No olvidemos que Rafael Leónidas Trujillo Molina fue “descubierto” e
impulsado hasta las altas esferas del poder militar por las tropas de
ocupación y el gobierno de los EEUU durante periodo 1916/24.
Trujillo,
con su materia prima de sátrapa, es una creación gringa, que en 1930
fue catapultada desde el poder militar tutelado por EEUU al poder
político “nacional” o criollo.
A Trujillo le sobraban méritos para
potenciar la maldad en provecho propio y de los suyos, pero no
borremos de nuestras mentes el padrino extranjero de esa criatura
monstruosa.
En su “era” de 31 años, todo lo puede identificarse
como modernización, crecimiento económico, instituciones de Estado,
sistemas, orden, desarrollo cultural… fue apropiado personalmente y
despóticamente para desplegar su perfidia y potenciar su poder dentro de
un régimen absolutista, tiránico, criminal… negador de todos los
derechos individuales y colectivos.
JEFE OMNIMODO
Trujillo
-como magistralmente lo describió Juan Bosch en su obra “Trujillo:
causa de una tiranía sin ejemplo”- fue el jefe político, el jefe
militar y el jefe económico del país.
Él encarnó aquí en gran
medida la acumulación originaria del capital, la burguesía moderna; y
la fundió con el Estado, con su persona y con su familia, convirtiendo
en súbditos atemorizados o enajenados a una gran parte de los
miembros/as de la sociedad dominicana de entonces.
A través de
Trujillo y de su régimen, después de la “pacificación” y “el
restablecimiento del orden” a cañonazos sucios, el imperialismo
estadounidense logró superar la etapa de la “montaneras” y los
caudillismos dispersos; imponiendo un nuevo caudillismo nacional con un
caudillo supremo y altamente concentrado; fabricado sobre una cultura
egocéntrica de larga data, pero hasta entonces –y en esa etapa-
sensiblemente fraccionada y desordenada.
Ese repunte de
caudillismo nacional fue empleado por Trujillo para convertirse a
sangre y fuego, despojos y crímenes, trampas y privilegios, corrupción y
ventajismo estatal a favor de sus inversiones y propiedades, en el
principal capitalista del país.
La “pacificación” por la fuerza
intervencionista primero y luego por el poder absoluto de Trujillo,
favoreció además la presencia estable y el crecimiento acelerado del
capital estadounidense, el pago de la deuda externa y la consolidación
de la dependencia moderna respecto imperialismo norteamericano en fase
de expansión.
En Centroamérica, en esta isla y en el Caribe las
intervenciones militares de principios de siglo sirvieron a esos fines
de expansión imperialista con estabilidad política.
Trujillo
además se erigió -ampliando, tecnificando y modernizando las fuerzas
armadas y constituyéndose en Estado y burguesía a la vez- en poder
subordinado y/o asociado a EEUU a lo largo de los 31 años de tiranía
con cierto poder propio.
En toda esa etapa el caudillismo y el
“culto a la personalidad” se potenciaron como nunca antes,
instrumentalizando las estructuras modernas del Estado y la gestión de
las mismas; promoviendo su ideología y “cultura política” a lo
Trujillo, penetrando por todos los poros de la sociedad, pervirtiendo
las instituciones viejas y nuevas, impregnando sus bases políticas y
gravitando totalitariamente sobre todo el sistema educativo-formativo y
los medios de comunicación.
TRANSICIÓN MEDIATIZADA
El
descabezamiento de la tiranía y la transición mediatizada controlada
por los EEUU -conservando más o menos intactas las fuerzas armadas,
policía y otras entidades de poder- abrió paso a un periodo de
inestabilidad del viejo poder y de disputa entre su permanencia
renovada y su liquidación.
De 1961 a 1965 se vivió un periodo sumamente accidentado y marcado por esa disputa.
Más
allá de lo negativo y del valor táctico del “borrón y cuenta nueva”
de Juan Boch, la Constitución del 63 y el gobierno que él presidió
apuntaron en dirección a erradicar las raíces de la tiranía y a
desbrozar el camino de la autodeterminación, lo que desató la
conspiración golpista de factura estadounidense-oligárquica y motivó su
ejecución por las elites militares.
ABRIL DEL 65 E INTERVENCIÓN RETAURADORA DEL TRUJILLISMO
La
revolución de abril representó la recuperación a mayor profundidad de
la impronta democratizadora y transformadora del régimen boschista y,
nueva vez -actuando como factor esencialmente contrarrevolucionario
(mas que como fuerza expansiva)- la intervención militar de EEUU se
ocupó de bloquear ese proceso y restaurar el “viejo régimen” a través
del breve periodo provisional de García Godoy (1966-68) y, sobre todo,
del triunfo fraudulento de Balaguer y sus doce años de terrorismo de
Estado (1966-78).
