En las masivas protestas en Francia subyace un resentimiento
colectivo contra Nicolas Sarkozy y la oligarquía financiera. A
diferencia de las movilizaciones de 1995 y 2006, ahora los franceses
saben que el rescate de las instituciones bancarias fue una trampa que
derivó en desempleo, salarios insuficientes y trabajos precarios. Les
indigna que el sector financiero se rehúse a hacer sacrificios y que sea
beneficiario de las medidas económicas adoptadas por las autoridades.
PARÍS, 25 de octubre (Proceso).- La situación es explosiva. Por sexta
vez en poco más de un mes, 3 millones y medio de franceses (1 millón,
según el gobierno) se manifestaron en todo el país contra el proyecto
de ley del presidente Nicolas Sarkozy que prevé retrasar la edad legal
de jubilación de 60 a 62 años para los trabajadores de los sectores
público y privado, y de 65 a 67 años para quienes no cotizaron el
tiempo necesario para cobrar pensión completa.
Las llamadas grèves reconductibles (huelgas cuya duración varía
dependiendo de las regiones y los sectores laborales) afectan primarias y
secundarias, universidades, hospitales, el transporte público y a las
grandes empresas, como las del sector eléctrico.
Un movimiento más radical encabezado por sindicalistas de la
Confederación General del Trabajo, cercana al Partido Comunista,
paraliza 8 de las 12 refinerías del país y amenaza con la escasez de
gasolina.
Por si fuera poco, hace dos semanas la juventud empezó a participar
en las protestas. El estudiantado no lo hace masivamente; hasta ahora
los más activos son los alumnos de secundaria. En cuanto a los jóvenes
trabajadores, si bien igualmente se oponen al proyecto de ley, tampoco
toman parte en las manifestaciones, pues corren el riesgo de perder sus
empleos, a menudo precarios; y los muchachos desempleados y
desesperados de los suburbios aprovechan las movilizaciones para
expresar su rabia con saqueos y enfrentamientos con la policía.
Según sondeos, entre 60% y 70% de los franceses apoya a los
manifestantes. Sólo deploran los excesos de los jóvenes enardecidos.
Muchos temen que el gobierno de Sarkozy aproveche esa violencia para
desacreditarlos y asustar a la población.
Vulnerabilidad
La prensa habla de “tradición típicamente francesa de protestas” y de
“crisis cíclica”, en alusión a los movimientos sociales de 1995 contra
los proyectos de reforma del sistema de jubilación y del seguro social
que paralizaron al país; o recordando las luchas de la juventud en
2006 contra el Contrato para un Primer Empleo, defendido por el
entonces primer ministro Dominique de Villepin.
Algunos sociólogos, sin embargo, se muestran cautos con ese
paralelismo que consideran superficial, reduccionista y peligroso porque
no toma en cuenta cambios radicales que transformaron recientemente la
percepción que los franceses tienen de la sociedad y del mundo.
El Instituto Wei, especializado en análisis sociológicos en torno de
los procesos de elaboración de la opinión pública y los cambios de
actitudes sociales en Francia, acaba de realizar estudios sobre estos
temas a petición de las grandes empresas. Proceso averiguó que los
análisis fueron leídos en círculos cerrados del Palacio del Elíseo y del
Partido Socialista.
El sociólogo Alain Mercier Schmitt, director de ese centro de investigación, explica:
“Es obvio que lo que actualmente ocurre en Francia no se reduce a un
movimiento cíclico de protestas sociales. Ciertamente, bajar a la calle
para expresar oposición a medidas gubernamentales consideradas
inaceptables y estallar huelgas es parte de la tradición de lucha social
y del funcionamiento democrático del país.
“Pero lo que pasa en este momento rebasa esa tradición. Llevo 20 años
analizando a la sociedad francesa y lo que he venido observando desde
la crisis financiera de 2008 es absolutamente inédito. El impacto de
esa crisis sobre la conciencia de los franceses fue considerable y se
manifiesta actualmente.
