sábado, 18 de diciembre de 2010

Chile : Chileno, ¿quién eres realmente tú?... Hay una suerte de imitación yanacona de Europa y EEUU que patalea por imponerse en el país, pero Chile es mucho más que esa vergonzosa dependencia cultural y económica anti nosotros mismos. Arturo Alejandro Muñoz

EN LOS AÑOS de la dictadura militar, el coronel ® Oscar Coddou Vivanco fue designado, por Augusto Pinochet, Director Ejecutivo de INACAP (en ese entonces, filial CORFO).
Con su enorme mostacho blanco al estilo coronel del ejército británico de Su Majestad el rey Jorge VI , monarca del Reino Unido -o United Kingdom, para los cipayos que aman la lengua inglesa más que la materna-, ese militar chileno (Coddou Vivanco) había sido designado por la Organización de las   Naciones Unidas, y por el gobierno de Jorge Alessandri, como observador internacional en la durísima guerra indo-pakistaní que se produjo durante la conflictiva década de los años ’60.
Bien, pues…Coddou Vivanco, una vez que sirvió –años más tarde, y ya bajo la batuta de su compadre Pinochet- como agregado militar en nuestra embajada en Madrid, no tuvo empacho alguno para afirmar que después de la muerte de Francisco Franco, el año 1974, España había comenzado a caminar las sendas de la perdición marxista y del embrollo hippie.
En fin, la forma (y el por qué) de la abrupta salida de Coddou Vivanco de la embajada chilena en Madrid, en el año 1977, es harina de otro costal, aunque siempre se rumoreó de ‘cuernos’ colocados a un marido diplomático (que no era chileno) por una mujercita encandilada  por los azules ojos de nuestro oficial pelotillehuense. Castizo el hombre…e irresponsable. Pero, era el padrino de Marco Antonio Pinochet Hiriart, y ello bastaba para que doña Lucía lo defendiese a ultranza y sin ambages. Don Augusto lo perdonó, nombrándolo luego Director Ejecutivo de INACAP. Allí le conocí.
“Soy araucano”, recuerdo que afirmó el coronel la primera vez que se reunió con el personal que trabajaba en aquel instituto. En estricto rigor, no mentía, pues realmente había nacido en la sureña provincia que conoció  las acciones realizadas por Lautaro, Caupolicán, Pelantaro y Angamenón. Pero, su cabello rubio (en ese entonces ya encanecido) y sus ojos azules, señalaban sin discusión el origen europeo que marcaba su linaje.   
En aquellos años, en plena dictadura militar ultraderechista, escuchar a un exponente de la llamada ‘clase alta’ chilena, rubio, de ojos azules, con apellidos europeos, terrateniente, y para mayor abundamiento coronel de ejército…decir: “soy araucano puro”, más que un mal chiste, era, sin duda, una burlesca alusión a una de nuestras principales etnias originarias.   
Lo relatado en las líneas anteriores es un ejemplo más, un botón de muestra solamente, de la verdadera opinión que manifiesta una parte de la actual sociedad chilena respecto de sus propias raíces. La europeización alcanzó en nuestro país, hasta mediados del siglo veinte, una profundidad aterradora que por cierto no era responsabilidad de las naciones del viejo continente sino, ¡cómo dudarlo!, de las clases privilegiadas que se adueñaron de Chile y lo gobernaron en beneficio personal, pero a objeto de asegurar la preeminencia del linaje extranjero, no tuvieron empacho en descuajeringar la patria en grandes y pequeños trozos vendidos al mejor postor, el que generalmente provenía del hemisferio norte.
De ahí en más, el pueblo fue arrastrado a renegar de sus propias raíces, para lo cual el expediente utilizado por la burguesía dominante no fue otro que festinar –minimizándolas caricaturescamente- las culturas originarias, tal cual si ellas hubiesen sido quienes arribaron tardíamente a nuestro continente tras la saga de los conquistadores ‘evangelizadores y cristianos’ que usaban la espada, el cepo, la horca y la “ley monárquica’ para exterminar cualquier indicio, resto o señal de verdadera civilización nativa.
En un rápido recorrido geográfico –viajando por Chile de norte a sur- los pueblos originarios (lo que queda de ellos) se suceden vertiginosamente, dando cuenta de que su estadía en estos territorios supera en más de doce mil años al asentamiento europeo. Pero, nuestro sistema educativo se ha encargado de omitir ese ‘detalle’, soslayando intencionalmente la calidad de los asientos culturales establecidos en algunos sitios de nuestro país, así como desechando enseñar a nuestros alumnos y alumnas que a partir del año 1541  se desencadenó una masacre sostenida y programada, que bien puede calificarse como genocidio.
Por ello, quizá, a nuestros estudiantes se les omite la enseñanza de pueblos como los aymará, los quechuas, atacameños, changos, diaguitas, la cultura chinchorro, los rapa-nui, los promaucaes, chiquillanes, picunche, mapuche, pehuenche, puelche, cuncos, huilliche, chonos, tehuelche o patagones, yaganes o yámanas, o­nas o selk’nam, los hausch o manenken, y los alacalufes o kawéshkar. ¿Estos pueblos constituyen nuestras raíces? Por supuesto, pues algunos de ellos ya habitaban Chile hace más de diez mil años, como lo ha demostrado el trabajo arqueológico que los científicos realizan en el sitio llamado Monteverde, cercano a Puerto Montt.