Restaurar el viejo régimen implicaba de entrada
recomponer los viejos cuerpos policiales y castrenses, forjados por
el binomio intervención yanqui y el trujillismo a lo largo de casi
medio siglo y destartalados por la revolución democrática popular de
1965. Y esa fue la primera tarea de la nueva ocupación militar
estadounidense.
Sobre esa base militar-policial y las tropas
yanquis fue traído de nuevo Balaguer al ejercicio gubernamental: el
personero más idóneo para restablecer la hegemonía del Trujillismo como
neo-trujillismo, como balaguerismo; siempre de la mano de la
“doctrina de seguridad” y del neo-colonialismo “made in USA”.
En
los “doce años” primero (1966-78) y los diez después (1986-96) -con
el intervalo de los ocho años de gobiernos del PRD (1978-1986)- el
régimen balaguerista relanzó la “cultura trujillista” como neo-
trujillismo, y actualizó y reforzó el proceso de contaminación
ideológica y política de instituciones aparentemente
democráticas-representativas y del sistema tradicional de partidos.
También potenció el caudillismo central y periférico en todos los
niveles de la sociedad.
Al mismo tiempo intensificó la
combinación del neo-trujillismo con el anticomunismo promovido por
EEUU en el contexto de la “guerra fría”; dándole también continuidad
-y reforzando- la intervención del Pentágono y de la CIA en las Fuerza
Armadas, la DNI y la Policía Nacional durante y después del proceso
de su restauración como herencias malditas de viejo régimen.
FRUSTACIÓN PERREDEÍSTA
El
referido intervalo perredeísta de ocho años no ajustó cuenta contra
la herencia trujillista, ni en el plano militar-policial, ni el
terreno ideológico-político; sino que simplemente los dos gobiernos
del PRD se montaron sobre ella, promoviendo a la vez algunas medidas
liberalizantes pero obviando lo cambios estructurales y la necesaria
revolución cultural, facilitando así -mediante la contemporización y la
reproducción de prácticas parecidas- la rehabilitación política de
Balaguer.
INFECCIÓN CASI TOTAL
En
los diez años adicionales a los doce que ya había gobernado -frenado
en sus ímpetus represivos por la oleada liberalizante, pero favorecido
por la renuncia desde el PRD y el PLD a la impronta
democrática-popular de la inconclusa revolución de abril de 65 y de la
Constitución de 63- el heredero del tirano completó el proceso de
infección neo-trujillista al interior del sistema de partido, de las instituciones y de la ideología dominantes.
Subrayo “neo-trujillista”
porque se trata de un trujillismo no confeso, camuflajeado, atenuado,
readecuado y con una significativa capacidad camaleónica.
El
propio Balaguer, pese a que llegó a ser el segundo al mando de la
tiranía, nunca reivindicó el trujillismo como tal, ni asumió
abiertamente sus formas y símbolos. Inteligentemente los entendió
“quemados” y se concentró en aplicar sus esencias en lo posible y en lo
re-adecuable.
Ese proceso, siempre atado a la dependencia de
los EEUU, se combinó más tarde con la neo-liberalización del modelo y
el auge del “discurso único” que potenció el neo- conservadurismo en
el PRD, PLD, PRSC, en el empresariado, los cuerpos armados y el poder
mediático.
Todo esto le posibilitó a Balaguer concluir su
carrera política con tres partidos bajo su influencia, aunque el propio
estuviera condenado a breve plazo a la desbandada.
La forma de
hacer política del balaguerismo penetró en grande tanto en el PRD con
el PLD, desplazando progresivamente la herencia reformadora y
moralizadora de Bosch y el liberalismo populista de Peña Gómez.
DEL NEOTRUJILLISMO BALAGUERISTA AL LEONELISTA
Balaguer fue desplazado del gobierno sin ruptura con el pasado y sin erradicar su hegemonía (1996).
El
PLD y Leonel Fernández se convirtieron en canales del relevo hacia
una especie de balaguerismo sin Balaguer y de neo-trujillismo
altamente neoliberalizado; renovando el caudillismo, el clientelismo y
la corrupción; potenciando la narco-corrupción mezclada con el
impacto global de una estrategia neoliberal que reproduce, potencia y
readecua todos esos males (1996-2000 y 2004-2010).
Leonel se
montó en el balaguerismo e impulsó la “cultura neo-trujillista”,
tomando todo “útil” de Balaguer para relanzar el caudillismo propio a
nivel nacional.
Y lo ha hecho sin reivindicar formalmente a
Trujillo, aunque si copiando y elogiando a Balaguer para incorporar a
su favor toda su presencia y herencia política reciente.
