Introducción
Una de las expresiones más concluyentes de la validez del concepto de
división de la sociedad en clases y de lucha de clases para explicar la
esencia del funcionamiento social es su reflejo en la mortalidad de las
poblaciones.
Una vez más la ideología judeocristiana yerra: ni a la hora de morir
no somos todos iguales. Si la desigualdad social es el rasgo definitorio
de la vida en el capitalismo, lo es mucho más de la muerte prematura en
la clase obrera.
Si bien es coherente con los intereses de las clases dominantes
intentar ocultar, minimizar o tergiversar los estudios que revelan estos
datos, es necesario que las organizaciones de clase los utilicen como
armas conceptuales para documentar el crimen que se perpetra a diario en
el cuerpo de la clase obrera.
Nadie puede creerse que a Zapatero le quiten el sueño las cifras de
desempleo mientras su partido, el único del arco parlamentario, aprobaba
una reforma laboral que aumenta aún más la discrecionalidad de las
empresas para despedir trabajadores. La primera prueba ha sido UPS, una
multinacional que exhibe ganancias millonarias. La nueva legislación le
permite hacer lo que intentó con tres ERE,s y no consiguió: poner en la
calle a trabajadores mayores de 40 años, con 20 de antigüedad, sin
justificación, ni económica, ni organizativa. como en los recursos de
alzada se demostró. El único motivo es que, mientras el 84,5% de los
EREs son pactados, la plantilla de UPS/Vallecas ha tenido el
atrevimiento de defender sus derechos.
La nueva contrarreforma laboral, como todas las anteriores es un
negocio redondo para la patronal: porque elimina empleo estable y con
derechos, y porque, si la lucha no lo remedia, fabrica trabajadores y
trabajadoras absolutamente sometidos.
En este artículo pretendo mostrar que hay pruebas irrefutables de que
políticos, banqueros y empresarios, son responsables directos del
dolor, la enfermedad y la muerte causados por las medidas que engordan
sus cuentas de beneficios. Si les quedara un mínimo de conciencia, cosa
imposible porque dejarían de ser lo que son, no podrían volver a pegar
ojo en su vida.
La evidencia histórica
Hay tres datos que permiten explicar como la división en clases y los
cambios sociales y económicos, que se manifiestan en la realidad
concreta mediante una enorme diversidad de formas (pérdida del empleo y
del salario, de la autoestima laboral y familiar, de la vivienda, el
fracaso escolar, etc), determinan cuántos y quiénes mueren antes de
tiempo. Es decir, exactamente, cuántos y quiénes no hubieran muerto si
esos hechos no se hubieran producido o bien, en qué medida la acción
consciente de la lucha obrera, aumenta la cantidad de vida.
1º. Las crisis del capitalismo y el incremento de las tasas de
desempleo se corresponden con aumentos de la mortalidad por determinadas
causas. Un ejemplo histórico es el estudio secular (1870 – 1975) que
compara la evolución del nivel de paro y la tasa de mortalidad por
úlcera digestiva en varones; en todos los grupos de edad se refleja la
elevación del paro en el aumento de la mortalidad1.
Otro caso ejemplificador es lo ocurrido en la Gran Depresión de
principios de los años 30; la disminución del Producto Nacional Bruto
per cápita del 40% y la caída del consumo del 30%, se asoció con un
incremento del 40% en la Tasa de Mortalidad por Suicidio en EE.UU.
2º. La Tasa de Mortalidad por Tuberculosis en Inglaterra empieza a
descender bruscamente coincidiendo con las luchas obreras por mayores
salarios, reducción de jornada, mayor control del trabajo femenino e
infantil, etc, significativamente antes de que se dispusiera de
antibióticos o sulfamidas2.
