La sensación de ser el primero
en poseer la riqueza de los indígenas y ganar fama fue lo que motivó el
saqueo minero en Chile en el siglo XVI. Hoy se fraguan otros atracos,
precisamente por extranjeros. Desde los lavaderos de oro a Pascua Lama.
La evolución del despojo luego de 200 años de República.
Desde la llegada de los conquistadores, la historia de Chile ha estado íntimamente ligada con la de su minería. Cuando Almagro y
Valdivia se dejaron llevar por las exageradas historias de grandes
cantidades de oro y plata en manos de los indígenas, decidieron
financiar sus expediciones y obtener “beneficios” y gloria a costa de la
riqueza criolla durante el siglo XVI.
En otras palabras, estos colonizadores
fueron los primeros saqueadores de los minerales del país, porque como
en el resto de América, en el Reino de Chile, la explotación aurífera se
materializó bajo una brutal esclavitud de los indígenas. Principalmente
se dio en los sitios mineros del centro y sur del país, una vez que los
invasores se dieron cuenta que las historias sobre la riqueza de
nuestro territorio eran falsas en comparación con Perú y México.
Los primeros en funcionar fueron los lavaderos de oro de Marga Marga, que puso en marcha Pedro de Valdivia
en el río Aconcagua. Luego asomaron por el sur Imperial, Osorno,
Quilacoya y Villarrica. Por el norte Illapel y Choapa. La violencia
empleada contra los indígenas desembocó en una rebelión aborigen a fines
del siglo XVI, por lo que los europeos perdieron el control de todos
los lugares de extracción al sur de Concepción, según establece el
historiador Benjamín Vicuña Mackenna, en su libro La edad de oro en Chile.
Según Vicuña Mackenna, el saqueo minero
colonial, durante el siglo XVI, se basó fundamentalmente en torno a los
tres metales clásicos: Cobre, plata y oro. La producción aurífera
aumentó hacia el 1700, reemplazando a los lavaderos por las minas de
Andacollo, Chucumata, Copiapó, Inca, Catemu y Petorca. Por su parte, la
minería de la plata sólo adquirió importancia durante el siglo XVIII,
cuando comenzó la explotación de minas en Copiapó, las que apoyadas por
las de Uspallata y San Pedro Nolasco y las minas de azogue de Punitaqui y
Quillota, permitieron generar una pequeña producción de plata. Por
último, la minería del cobre comenzó a fines del siglo XVII, cuando se
trabajaron minas a pequeña escala en Coquimbo para enviar el metal rojo
al Perú para la fabricación de cañones, luego se sumaron diversas minas
en la zona de Atacama y Aconcagua.
Desde la Colonia la minería se
constituyó en una “actividad productiva” de importancia para el Reino de
Chile. Durante el siglo XIX, cobró gran dinamismo y se transformó en el
principal rubro económico nacional. Así, producción minera y expansión
industrial se integraron en un solo referente.
REAL TRIBUNAL DE MINERÍA
Vicuña Mackenna cuenta que a fines del
siglo XVIII, las ordenanzas mineras y el auge de la plata y el cobre en
Atacama y Aconcagua, permitieron el desarrollo de un gremio minero, el
cual era apoyado por el gobierno colonial a través del denominado Real
Tribunal de Minería. Esta misma institución encargó al empresario y
jurista Juan Egaña un informe sobre el real estado de
la minería en la Capitanía General de Chile, cuyo resultado, presentado
en 1803, “informó sobre la lamentable falta de tecnología de los mineros
y la pobreza de su gremio”.
Pero es a contar de mediados del siglo XIX que aumenta considerablemente la depredación debido a personajes como José Rojas (carbón de Coronel); Matías Cousiño (carbón en Lota); José Tomás Urmeneta (plata en Tamaya- Ovalle); el “Cangalla” Méndez (plata en Caracoles-Antofagasta); José Santos Ossa (salitre en Desierto de Atacama).
Gabriel Salazar, Premio
Nacional de Historia 2006, registra así el periodo descrito por Egaña:
“En el siglo XIX, cuando predominó la oligarquía mercantil, antes del
desarrollo de la industria por parte de los extranjeros, dominaron en
Chile la hacienda y el habilitador minero, que era un especulador de la
minería. No era un minero”, señala.
Y agrega el Premio Nacional que en ese
sentido “hay un tremendo error, incluso entre historiadores de izquierda
que, por ejemplo, consideran a José Santos Ossa como minero, o a Francisco Puelma,
cuando en estricto rigor eran comerciantes que le compraban a los
pirquineros. Eran mercaderes, comerciantes del producto que sacaban los
verdaderos mineros. Así se enriquecieron. En el siglo XIX predominaron
en Chile los hacendados que explotaban el trabajo de los inquilinos y
los peones”, y lo mismo hacían los habilitadores mineros.