“Con el derrumbe de Lehman Brothers la crisis financiera empezó a
cobrar existencia en los medios. (…) La noticia del desplome de un banco
de esa importancia fue un acontecimiento capital: los franceses (…)
entendieron que el mundo en el que vivían podía derrumbarse de un minuto
a otro. Descubrir eso fue un choque cuyas consecuencias no se borrarán
durante mucho tiempo. No es fácil aceptar que acabamos de entrar en
una era de vulnerabilidad globalizada.
“Voy a arriesgar una metáfora. Estamos en la situación de un
cardiópata que toma conciencia de la fragilidad y de la importancia de
su corazón. Antes el enfermo ‘sabía’ que su corazón era importante.
Ahora ‘siente’ ese conocimiento. Antes de la crisis financiera todo el
mundo ‘sabía’ que la economía era importante. Hoy cada uno ‘siente’ que
es vital.
“Ese matiz tiene consecuencias capitales. Genera una modificación
radical en la percepción que los franceses tienen de la economía. Los
lleva a establecer una distinción drástica entre las lógicas
especulativas de los mercados financieros y las lógicas productivas de
la economía.
“Esa distinción tan clara es nueva. En los últimos meses hemos
realizado entrevistas con un amplio abanico de franceses. Todos están
dispuestos a hacer sacrificios para salvar la economía, pero de ninguna
manera quieren ser los únicos en sacrificarse. La idea de que la
oligarquía financiera pueda aprovecharse de sus esfuerzos sin participar
en la salvación de la economía los indigna y los lleva a rebelarse. Es
por eso que apoyan masivamente el movimiento social que sacude hoy al
país.”
Ruptura
En un estudio publicado en marzo pasado, los investigadores del
Instituto Wei recuerdan que en 2009 Sarkozy se empeñó en insuflar
esperanzas a los franceses con una campaña a favor del “desarrollo
duradero”, que presentó como una de las panaceas. Aseguró también que en
pocos meses se lograría reequilibrar el mercado de trabajo,
restablecer el poder adquisitivo y aumentar los salarios.
El año 2010 está a punto de terminar y ninguna de las perspectivas optimistas de Sarkozy se concretó.
“Por el contrario”, insiste Schmitt, “el desempleo es alto y no deja
de aumentar. Peor aún, estamos alcanzando un nivel muy elevado de
desempleo estructural.
“Semejante situación genera una correlación de fuerzas desfavorable
para los trabajadores, mientras que la competencia entre empresas se
endurece. Y quienes pagan por esa competencia son siempre los mismos:
los empleados y trabajadores, cuyos salarios no aumentan y cuyo trabajo
es cada vez más precario.
“Por si eso fuera poco, se multiplican las quiebras de pequeñas y
medianas empresas, mientras que los bancos, que fueron salvados de la
bancarrota por el Estado, rehúsan hacer préstamos.”
El director del Instituto Wei insiste: “Los franceses no se hacen
ilusiones. Saben que Francia ya no está en una situación de crisis, sino
que acaba de entrar en una situación de endurecimiento económico
irreversible.
“A consecuencia de esa perpetuación de la crisis, el mundo económico
francés se está volviendo cerrado, apremiante, sofocante y cada vez más
duro para los individuos. Es un mundo en el que las relaciones entre
empresas y empleados son más tensas que nunca, un mundo terriblemente
áspero desde el punto de vista institucional, un mundo en ruptura total
con el de la oligarquía financiera.
“Los franceses constatan que mientras más se endurece la esfera
económica en la que están condenados a vivir, más próspera se ve esa
oligarquía financiera: la revelación por parte de la prensa de lo que
ganan los directivos de las grandes empresas les da asco, sin hablar de
los beneficios de los bancos, que son exponenciales”, subraya.
Según Schmitt, una parte de los franceses llegó a la conclusión de
que las esferas financiera y económica no tienen relación entre sí, lo
que echa por tierra el dogma del liberalismo económico. Pero la mayoría
dedujo que si la esfera financiera prospera, sólo lo hace a expensas de
la económica.
En ambos casos los franceses vivieron un choque profundo que el director del Instituto Wei califica de ontológico.