Las privatizaciones masivas en la ex URSS, un laboratorio criminal
Sin entrar en otro tipo de consideraciones, es un hecho que con la
desaparición de la URSS se produjeron privatizaciones masivas de todo
tipo de empresas y servicios públicos entre 1991 y 1994. Se produjeron
de forma abrupta, sin precedentes entonces, pero muy semejante a lo
sucedido en Iraq tras la invasión de EE.UU.: la desaparición de millones
de puestos de trabajo, de las redes de protección social y el colapso
de los servicios públicos. Un técnico estadounidense destinado a Rusia
en la época se expresaba así3: “Me di cuenta rápidamente de que el plan
de privatizaciones de la industria rusa se iba a llevar a cabo de la
noche a la mañana, con costes muy altos para centenares de miles de
personas (…) Se iban a fulminar decenas de miles de empleos. Pero además
las fábricas que iban a cerrar proveían de escuelas, hospitales,
atención sanitaria y pensiones de la cuna a la tumba. Informé de todo
esto en Washington y les dije que allí no iba a quedar red alguna de
seguridad social. Comprendí claramente que se trataba precisamente de
eso; querían eliminar todos los restos posibles del estado para que no
volviera el Partido Comunista”.
Los datos referidos en el citado estudio, realizado sobre 25 países de la ex URSS, son los siguientes:
Caída del 30% en el PIB per cápita. Incremento del 20% en la Tasa de
Mortalidad por Todas las Causas y aumento de la Tasa de Mortalidad por
Suicidio del 40%. Los mayores aumentos de la mortalidad se produjeron en
los grupos de población de edad laboral (15 – 60años) y el más elevado,
en el grupo de 25 a 39 años.
El análisis comparativo de la mortalidad de adultos en edad laboral,
entre Rusia – con privatizaciones masivas y rápidas – y Bielorrusia con
bajo % de privatizaciones y renacionalizaciones posteriores, arroja
resultados espectaculares que muestra el gráfico adjunto.
En países como Finlandia y Cuba, que han sufrido graves crisis con
caídas del PIB semejantes, en los que no se han disminuido los gastos
generales de protección social, los datos de mortalidad y los niveles de
salud han permanecido estables. El consumo de vodka per cápita en Rusia
y Bielorrusia era el mismo 3,6. En 2003, en Bielorrusia era de 3,2 y en
Rusia de 6,2. En función de los datos observados, las privatizaciones
masivas en estos países ocasionaron directamente 3 millones de muertos.
El mayor % de población afiliado a organizaciones sociales
(sindicales, políticas, asociaciones de todo tipo), en definitiva el
grado de cohesión social es un importante factor de protección que se
refleja en una menor tasa de mortalidad de adultos en edad laboral.
El aumento de la mortalidad por tuberculosis relacionado directamente con las políticas impuestas por el FMI
La Tuberculosis ha sido considerada el ejemplo más claro de
enfermedad social en el capitalismo, como puede observarse en el cuadro
citado anteriormente, y se consideraba en vías de erradicación hasta
hace dos décadas. El rápido deterioro de las condiciones de vida y de
trabajo de la clase obrera en los países de la Europa del Este y de
forma acelerada en el resto del mundo, han cambiado sustancialmente el
panorama.
Es especialmente significativo este estudio4 en el que se demuestra
el aumento de la incidencia (nº de casos nuevos), de la prevalencia (nº
de casos totales) y de la mortalidad por Tuberculosis en 21 países de la
Europa del Este y de la antigua URSS vinculados al seguimiento de
programas impuestos por el FMI. En él se han controlado otras variables
que pudieran ser factores de confusión, para aislar aquellas medias
constitutivas de los planes de ajuste (reducción del gasto social
público, contrarreformas laborales, privatizaciones), destinados a
garantizar la devolución de sus préstamos y a asegurar - por encima de
cualquier otra consideración - la estabilidad macroeconómica y el
crecimiento. Los programas del FMI impusieron una reducción del gasto
social público del 8% del PIB y una disminución importante en
infraestructuras sanitarias, entre otras.
