(Proceso).- Si algo ha logrado la creciente ola de violencia en
nuestro país es confirmar una desoladora visión: cada vez más se viven
situaciones ominosas y siniestras. Los asesinatos, “ajusticiamientos” y
masacres, que responden a la inútil “guerra” contra el narco, han
desatado el miedo de la población. Sin embargo, así como no se deben
admitir los “daños colaterales” de ese proceso, tampoco debemos
acostumbrarnos al miedo, pues deshumaniza y es peligroso.
Recientemente, el psicoanalista argentino Pacho O’Donnell exploró los
distintos miedos que rondan a los seres humanos. Además de estructurar
una reflexión propia desde su perspectiva psíquica, entrevistó a una
serie de personalidades destacadas y con ese material hizo un libro
titulado La sociedad de los miedos. Para conocer el costo de vivir en
esta sociedad de los miedos, caracterizada por la enajenación, la
desconfianza en el prójimo, la violencia reactiva y el sinsentido
vital, O´Donnell abordó 11 miedos, que son: 1) miedo a ser distinto,
2) miedo a la muerte, 3) miedo a perder lo que se tiene, 4) miedo al
futuro, 5) miedo a no ser amado, 6) miedo al fracaso, 7) miedo al
sufrimiento, 8) miedo a la locura, 9) miedo a la inseguridad urbana, 10)
miedo a la vejez, y 11) miedo a la soledad.
No es una casualidad que a Carlos Monsiváis lo entrevistara respecto
al miedo a la inseguridad urbana, relacionado con el marcado
crecimiento de la violencia delincuencial y sus consecuencias de todo
tipo: psicológicas, sociales, políticas, culturales, etcétera. Con su
conocida lucidez, Monsiváis inició el diálogo con O’Donnell señalando
que hay otros miedos, pero ninguno tiene la misma contundencia que el
miedo a la inseguridad. El DF es una ciudad de 14 millones de personas,
24 si se toma en cuenta la zona conurbada. El desempleo es un registro
cotidiano que ha ido en aumento, y si bien no ligo de modo mecánico
desempleo con violencia urbana, estos factores sin duda se encuentran
muy relacionados. El miedo es tu guía para transitar la ciudad, es lo
que te orienta.
Para Monsiváis, el miedo hace de radar; sin el miedo, no sabrías
conducirte de un modo más o menos seguro. Habla de los secuestros exprés
y de los otros, de los planeados por mafias y ejecutados por los
capos, expolicías y guaruras. Dice: Del miedo como sensación urbana no
puedes despegarte. Con su típico sentido del humor señala: En las
noches, cuando tomo un taxi lo hago con miedo. Creo que en el camino
podría convertirme a cualquier religión, y cuando llego le doy las
gracias al dios eventual y vuelvo a mis antiguas convicciones
agnósticas. Es un miedo irracional, ya que muy difícilmente me pasará
algo. Hablando del Distrito Federal, Monsiváis se lamenta: El miedo
secuestró a la ciudad que conocíamos, y no lleva trazas de devolverla. Y
ha creado la ciudad del televisor y el teléfono celular. Uno transita
por el teléfono o por la televisión como por una gran aventura, y así
pospone el miedo y restringe su andar por el mundo.
Más adelante, Monsiváis apunta: El miedo te vuelve suspicaz, y las
revelaciones periodísticas consolidan esa suspicacia. ¿Cuántos de los
políticos están al servicio del narcotraficante? ¿Cuántos de éstos están
al servicio de los políticos?¿De qué manera las economías nacionales
se sustentan parcialmente con el dinero de esa actividad ilícita? Todas
esas preguntas, a las que no se les puede hallar respuesta, forman
parte del clima de tu medrosidad: ¿en manos de quién estoy? Si estoy en
manos de la delincuencia, entonces mi miedo no sólo tiene razón de
ser, ya no es sólo una guía urbana, sino una manera de entenderme con
la realidad.
Nuestro añorado escritor coincide con O’Donnell en que el origen de
fondo de este miedo es la desigualdad, y en que por ello la
responsabilidad también debería compartirla una sociedad que acepta una
diferencia tan grande entre ricos y pobres. El miedo es un pacto
territorial y psicológico de todos los días. Lo inmanejable es la
desigualdad social.
Pese a lo tremendo y duro de los temas, el libro de O’Donnell es
positivo, pues al poner en evidencia cuestiones de la subjetividad da
oportunidad de reflexionar qué ocurre con nuestros miedos. Por ejemplo,
cuando los sangrientos acontecimientos que surgen como noticia día con
día sólo provocan miedo: ¿nos paralizamos o actuamos?
Si bien no existe una salida mágica para contener la monstruosa
violencia que nos asuela, parecería que, más allá de las reacciones de
protesta, no hay proyectos colectivos que ofrezcan alternativas. No es
así. Hace mes y medio, 77 líderes de la sociedad civil y la Academia
se reunieron en Cuernavaca con el objetivo de condensar una agenda en
materia de seguridad pública que tuviera un enfoque de derechos humanos.
De ahí salió la Propuesta ciudadana para la elaboración de una
política de seguridad integral, democrática y con enfoque de derechos
humanos, que en estos días se dará a conocer. Este trabajo de figuras
de la sociedad civil e intelectuales confirma que una manera de
enfrentar los miedos es la participación ciudadana y la búsqueda de un
diálogo donde el respeto a los derechos humanos sea el punto de
partida, claro y clave, desde el cual las autoridades impulsen las
acciones. Sí, contra el miedo es necesaria la acción ciudadana
organizada.
Fuente, vìa :
http://proceso.com.mx/rv/modHome/detalleExclusiva/85215

No hay comentarios:
Publicar un comentario