Salazar propone que el inquilino no
podía irse de la hacienda porque tenía familia, pero sus hijos sí, y
éstos comienzan a vagabundear por el país y constituyen el “roto
chileno”. “Es decir, el trabajador típico del siglo XIX es el peón. Es
un trabajador temporero. Pero cuando se inicia la industrialización, a
fines del XIX, aparece la clase obrera. Por eso hacia 1870-1880 la clase
obrera hace huelgas para apoyar la industrialización, porque querían
que Chile se industrializara, ya que el patrón industrial les pagaba
salario en efectivo, mientras que el habilitador minero le pagaba al
peón en fichas, lo mismo que el hacendado. O sea, en un principio,
protegieron a los patrones para que el Estado protegiera la industria
¿Pero qué pasó? Estalló la inflación, los salarios bajaron y la clase
obrera se vuelve contra los patrones industriales”, subraya el
historiador.
Durante el siglo XVIII, casi la
totalidad del “gremio minero” estaba formado por “buscones o
pirquineros”, esto es, por peones itinerantes probando suerte en
actividades mineras. Y esto fue así porque los acaudalados
mercaderes-hacendados consideraban la minería como un oficio vil, o como
una inversión demasiado azarosa como para asentar sobre ella la
acumulación de riqueza patrimonial. “Prefirieron atenerse a su oficio
mayorista: El de mercader. Y optaron por vender a los mineros -usurera
pero legalmente- los insumos que necesitaban, y exportar –por lo común
ilegalmente- los minerales de oro y plata que producían”, desmenuza
Salazar.
EL SALITRE: INSUMO CLAVE
Las principales características del
salitre, que determinaban su creciente demanda y precio, tenían que ver
con condiciones geopolíticas y económicas que se perfilaban en el mundo
durante el siglo XIX.
La creación de los estados nacionales en
Alemania e Italia y las crisis de los imperios hacia fines de ese siglo
determinaron un escenario de constante conflicto bélico. El nitrato era
el insumo clave para la fabricación de explosivos. Por su parte, los
avances en medicina y la creciente urbanización determinaron una fuerte
explosión demográfica, volcando a los países a buscar la mejor forma de
hacer rendir sus campos para alimentar a una población cada vez más
numerosa. El fertilizante de esos años era el salitre y por tanto una
fuente fundamental en la generación de ingresos.
Al tiempo que se generaban estas
extraordinarias condiciones que aseguraban una demanda constante del
nitrato, Chile salía victorioso de la Guerra del Pacífico. Los grandes
yacimientos salitreros de las provincias de Tarapacá y Antofagasta, que
ya habían sido explotados por capitales chilenos en la década de los
‘60, tenían además dos importantes ventajas comparativas: Primero,
grandes depósitos con alto contenido de nitrato; y segundo, una
distancia cercana al mar.
En consecuencia, Chile se transformó en
el mayor productor de nitrato del mundo. Entre 1880 y 1930 las
exportaciones salitreras constituyeron el área más importante de la
economía chilena.
INDUSTRIA CUPRERA TOP
El auge y desarrollo del cobre comparte
características similares con el salitre, pero su impacto en la economía
está determinado por una gran diferencia. El cobre, hasta muy entrado
el siglo XX, no tuvo la importancia económica relativa del salitre.
El verdadero boom de la industria
cuprífera estuvo determinado por un brusco aumento de la demanda
mundial, debido a la aparición de la industria eléctrica y la expansión
del sector de la construcción.
En este contexto, para 1904 se iniciaron
las faenas en El Teniente y para 1911 en Chuquicamata. Las inversiones
de estos dos proyectos significaron una capitalización externa ‘para
reanudar el saqueo’ de más de US$200 millones de la época, para llegar a
producir, en 1924, 185 mil TM y representar, por sí solas, el 80% de la
producción chilena. Había nacido un nuevo actor que se relacionará
sustantivamente con la historia económica y política del país del siglo
XX: La Gran Minería del Cobre (GMC).
Entre 1960-1971, se instala la
preocupación en torno a que las firmas estadounidenses no estuvieran
expandiendo la producción de cobre en concordancia con los objetivos
nacionales. La principal demanda fue entonces el aumento de la
inversión. Aunque la participación nacional en las exportaciones de la
GMC se elevó a 66% durante la década de 1960, se pensaba que el cobre
era demasiado importante para el desarrollo de Chile como para que
estuviera bajo control extranjero.