Los resultados, a partir de datos de la OMS y del Banco Mundial, son los siguientes:
Incremento de la Tasa de Incidencia del 13,9%, de la de Prevalencia
del 13,2% y de la de Mortalidad del 16,6%. En la exURSS las Tasas de
Mortalidad se doblaron entre 1991 y 2002 (pasaron de 6,2 a 13,3 muertos
por 100.000 habitantes). Aún ahora sus tasas están entre las peores del
mundo.
Cada año adicional de permanencia en los países de los programas del
FMI se asocia con incrementos de la Tasa de Mortalidad por Tuberculosis
del 4,1%. Cada 1% de incremento en los préstamos del FMI se asocia con
incrementos del 0,9% de la misma tasa.
Por el contrario, el abandono de los programas del FMI se asocia con
un decrecimiento de la Tasa de Mortalidad por Tuberculosis del 30,7%.
Estas medidas impuestas por el FMI en América Latina, Sudeste
Asiático, África y Europa del Este, y que han llevado a la quiebra a
numerosos países, y en todos los casos a enormes desastres sociales a
sus pueblos, son los que este buque insignia del capitalismo, junto a la
UE, se imponen a países como Grecia, Portugal y el Estado español.
Aunque la rapidez y la extensión con que se produjo la liquidación de
todo lo público y la imposición de los programas de juste del FMI en la
Europa del Este constituyen un laboratorio privilegiado para
identificar sus efectos, como señalan los autores de este estudio, no
cabe duda de que los mismos son extrapolables a otros países. Los
tiempos y las cuantías pueden variar, pero la evidencia muestra como la
salud y la enfermedad dibujan fielmente la estructura de clase y el
impacto sobre la clase obrera de objetivos macroeconómicos aparentemente
indiscutibles como “estabilidad” y “crecimiento”
La crisis actual: guerra social en el cuerpo de la clase obrera
El reflejo de las desigualdades sociales en la mortalidad no ha hecho
más que intensificarse desde la implantación de las políticas
neoliberales en la década del 70. Según el informe de 2009 de la
Comisión de Determinantes sociales de la OMS (que analiza datos
anteriores a la crisis iniciada en 2007) citado por Vicente Navarro5 :
“En Glasgow, un obrero no cualificado tiene una esperanza de vida 28
años menor que la de un hombre de negocios en el peldaño superior en la
escala de ingresos” y añade el autor citado: “En Baltimore, un joven
negro desempleado tiene una esperanza de vida de 32 años menos que un
abogado blanco de un gran bufete”6.
Frente al discurso posmoderno, que tanto ha contribuido a legitimar y
a potenciar la traición de clase de la izquierda institucional y de las
burocracias sindicales, que hablaba de la globalización como el fin del
Estado y de la clase obrera (y por tanto de la obsolescencia de que
esta última se planteara como objetivo la toma del poder político) los
datos indican exactamente lo contrario. El gasto público global ha
aumentado como % del PIB en EE.UU. y en la UE desde los años 70, pero ha
cambiado su estructura: han disminuido los gastos sociales y se han
incrementado los gastos militares y de policía y el apoyo a la banca y a
las empresas privadas; todo ello antes de la crisis actual. Mientras
tanto los beneficios empresariales en la UE (1999 a 2006) se
incrementaban un 36%.
Pero las escuetas cifras macroeconómicas, las únicas que ilustran los pulcros informes políticos, chorrean sangre en la calle.
Estudios basados en datos económicos y de protección social de la
OCDE entre 1980 y 2003 concluyen que cada aumento de la Tasa de
Desempleo en 1%, se asocia con incrementos del 0,8% en la Tasa de
Mortalidad por Suicidio y del mismo % en la Tasa de Mortalidad por
Homicidio7.
