Cacareada, leve cual hoja, rizada en los bordes, pasada por las ruedas,
plateada, en casa o fuera de casa, reunida, esparcida, derrochada en
diferentes platillos de la balanza, barrida, sumergida, desgarrada,
hundida, ensamblada... ¿Y la verdad? Recordar ahora junto al fuego del
hogar la blanca plaza de mármol. De las profundidades de marfil se alzan
palabras que vierten su negrura, florecen y penetran. El libro caído;
en la llama, en el humo, en las perecederas chispas; o ya viajando, la
bandera en la plaza de mármol, minaretes debajo y mares de la India,
mientras los espacios azules corren y las estrellas brillan... ¿la
verdad?, o bien, ¿satisfacción con su proximidad? Perezosa e indiferente
la garza regresa; el cielo cubre con un velo sus estrellas; las borra
luego. Virginia Woolf
Fuente, vìa :
libroscolgados.blogspot.com
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