Con lo anterior, es posible barruntar que al menos el 30% de la actual población chilena desciende, en uno u otro grado, de alguna de esas etnias. Y si a ese guarismo  agregamos los representantes directos de ellas, el porcentaje se eleva de manera considerable. Sin embargo, tal base voluminosa que constituye el verdadero pueblo chileno, ha sido sometida por un puñado familisterial cuyos componentes fundacionales arribaron a Chile decenios -y tal vez siglos- atrás, desde lejanos y hambrientos pueblos donde sus propias autoridades (‘divinas’ en muchos casos) les atenazaban y castigaban con dureza extrema por no pertenecer a una determinada clase social, o por carecer de fortunas que los soberbios mandantes pudiesen respetar.
Esos ‘cuicos y pelajeanos’, como bien los llamó Diego Portales, desembarcaron en nuestras costas con el hambre estragando sus huesos…pero aquí, pasado un tiempo y luego de comprobar que el pacifismo era una de las principales características de los nativos, por la voz de las armas -y de legislaciones amañadas-   impusieron su propio particular interés, explotando y aherrojando a la mayoría de los habitantes, así como haciendo tabla rasa de aquel bienestar general y justicia en todo su ámbito que ellos mismos habían reclamado a viva voz en sus naciones de origen.
Los encumbrados dominadores del país, muchos de los cuales habían sido carne de cárcel y huesos de horca en sus respectivas patrias, como buenos delincuentes que en realidad eran, aprendieron rápidamente aquella parte de la historia nacional que les serviría para aumentar su dominio. Descubrieron que los pueblos originarios de esta lejana tierra, así como también los chilenos que descendían de esas etnias y del mestizaje, siempre habían estado sometidos a fuerzas extranjeras, más cultas y/o más fuertes bélicamente.
Primero, Chile dependió del Imperio Inca; después dependió de los españoles conquistadores, y así sucesivamente fue dominado por el imperio inglés, el norteamericano, y suma y sigue hasta hoy, que dependemos no ya de una sola nación extranjera, sino de varias, de todas aquellas que tienen cuentas alegres y riendas en organizaciones como el FMI y el Banco Mundial.
Peor aun, pareciera que hoy somos dependientes no ya de naciones y ejércitos invasores, sino que de empresas transnacionales y de corporaciones cuyos propietarios ni siquiera conocen una sola de nuestras ciudades. Pero, al interior del país este sistema sin Dios ni patria cuenta con los familisterios locales que representan a los nuevos conquistadores de lenguas foráneas. Esos representantes de predadores transnacionales, son quienes ahora imponen al pueblo las costumbres, hábitos, consumo y valores, todos ellos venidos del extranjero, favorables a los extranjeros y defensores a ultranza de lo que sea extranjero para sojuzgar lo nuestro en beneficio de los poderosos de siempre.
Gabriel Salazar, Premio Nacional de Historia, en una exposición que realizó hace algunos días en la ciudad de Rancagua, ante decenas de profesores y de estudiantes universitarios recordó que en las proximidades de la revolución de 1891, un observador extranjero que estudiaba los tipos sociales chilenos, concluyó lo siguiente: “En Chile existen dos estereotipos, los de clase alta, sin color propio, que imitan todo lo europeo en su ropa, en su modo de hablar, en sus casas, en su sistema educativo. Y los de clase baja, ‘el roto chileno’, con lenguaje propio, con ropas elaboradas por sus mujeres, con comidas y bebidas de su diseño y fabricación”.
Es decir, afirma Gabriel Salazar, los primeros son incultos porque sólo consumen cultura, y los segundos son cultos porque construyen cultura. Además, en Chile, los primeros pertenecen a los gobernantes y los segundos a los gobernados. Se introducen entonces los conceptos de cultura-objeto y cultura-sujeto, de la clase alta imitadora y de la clase baja productora, respectivamente.
¿Qué somos, mayoritariamente? ¿Objetos o sujetos? ¿Imitadores o productores? Entendiendo aunque sea sólo una pequeña parte de todo este asunto, es posible comprender el por qué de las aprensiones que las clases privilegiadas tienen respecto a enseñar Historia en la educación pública, pues tal como reza  la Cantata Santa María –magistralmente escrita por el profesor Luis Advis- “es peligroso pensar, amigo”…y eso mismo opinan los chilenitos que desean tener el olor de otra nacionalidad, pues son conscientes de que la educación de fuste, la educación verdadera sin tabúes ni cortapisas, los deja mal parados y podría restituir Chile a sus verdaderos anclajes.

Vìa :
http://www.kaosenlared.net/noticia/chileno-quien-eres-realmente-tu

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