No obstante, tal vinculación expresa promedios que esconden
realidades interesantes. Los gráficos muestran que mientras en Suecia,
con un gasto en protección socio-laboral per cápita de 362 dólares, el
aumento del desempleo no afecta a la Tasa de Suicidio, en el Estado
español con un gasto de 88 dólares el ascenso en la tasa de Desempleo se
acompaña con ascensos que se ajustan como un guante mortal de la tasa
de Mortalidad por Suicidio.
Por el contrario, cada 100$ de aumento del gasto en protección social
(excluyendo el gasto en salud) está asociado a una disminución de 1,19%
en la mortalidad por todas las causas en un estudio reciente realizado
en 15 países de la Unión Europea. Hay que insistir en que la salud de la
población no está determinada por los gastos en el sistema sanitario,
sino por otros factores como el tener o no empleo, las condiciones de
trabajo, la calidad de la vivienda, de la educación, etc. Además las
condiciones más saludables de vida disminuyen el riesgo de hábitos poco
saludables.
No se ha encontrado efecto alguno sobre la mejora en la mortalidad,
ni en la salud de la población, de aumentos del gasto público en asuntos
militares, prisiones, policía etc8.
La Tasa de Mortalidad por Suicidio primer sensor de las dimensiones de la crisis
A pesar del escaso tiempo transcurrido para que las consecuencias
acumuladas del conjunto de factores que acompañan a la crisis
estructural en curso se desarrollen en el tiempo y muestren las
dimensiones más duras de su impacto sobre la salud, los datos que van
apareciendo son suficientemente ilustrativos:
En un estudio que analiza datos de la OMS y de la OCDE entre 1970 y
2007, muestra que cada aumento del 1% en la tasa de desempleo se asocia
con incrementos del 0,8 % en las Tasas de Mortalidad por Suicidio, y
otro tanto en las correspondientes a muertes por homicidio. Si el
aumento del desempleo es del 3% el incremento de la mortalidad por
suicidio en menores de 65 años es del 4,5 % y la mortalidad por
enfermedades relacionadas con el abuso del alcohol se incrementa el 28%.
El riesgo de morir por suicidios de una persona desempleada es el doble
del de una persona empleada.
En el informe se advierte que los datos sobre los que se ha trabajado
se refieren a poblaciones enteras, por lo que no se tiene en cuenta el
hecho de que grupos más vulnerables como emigrantes o refugiados tienen
un sufrimiento mucho mayor. Como señala uno de los investigadores: “Los
suicidios son como la punta del iceberg. El aumento de la tasa de
suicidios incluyen muchos suicidios fallidos y altos niveles de
alteraciones de la salud mental de los trabajadores y sus familias”9.
En Japón, según un informe de la Agencia de la Policía Nacional, se
produjeron 32.845 suicidios, un 1,85% más que el año anterior. Aumentó
en un 65,3 el % de personas que, según documentación escrita, explicaron
su muerte directamente por la pérdida del empleo, y en un 34,3 el % de
aquellas que justificaban su suicidio por un empeoramiento general de
sus condiciones de vida. En cuanto a la edad, los mayores incrementos de
las cifras de suicidios se produjeron entre los 20 y los 40 años de
edad10.
El sindicato de los ferroviarios de Japón ha denunciado que durante
la privatización iniciada en los años 80 y que causó el despidos de
200.000 de los 400.000 trabajadores y trabajadoras del sector, se
produjeron más de 200 suicidios directamente relacionados con la pérdida
del puesto de trabajo11.
En Grecia todo indica que los datos de suicidio para 2009 duplicarán
con creces los de 2008. Los psiquiatras indican que casi se han
cuadruplicado los avisos por intento de suicidio. La tasa de paro en el
país heleno se incrementó en un 50% y el gasto social cayó drásticamente
para cumplir los objetivos de reducción del déficit público impuestos
por el FMI y la UE como condición para obtener el préstamo de 110.000
millones de euros
La Mortalidad por Accidentes de Trabajo y el delito flagrante del sub-registro de la Mortalidad por Enfermedades Laborales
La siniestralidad laboral en el Estado español ha sido históricamente
y continúa siendo en la actualidad la más alta de la UE. Los datos son
abrumadores12: Las tasas de mortalidad por lesiones traumáticas son dos
veces y media más elevadas entre trabajadores temporales que entre
trabajadores indefinidos. El riesgo de morir por accidente de trabajo en
función de la edad es mayor entre los trabajadores mayores de 54 años.