De este modo, la cuestión de la
participación chilena en las decisiones referentes a la producción y la
inversión en el cobre se transformó en el tema fundamental del proceso
de negociación entre el Estado chileno y las firmas estadounidenses,
proceso que culmina con la nacionalización de la GMC bajo el gobierno de
Salvador Allende.
PASCUA LAMA: CÓMO SE GESTA EL SAQUEO
Pascua-Lama es considerado el conflicto
ambiental chileno más importante de los últimos años. Se trata de un
proyecto minero que consiste en la explotación a tajo abierto de un
yacimiento de oro, plata y cobre.
Todo comenzó con el descubrimiento en la Región de Atacama, en los ’80, del yacimiento de oro de Pascua. Según Barrick Gold
´minera canadiense “dueña” del yacimiento` uno de los más importantes
del mundo, y el de menor costo de explotación. A su vez los
copropietarios de Barrick, además del renombrado Peter Munk, son el banco inglés Barclays y poderosos fondos de inversión de Canadá y Estados Unidos, de este último país uno muy especial: The Capital Group, dominado por los Rockefeller.
Luego de que se conociera públicamente
la polémica generada por glaciares que cubren el yacimiento en la
cordillera, cuyos reservorios de agua serían sacados por Barrick, los
presidentes Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet olvidándose de las penurias de Allende, mantuvieron decisivos encuentros con David Rockefeller, y sancionaron importantes leyes en favor de sus intereses. El caso más bullado fue el de Patricio Aylwin,
quien dos semanas después de haber asumido, gracias al apoyo económico
que le brindó el grupo Rockefeller a la Concertación, aprobó un paquete
de leyes que beneficiaban directamente a las empresas mineras.
Su cercanía a Rockefeller se hizo explícita en 1993, cuando Aylwin, impulsor junto a Carlos Menem del Proyecto Pascua Lama, viajó a Washington a condecorar al banquero norteamericano con la Orden “Bernardo O’Higgins”.
Lo mismo hizo Ricardo Lagos,
quien durante su gobierno, como una muestra de su compromiso con
Barrick, logró que el Congreso aprobara dos veces el proyecto Pascua
Lama, en el 2001 y el 2006. Por esta actitud, en 2005 Lagos recibió en
la sede del Consejo de las Américas, el premio “Gold Insigne”. Galardón
colgado en su cuello por Rockefeller.
Bachelet tampoco estuvo exenta de
participar en esta política en favor de la Barrick y los Rockefeller. Al
igual que la presidenta argentina, Cristina Fernández,
el año pasado fue agasajada en el Consejo de las Américas con una cena
organizada por Barrick, que fue duramente cuestionada por las
organizaciones ambientales opositoras a Pascua Lama.
El primer invitado se hizo presente en ese banquete, David Rockefeller, presidente Honorario del Consejo de las Américas (Council of The Americas), y también su presidente emérito George W. Landau, ex embajador de Estados Unidos en Chile entre 1977-1981, durante la dictadura de Pinochet. La defensa de los Derechos Humanos aparece cuestionada, cuando aparece el oro de por medio.
Más allá de los derroteros de Pascua
Lama aparece el tema de los 33 mineros atrapados y con un posible saqueo
a un metal clave para el desarrollo tecnológico en el futuro próximo: El litio,
ya que Chile, y en particular el Salar de Atacama, posee las mayores
reservas del mundo, estimadas en 40 millones de toneladas, de un total
de 100 millones de toneladas en el mundo.
Salazar reflexiona: “En Chile, la
minería la desarrollaron los pobres: Los buscones, pirquineros. Chile se
convirtió en una potencia minera sobre la base de una tecnología
pirquinera que era baratísima. La fase extractiva de la minería estuvo
en manos de los pobres; el tratamiento lo hacían los capitalistas, como Edwards y
todos esos campeones, que tenían fundiciones; y el transporte lo hacían
los ingleses. Y los grandes explotados fueron los pirquineros… ¡Los
reventaron! Ellos asumían el costo del aumento del transporte y de las
ganancias de los intermediarios. Esta explotación hacia abajo llevó a
que se redujera la seguridad en las minas: Pasó en el carbón, también en
el cobre y el oro. ¿Esto que pasa hoy en la mina San José? ¡Historia
del siglo XIX!
+ info: La edad de oro en Chile, Benjamín Vicuña Mackenna.
El salariado minero en Chile colonial, Marcello Carmagnani.
Labradores, peones y proletarios, Gabriel Salazar.
La dominación silenciosa, María Angélica Illanes.
El Ciudadano N°88, segunda quincena septiembre 2010
http://www.elciudadano.cl/2010/10/26/chile-por-mas-de-20-decadas-paraiso-del-saqueo-minero/
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