Navi Pillai, Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, acaba de
solicitar a las autoridades norteamericanas e iraquíes la investigación
sobre las denuncias de muertes y torturas de civiles en la nación
mesopotámica, a cuenta de las fuerzas militares ocupantes.
La
demanda de la funcionaria responde a las denuncias sobre crímenes
contra la población de Iraq dadas a conocer recientemente por el sitio
web Wikileaks. Según la Pillai, todo indica que esos crímenes y abusos
eran de conocimiento de Washington y Bagdad.
Sin dudas, los
documentos filtrados a la luz pública por Wikileaks confirman algo que
de alguna manera ya se sabía y estalló con las primeras fotos de la
prisión iraquí de Abu Ghraib, donde soldados norteamericanos cometieron
infinidad de tropelías y salvajadas con los prisioneros a su cargo.
Al
fin y al cabo, se conocería por aquellos días, que la tortura era
indicativo oficial orquestado en las salas del Departamento de Defensa y
de pleno conocimiento y aprobación por la Casa Blanca.
Ahora se
trata de que el manipulado número de civiles iraquíes muertos por los
ocupantes es muy superior, en casi 15 mil personas, a los dibutativos
cálculos oficiales. Y en esa orgía de sangre, los soldados rentados de
las tituladas agencias de seguridad que operan en las ciudades de Iraq
tienen elevada cuota de participación.
El asunto es que, de
hecho, la guerra rentada resulta ventajoso negocio para los reclutadores
y para las instancias oficiales comprometidas en los trajines bélicos,
toda vez que los desmanes de estos grupos formalmente no cuentan a su
haber.
Los mercenarios de la tristemente conocida empresa
Blackwater, por ejemplo, han trabajado permanentemente en la titulada
“protección” de los diplomáticos norteamericanos en Iraq con contratos
que se acercan a los 500 millones de dólares.
A ellos se les
atribuyen, por los informes dados a la luz, ametrallamientos a mansalva
de civiles, ataques a vehículos particulares, allanamientos violentos, y
vejámenes y malos tratos a prisioneros.
No obstante, cuando
Barack Obama anunció el pretendido retiro de una parte de las fuerzas
militares norteamericana de Iraq, quedó claro que crecería el número de
“soldados de fortuna” que se radicarían en ese país ocupado.
En pocas palabras, apenas un mal disfrazado cambio de gendarmes.
Por
si fuera poco, el pasado 28 de octubre el sitio WEB norteamericano
Democracy Now denunciaba que el régimen de Kabul aplazó la aplicación de
un decreto que debía clausurar las empresas militares privadas que
operan en Afganistán.
El titulado presidente Hamid Karzai, había
anunciado la disolución de esos consorcios de la muerte para fin de año,
pero finalmente cambió de idea por instrucciones expresas de las
autoridades norteamericanas.
Según el propio sitio WEB, “el
gobierno de Obama había advertido que la prohibición pondría en riesgo
la asistencia y proyectos de desarrollo en Afganistán.”
En pocas
palabras, el mercenarismo aupado por Washington no ha llegado aún al
final de su época de oro en la llamada cruzada global imperial “contra
el terrorismo”.
Fuente, vìa :
http://www.argenpress.info/2010/11/mercenarios-el-negocio-de-matar.html

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