Asumió
esencialmente a Balaguer y formalmente a Bosch. Usa a Balaguer para
gobernar con sus métodos y concepciones; y a Bosch para encubrirse y
manipular su prestigio e influencia, negando en los hechos sus
principios y valores.
Creó así un neo-balaguerismo, una modalidad
actualizada de neo-trujillismo. Y retomó el tema del control en
cadena de las instituciones (poder
ejecutivo–legislativo-judicial-militar-policial-mediático ), del
culto a la personalidad, del paternalismo y el Estado como patrimonio,
de la fortuna propia y de los suyos para no depender de nadie y del
reeleccionismo para practicarlo siempre que sea posible.
Asume a
Balaguer y “enriquece” en conservadurismo al caudillo reformista
mezclando el debilitado estatismo con la privatización de lo público y
la acumulación originaria del capital a su favor y en primera persona,
vía una corrupción gubernamental superior a todas las anteriores.
No
es el jefe absoluto en lo político, lo económico y militar, pero
tiene poder sensible en esas tres vertientes, así como habilidades y
fuerza corruptora para hegemonizar el bloque gobernante- dominante,
dividir y pactar con adversarios débiles.
DOS TRUJILLISMOS Y UN GRAN PROBLEMA
Ese
trujillismo no confeso, camuflajeado, es la fuente de mayor peligro;
aunque hipócritamente y con gran astucia lance la conmemoración en
grande del 50 aniversario del asesinato de Rufino y de las hermanas
Mirabal.
El otro, el descarado y torpe, el primario-familiar, el
que procura incidir con fundaciones, museos y mausoleos al tirano y a
su “Era”, sencillamente se siente estimulado a dar la cara por el
ambiente que la hegemonía neo-trujillista -viva en la cúpula del PLD y
el PRD y en todo el sistema político- está creando.
Pero ese
trujillismo por torpe y descarado, no representa un peligro mayor. Es
sumamente vulnerable. No es difícil de ser aplastado, como ha podido
evidenciarse en días recientes.
El tema crucial es el
neo-trujillismo en boga, el que domina gobierno y “oposición” burguesa y
se reproduce desde el Estado y desde las cúpulas sociales,
degradándolo todo.
El que siempre quiere permanecer y reelegirse o ser electo, cobijado con esa “cultura” y su acumulado material y “espiritual”.
Y
ese neo-trujillismo hegemónico es precisamente el que no veo combatir
desde una buena parte de nuestras fundaciones, entidades, familiares
de las víctimas y personas allegadas al gobierno peledeísta, que dicen
representar la herencia anti-trujillista.
¿Cómo explicar ser “anti-trujillista” y respaldar a Leonel?
¿Como
serlo y guardar silencio frente a las vallas de Leonel y “El destino”
y de Margarita y “Llegó Mamá” o frente a las alabanzas de los
Congresistas y de la maquinaria reeleccionista?
¿Cómo defender ser
“anti–trujillista” y alinearse con Leonel, Hipólito o Miguel o
cualquier otro representante de la partidocracia estatal?
¿Cómo
honrar a las Mirabal junto a Leonel, a Félix Bautista, a Freddy Pérez,
Morales Troncoso, a Ángel Lockwart, a Guzmán Fermín, a Rodríguez
Pimentel, Matos Berrido… a la mafia legislativa…? ¿Cómo? ¿Cómo?
Obviamente
el trujillismo no es solo un nombre, no es una fundación con ese
nombre, no es un proyecto de museo. No es exclusivamente Angelita, su
hijo y su libro. Es eso y mucho más. Mucho, pero mucho más. Esa es solo
la punta vulnerable de “Icebert” y su expresión desfasada.
El problema mayor es el cuerpo del “icebert”.
El
problema mayor es la vigencia del régimen neo-trujillista y las
intenciones de perpetuarlo junto al neoliberalismo y la dependencia.
El
problema mayor en ese orden es el dominio del neo-trujillismo, con
formato leonelista o cualquier otra modalidad… y los trujillitos que no
son tan “itos”.
El anti-trujillismo es precisamente el conjunto
de valores y principios que niegan los antivalores de la tiranía de
Trujillo, del oprobioso régimen balaguerista y de sus continuadores
reciclados y disfrazados; empeñados hoy en secuestrar, deformar y
adulterar los anhelos populares de democracia participación, justicia e
igualdad.
Fuente, vìa :
http://www.kaosenlared.net/noticia/trujillo-trujillismo-trujillitos
http://www.kaosenlared.net/noticia/trujillo-trujillismo-trujillitos
No hay comentarios:
Publicar un comentario