Estos dos
que se amaron incendiando y encendiendo la historia de Nuestra América
son espejo y reflejo del tiempo que fue y del que haremos nacer. La
historia de Manuela y Simón fue durante mucho tiempo acallada por la
historiografía oficial o abordada tangencialmente, sin la dimensión
humana que hoy estamos redescubriendo en ellos.
Por
eso, la periodista Marialcira Matute, fundadora de la Librería
Mediática y TV Lecturas, integrante del Movimiento por el Periodismo
Necesario, comenta entorno a la figura de estos imprescindibles de
nuestra historia que “el amor de Manuela y Simón era incómodo y lo es
aún para una sociedad pacata, falsa y resistente al cambio. El juntarlos
es un conjuro contra la idiotez, un homenaje a la inteligencia
prodigiosa de ambos que los reveló no sólo como profundos ideólogos de
la americanidad sino como escritores apasionados. Su reunión material es
la celebración de la valentía y el arrojo y un paso adelante en la
unión amorosa de toda Nuestra América”.
Y
es que ese Bolívar Libertador, padre de Patrias y hacedor de sueños,
era para Manuela Sáenz, el hombre cotidiano que desvelaba sus días y
también viceversa, así da fe la profunda y cálida correspondencia que
durante años llevaron adelante.
Los
restos simbólicos de Manuelita llegaron, provenientes de Ecuador, para
entrar al Panteón Nacional acompañados de pueblo. Se trata, de
reivindicar la vida de una mujer que representa un punto de inflexión en
la historia independentista de toda América Latina.
El
Presidente de Ecuador, Rafael Correa, orador de orden de los actos
conmemorativos del 05 de julio, subrayó al referirse a los restos
simbólicos de Manuela Sáenz, que “no se trata de átomos o partículas que
regatean su autenticidad por un certificado forense, ¡no! La generala
vive en cada ecuatoriana y ecuatoriano, en cada venezolana y venezolano
amantes de la Patria que ella contribuyó a liberar y construir, igual
que vive en cada panameño, colombiano, peruano, boliviano, en cada
latinoamericano, en el corazón de todas y todos quienes amamos esta
Patria inmensa que celebra el bicentenario de las declaraciones
libertarias”.
Manuelita
Manuela
Sáenz, la Libertadora del Libertador, nació en Quito, Ecuador, el 27 de
diciembre de 1797 y falleció en Paita, Perú, el 23 de noviembre de
1856. Su vocación por la causa patriota y la liberación americana la
llevaron desde temprano a ser ejemplo y heroína de estas tierras y todos
los tiempos.
Combatiente
en la Batalla de Pichincha a su regreso del Perú, recibió el grado de
Teniente de Húsares del Ejército Libertador. Expuso también su vida en
la Batalla de Ayacucho, bajo las órdenes del mariscal Antonio José de
Sucre, participación que le valió su ascenso a coronela. El 22 de mayo
de 2007, en el marco de la conmemoración de la Batalla de Pichincha el
Presidente Correa le concedió a Sáenz el grado de Generala de Honor de
la República de Ecuador. Y en los actos de conmemoración del 199
aniversario de la Firma del Acta de Independencia de Venezuela, se le
concedió póstumamente el ascenso a Generala de División del Ejército
Nacional Bolivariano de Venezuela, por su participación y actuación en
la gesta independentista. Y es precisamente en este sentido, que la
profesora y periodista, Ana María Hernández, indica que “la
historiografía machista, en casi dos siglos no ha permitido conocer a
una Manuela heroína que se ganó los títulos militares en batalla.
Siempre nos presentaron la versión de ser la amante del Libertador y por
eso es que lo pudo salvar de los atentados, como si el amor en plena
guerra fuera sólo caricias y no acciones, ideas, compromiso de vida”.
Amorosas voces
Convocados
por la pasión libertaria y amorosa de estos dos grandes de la América
Mayúscula, el pueblo venezolano reconoce en el amor de Manuela y Simón
la brisa que vuelve y vuela en estas tierras que guardan los ecos y los
roces de la vida sembrada de esperanzas.
La
entrada de Manuela Sáenz al Panteón Nacional es sin duda un acto de
rebelde ternura, una manifestación más de que éstos son tiempos de
cambio, en el que las viejas establecidas verdades se contraponen
finalmente a las voces no menos ciertas de los pueblos silenciados
durante centurias.
Por
eso, el escritor y profesor de la Universidad Bolivariana del Zulia,
José León, refiriendo una frase del filósofo Walter Benjamin, que dice
que “ni los muertos estarán a salvo si vence el enemigo”, señalaba que
al Panteón Nacional “sólo entraba la memoria, como sabemos, oficial, es
decir, la que le recordaba a la Oligarquía que sus reales (sus asientos
reales, quiero decir) estaban a buen resguardo. Con la llegada de
Manuela (y no importa que sus restos sean declarativamente simbólicos,
porque todos los "restos" lo son) se sigue abonando la tierra sagrada de
la memoria”.
Memorias
Definitivamente
a Manuela no podemos dejar de amarla, porque ella reivindica a la
mujer, a todas las mujeres. Ella demostró con su vida las pasiones, los
miedos, los cantos y esperanzas que nos habitan. Siempre será un
estandarte libertario esa Manuela que ha dejado de ser el exilio eterno
que esperaba, porque ahora es luz iluminando la sonrisa enamorada.
Fuente, vìa :
http://cultural.argenpress.info/2010/08/manuela-y-simon-un-conjuro-contra-la.html
http://cultural.argenpress.info/2010/08/manuela-y-simon-un-conjuro-contra-la.html
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