Es el patético resultado de los millones de euros pagados por el
estado a patronal y sindicatos en concepto de “cursos de formación”, que
a su vez tienen como consecuencia engrasar a las burocracias sindicales
que han callado ante la generalización de la precariedad laboral,
factor estructural determinante de los accidentes laborales.
El hecho de que el riesgo de morir por esta causa se concentre en
trabajadores mayores, indica que prevalece el factor desgaste,
intensificado por los destajos y las interminables jornadas de trabajo,
por encima de la experiencia como elemento protector. Que en estas
condiciones se esté planteando alargar la vida laboral a los 67 años es
un acto criminal pero no exento de ventajas, calcularán ellos: los
trabajadores de este grupo de edad que acaban aplastados contra el suelo
contribuyen a rejuvenecer la plantilla y además la Seguridad Social se
ahorra su pensión.
A pesar de las elevadísimas cifras de siniestralidad general y de
mortalidad por accidentes laborales en particular, hay que tener en
cuenta que los datos reales son, con toda seguridad, mucho mayores. Hay
una ocultación sistemática, sobre todo en el caso de los trabajadores
sin papeles – que algunas veces ha saltado a los periódicos – y en el de
los llamados autónomos, auténticos trabajadores sobre-explotados y sin
derechos, cuya muerte o accidente no llega a los registros.
El escándalo alcanza proporciones monstruosas en el caso de los
trabajadores y trabajadoras que enferman o mueren por causas
relacionadas con el trabajo. Es incontestable que las altísimas cifras
de accidentes laborales en nuestro país, son la expresión de unas
pésimas condiciones de trabajo y de una falta de aplicación generalizada
de medidas de prevención de riesgos laborales. Estas condiciones
necesariamente deben dar lugar, también y en mayor proporción si cabe, a
unas elevadas cifras de enfermos y muertos por causas laborales.
El crimen es ocultado sistemáticamente13. Mientras en el Estado
español apenas hay algún muerto al año por enfermedades laborales (0
muertos en 2000, 2001, 2002 y 2003, 2 en 2004 y 3 en 2005), los cálculos
más rigurosos estiman que no menos de 14.000 trabajadores y 2.000
trabajadoras mueren al año por enfermedades producidas por las
condiciones de trabajo. Según el Observatorio Laboral de la Universidad
Pompeu Fabra14, el subregistro general de enfermedades laborales es del
64%, pero asciende al 100% en el caso de las enfermedades más graves,
como el cáncer ocupacional. A pesar de haber aumentado la población
laboral entre 2000 y 2005 de 15 a 17 millones de personas, el registro
de enfermedades graves, ya de por sí ridículo, ha disminuido: 191 casos
en el año 2000 y 120 en 2005.
Las causas de este escándalo tan bien ocultado son de lucha de clases
en sentido estricto. Son económicas: las mutuas patronales se ahorran,
miles de millones de euros que dejan de pagar en concepto de pensión
(más elevada que la de la Seguridad Social) al trabajador o a su
familia, en caso de muerte o invalidez, y el pago de los costosos
tratamientos de la enfermedad que en su lugar asume la sanidad
pública15. Pero sobre todo, intentan ocultar un poderosísimo factor de
conciencia social: el capital no sólo roba en el salario, y con él en
las condiciones de vida, vampiriza la vida y la salud de los
trabajadores y de sus familias.
