domingo, 21 de noviembre de 2010

Brasil : Narcos y paras. Por Eric Nepomuceno *. El número no es oficial, suena verdadero: existen en Río de Janeiro mil favelas. Gran parte está enclavada en los cerros, en barrios nobles de la zona sur, como Ipanema, Gavea y Leblon

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El número no es oficial, suena verdadero: existen en Río de Janeiro mil favelas. Gran parte está enclavada en los cerros, en barrios nobles de la zona sur, como Ipanema, Gavea y Leblon, y en barrios menos favorecidos. Muchas se extienden sobre terrenos planos, principalmente en las zonas norte y oeste de la ciudad. Todas, o casi todas, viven bajo dominio tanto de los narcotraficantes como de los grupos paramilitares. Las instaladas en los cerros se transformaron en bastiones inexpugnables: los narcos se instalan en las partes elevadas y, fuertemente armados, controlan todo. Los paramilitares prefieren las favelas en territorios bajos y planos.
El reelecto gobernador de Río, Sergio Cabral, impuso en sus primeros dos años de gobierno la política de confrontación directa con los narcos. Fue cuando imperó la ley del gatillo fácil, alegre. La Policía Militar de Río es de las más violentas, corruptas e impunes de Brasil. Fueron varias docenas de inocentes muertos en vano.
En diciembre de 2008, Cabral implantó las UPP –Unidades de Policía Pacificadora– en las favelas cariocas. La idea, tan obvia como oportuna, implica, al menos en teoría, invadir, expulsar a los narcos, imponer una policía limpia e implantar asistencia social, salud, educación, deportes, cultura. Invasión y expulsión, hubo. Con relación al resto, todavía se espera. En todo caso, hay que admitir que algo se hizo: trece favelas muy pobladas se encuentran bajo control de las UPP. Se sigue comprando y vendiendo drogas, pero ahora en pequeñas cantidades, y ya no se ve a grupos armados desfilando por todos lados. En esos dos años, han sido poquísimos los casos de policiales denunciados por abusos, corrupción y violencia en esas favelas. Los fines de semana, turistas de todas partes, corresponsales extranjeros y jóvenes de las clases doradas de la zona sur suben a los cerros para conocer a las favelas pacificadas, extasiados con la maravilla del paisaje de aquellas alturas.
Al cumplirse dos años de la primera UPP, un estudio realizado por la universidad privada Cándido Mendes muestra que esa guerra contra el narco y sus consecuencias es, en Río, un ejercicio insano. Las favelas pacificadas están bajo control, para alegría de sus moradores, sirviendo para discursos entusiastas del gobernador. Pero la privilegiada zona sur vive un fenómeno que, hasta hace poco, era triste privilegio de las áreas populares: los arrastoes, es decir, grupos que cierran calles, asaltan a los motoristas y se largan.
Se trata de un claro desafío a las autoridades: basta con imaginar los riesgos de esos operativos (robar uno o dos vehículos, movilizar al menos media docena de hombres armados) y compararlos con el resultado (media docena de celulares, una que otra joya, documentos, tarjetas de crédito). En otras palabras: el crimen combatido en los cerros baja al asfalto para protestar y, a la vez, dejar claro que todavía tiene el poder de acorralar a la gente.
Más preocupante es registrar cómo creció el poder de las milicias, bandos integrados por policías civil, militar y por el cuerpo de bomberos. El estudio de la Cándido Mendes se refiere a las 250 mayores favelas de Río. De ellas, el “Comando Vermelho”, hasta hace algunos años el mayor grupo de narcos de la ciudad, controla 66. Los “Amigos de los Amigos”, principal disidencia, a otras 35. Y el “Tercer Comando Puro”, disidencia de la disidencia, 31.
Trece están bajo control del Estado, es decir, de las Unidades de Policía Pacificadora. Y 105 –la inmensa mayoría– son controladas por las milicias. Acorde al estudio, mientras los bandos tradicionales –fuertemente armados y con profundos vínculos con la policía– pierden terreno y espacio para las UPP, las milicias, es decir, el bando más corrupto de las fuerzas del orden, conquistan espacio. Ofrecen “seguridad patrimonial”, controlan la venta de gas domiciliario, administran el transporte (moto-taxis, vans), la venta clandestina de conexiones de televisión por cable, las ilegales tragamonedas, la prostitución (infantil inclusive), y la tendencia es que sigan expandiendo sus territorios.
* Escritor y periodista brasileño.
Fuente, vìa :
http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-157209-2010-11-20.html

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