“Los franceses hoy tienen muy claro que la esfera financiera no es
‘apátrida’, como se ha venido diciendo en los últimos años, sino
‘supranacional’. Se ubica por encima de las naciones. Y es preciso tomar
la expresión ‘por encima de’ en todos sus sentidos. Es decir: por
encima de los Estados, de las leyes, de los espacios nacionales –de los
cuales incluso se burla– y de las jerarquías. La esfera financiera
impone su poder a los Estados.”
Ojos sobre la banca
A raíz de esa toma de conciencia los franceses analizaron
retrospectivamente y de manera radical la salvación de los bancos en
2008.
“Ahora están convencidos de que fue una gigantesca trampa, de que el
Estado salvó a los bancos no porque es más poderoso que ellos, como lo
pretendió hacer ver Sarkozy, sino porque no tenía otro remedio. El
Estado obedeció a los bancos”, recalca Schmitt.
De igual forma, según el sociólogo los franceses entendieron que la
drástica austeridad que la Unión Europea impuso a Grecia para salvarla
de la bancarrota fue dictada por los mercados financieros. El ejemplo de
Grecia fue también un elemento capital para desacreditar a la esfera
política y a los gobiernos que parecen limitarse a ejecutar los dictados
de los mercados financieros.
Schmitt enfatiza: los franceses consideran que el poder real está en
manos de la oligarquía financiera y no en las de los políticos. Lo
político está totalmente desacreditado.
–¿Ven a Sarkozy como subordinado a los mercados financieros?
–Por supuesto. La mayoría de los franceses están conscientes de la
necesidad de reformar el sistema de jubilación. Pero aspiraban a hacerlo
en forma democrática, con debates y concesiones de ambas partes.
Sarkozy se rehúsa rotundamente a ese diálogo y se niega a hacer
concesiones. Desprecia a la multitud de manifestantes. No toma en cuenta
los numerosos gritos de alarma que surgen de todas partes. Semejantes
indiferencia e inflexibilidad son insoportables para la opinión pública
nacional, que se muestra cada vez más convencida de que la única meta
de Sarkozy es complacer a los mercados financieros que exigen firmeza,
intransigencia y rigor.
–La situación se va tensando, pero nadie parece saber qué pasará en los próximos días.
–Todo está en suspenso y todo se vuelve cada vez más peligroso. El
plan de Sarkozy es que el Parlamento apruebe definitivamente el proyecto
de ley sobre jubilación el próximo 25 o 26 de octubre. Después
pretende pasar a otras reformas como si nada. La derecha es mayoritaria
en ambas cámaras. A pesar de la inconformidad de un número creciente
de parlamentarios, se impondrá la disciplina de partido y se votará a
favor de la ley. Pero el precio que va a pagar Sarkozy va a ser muy
alto.
–¿Qué quiere decir?
–Su autismo está creando un resentimiento colectivo sumamente fuerte.
Después de la votación de la ley todas las relaciones sociales del
país serán regidas y determinadas por ese resentimiento colectivo.
“¿Qué significa el hecho de que seis veces consecutivas un mínimo de 3
millones de franceses hayan marchado durante horas por las calles de
las principales ciudades? Pues una cosa muy sencilla: quieren ser
considerados sujetos políticos, ciudadanos responsables que tienen algo
qué decir sobre las decisiones que determinan su futuro. No aceptan ser
considerados miembros de un rebaño servil puesto a las órdenes de la
oligarquía financiera.”
–¿La situación puede desembocar en algo violento?
–Están todos los ingredientes para que, en el corto o en el mediano
plazo, brote la violencia. Como le dije, crecen la frustración y el
resentimiento. Los manifestantes se sienten humillados. Además los
jóvenes estudiantes y trabajadores están angustiados por esa sociedad
que no les brinda perspectivas.
“En cuanto a los jóvenes marginados, su situación está peor que
nunca. Los problemas que incendiaron los suburbios no fueron
solucionados en absoluto. El ambiente en esas zonas urbanas periféricas
empeoró en los últimos años. El abandono en el que se encuentran abrió
el camino a una economía subterránea mafiosa y a un auge del integrismo
religioso.”
Y apunta: “No hay mucho espacio para el optimismo”.
Fuente, vìa :
http://proceso.com.mx/rv/modHome/detalleExclusiva/84721
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