Se entiende así que el consumo de tabaco o alcohol, analizados como
hábitos individuales y despojados del enorme componente de ansiedad que
subyace y que en muchas ocasiones está relacionado con las condiciones o
la pérdida del trabajo, sean objeto de campañas de publicidad exhiben
datos estremecedores y culpabilizan al sujeto, mientras los miles de
crímenes perpetrados en aras de los beneficios patronales ni siquiera
son contabilizados como tales. Por no hablar de las victimas del
terrorismo, exhibidas homenaje tras homenaje, aunque no haya habido
desde hace varios años muerto alguno.
Valgan estos datos para ilustrar las dimensiones del atropello y de
su ocultamiento, así como para denunciar a sus responsables: patronal,
gobiernos del estado y de las comunidades autónomas, políticos,
profesionales y medios de comunicación. Pero ninguno de ellos hubiera
podido consumar el crimen sin la complicidad de las direcciones
sindicales de CC.OO. y UGT. Ambos sindicatos tienen importantes
gabinetes de salud laboral, donde seguramente trabaja gente honrada que
emite informes y hace ruedas de prensa.
Pero ellos y sus direcciones saben que, en el desigual campo de
batalla de la lucha de clases, la clase obrera sólo puede hacer oír su
voz mediante la resistencia y la conciencia organizada. Que cada muerto,
cada enferma o inválido - que la clase obrera no debe perdonar, ni
aunque pagaran todo el oro del mundo - son víctimas del crimen
organizado de la patronal - frente al que sólo cabe la lucha y la fuerza
obrera - , de la extensión de la precariedad frente a la que han
callado, de la destrucción consciente de sus propias organizaciones y de
la persecución de los y las sindicalistas más combativos. Por eso las
burocracias sindicales son responsables de colaboración necesaria en el
crimen que, sin duda, tomará proporciones gigantescas en el transcurso
de esta crisis. Es necesario y urgente, sustituirles por un sindicalismo
de clase y de combate, o simplemente, decente.
Escrito para El Otro País, 27 de agosto de 2010
Notas
1 San Martin, H (1984) La Crisis Mundial de la Salud, pág 126
2 Ibid. Pág 146
3 Stuckler, D, King, L. M. McKee (2009) Mass privatisation and the
postcommunist mortality crisis: a cross-national análisis. The Lancet,
Volume 373, Issue 9661, pages 399 – 407.
4 StucklerD, King LP, Basu S (2008) Internationational Monetary Fund
Programs and Tuberculosis Outcomes in Post- Communist Countries. PLoS
Med 5(7): e143.doi:10.1371/journal.pmed.0050143
5 Navarro, V. (2009) Repercusiones sociales de la crisis global”. http://www.vnavarro.org/?p=3416
6 Ibid.
7 Stuckler, D., S. Basu, M. Suhrcke, A. Coutts, M. McKee. ( 2009).
Financial Crisis and Public Health.
www-histecon.kings.cam.ac.uk/healthsystem/.../Stuckler_EUPHA_11_28_09
8 Stuckler, D, S. Basu, and M. McKee. “Budget crises, health, and
social welfare.” British Medical Journal. July 2010. 340: c3311.
9 Stuckler, D., S. Basu, M. Suhrcke, A. Coutts, M. McKee. ( 2009).
“The public health effect of economic crises and alternative policy
responses in Europe: an empirical análisis”. http://www.thelancet.com/journals/l...(09)61124-7/abstract
10 http://www.xornal.com/artigo/2010/0...
11 http://www.conlutas.org.br/site1/ex...
12 Informe salud Laboral. España 2006. Benavides, F. (Coordinador). 2007. www.bvsde.paho.org/bvsacd/cd67/isl0...
13 Navarro, V. (2009) Los muertos que no se registran. http://www.vnavarro.org/?p=696
14 Ibid
15 Se calcula que el coste del tratamiento de enfermedades
profesionales, no registradas como tales, y asumidas por la sanidad
pública es del 14% del total.
Ángeles Maestro - Corriente Roja-
www.corrienteroja.net
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