Yolanda
Martínez Montoya está volviendo a su vida normal después de casi siete
años en la cárcel acusada injustamente de haber abortado. M.S.
“Pídele a Dios porque te van a caer muchos años. Desde el momento en
que tiraron a sus hijos, ustedes son culpables y se merecen muchos años
de cárcel. Aquí se van a quedar (en la prisión) porque tienen que pagar
por lo que hicieron”. Esto es lo que le dijo
la abogada de
oficio Guadalupe Cruces a su defendida Yolanda Martínez, acusada de
homicidio en razón de parentesco después de haber sufrido presuntamente
un aborto espontáneo, que ella misma niega. Yolanda tiene 26
años y acaba de salir de la cárcel después de 6 años y 8 meses presa.
Tenía que cumplir una sentencia de 25 años por haber matado a su futuro
bebé, aunque ella asegura que no estaba embarazada cuando fue, desde su
aldea al hospital de Dolores Hidalgo, con la menstruación y un dolor en
los pechos. La doctora que la recibió no la atendió en ningún momento
sino que llamó directamente a la policía, quién la trasladó del hospital
al penal.
Algo parecido le dijo Guadalupe Cruces a su también defendida Ana
Rosa Padrón. Esta campesina de 23 años, que sólo cursó hasta tercero de
primaria, podrá celebrar la semana que viene el sexto cumpleaños de su
hija junto a ella. Los últimos dos años no lo pudo hacer. Ha estado 30
meses en la prisión desde que sufrió un aborto espontáneo en su segundo
embarazo. La abogada de oficio no quiso que se llevaran a cabo los
careos, ni la reconstrucción de hechos, ni el examen de los péritos,
cuando fue acusada de estrangular al feto que expulsó. La condenaron a
29 años de prisión por el mismo delito de homicidio en razón de
parentesco.
Ambas acaban de salir libres junto a otras 7 mujeres, todas ellas campesinas del norte del estado de Guanajuato, una de las zonas más retrógradas del país.
Purgaban
sentencias de entre 25 y 29 años, acusadas de asesinato, aunque 6 de
ellas tuvieron abortos espontáneos, 2 habían sido violadas y Yolanda ni
siquiera había estado embarazada nunca. Su salida se produjo después una
gran campaña social y mediática
donde llegaron a implicarse las Naciones Unidas. La presión civil
consiguió que el 31 de agosto el Congreso estatal aprobase una reforma
exprés donde aplicó un atenuante a este crimen en razón de parentesco,
que redujo de una pena máxima de 35 años a entre tres y ocho años de
cárcel para las mujeres que den muerte a un recién nacido.
La
movilización social y mediática consiguió que delegados de la ONU se
reunieran con el gobernador del Estado y a los pocos días se reformará
el codigo penal. AP Photo
“El homicidio en razón de parentesco es la manera de
criminalizar a las mujeres pobres.
Estos 9 casos no han sido aislados, responden a una política de estado
para dar un castigo ejemplar a todas aquellas que quieran abortar”,
explica Verónica Cruz, la directora del
Centro de Derechos Humanos Las Libres, quiénes recuperaron las historias de estas nueve mujeres.
Ni Yolanda ni Ana Rosa, ni ninguna de las otras 7 mujeres
encarceladas por el mismo delito en Guanajuato, tuvieron acceso a un
proceso jurídico regular. No se les hicieron las pruebas necesarias ni
se respetó su derecho a un proceso justo. En el caso de Ana Rosa, la
presionaron a autoinculparse con el engaño que así saldría libre y
volvería con su hija. Después de la declaración oral firmó cinco hojas
en blanco. En el juicio de Yolanda, la fiscalía presentó como prueba un
feto que ella nunca había gestado.
“Aquí quién administra y procura
la justicia lo hace desde su carga cultural misógina.
No hubo posibilidad de escucharlas, los médicos juzgaron, los fiscales
no investigaron sino que directamente sentenciaron, y los jueces sólo la
ratificaron, obviando por completo el derecho al debido proceso. El
estado las utilizó de ejemplo, pensando que al ser mujeres sin recursos y
casi sin estudios nadie las iba a reclamar” afirma Cruz.
En Guanajuato, además del caso de estas 9 mujeres, ha habido otras
166 denunciadas por aborto en la última década, la mayoría por los propios médicos que las atendieron al llegar desangrándose al hospital. De éstas,
30 han sido condenadas a penas entre 9 meses y 3 años por delito de aborto, aunque se han acogido a la libertad bajo fianza.
Gracias a Veronica Cruz y el Centro Las Libres se difundió los casos de estas nueve mujeres y se llegó a su liberación. M.S.
“Ahora podemos decir que en Guanajuato no hay nadie en prisión por haber abortado pero
continúan 43 procesos penales contra mujeres que han interrumpido su embarazo.
Cualquiera de estas podría ir a prisión por aborto o por homicidio, es
la historia de nunca acabar”, se queja Cruz, quién agrega que es el
estado quién debería garantizar los derechos de las mujeres. Pero sin
embargo, desde 2009 han aumentado el número de denuncias, justo desde
que se reformó el código civil para proteger el
derecho a la vida “desde el momento de la concepción”.
Guanajuato hizo esta reforma conjuntamente con otros 15 estados, de los
32 que conforman el país, después que en el Distrito Federal se
legalizace el aborto libre y gratuito durante las 12 primeras semanas de
gestación. Además, desde el año 2000, el aborto
está penalizado incluso en caso de violación, y eso supone que vayan a la prisión incluso mujeres que han sido ellas víctimas de un delito.
La puesta en libertad de Yolanda, Ana Rosa, y el resto de mujeres no
ha obedecido realmente a ningún cambio en la legislación sobre el aborto
en este estado, sino que ha respondido a la presión nacional e
internacional. Ninguna ha sido reconocida como inocente, o como víctimas
de procesos irregulares. Simplemente salieron, porque con la
disminución de la pena por el delito que se les imputa, ya cumplieron la
condena correspondiente. Por eso, Yolanda no ve esto como una victoria
definitiva y está dispuesta a seguir adelante con su exigencia de
justicia.
“Nunca van a reconocer que hiceron un error, nos soltaron por la
presión, pero para ellos seguimos siendo criminales. Tuvimos que aceptar
la libertad en esas condiciones, pero ahora estando aquí fuera,
voy a reclamar mi inocencia”,
arguye decidida Yolanda, pese a que el gobernador le sugirió que
estuviese callada. Sabe que los casi siete años encarcelada no se los
va a devolver nadie pero espera que se le reconozcan todas las
vulneraciones a sus derechos y acabar con el estigma. Esta guanajuatense
estudiaba primero de derecho cuando fue denunciada y ahora, quiere
retomar sus estudios. No será tan fácil, porque en estos siete años ha
tenido un bebé en la cárcel, que apenas tiene ocho meses, y ahora además
de estudiar y trabajar tendrá que cuidar a su hijo.
Yolanda Martínez al salir de la cárcel el pasado 7 de septiembre.
Imagen tomada de un video de Las Libres
Áun así, se muestra empeñada en seguir adelante y quiere acabar la
carrera para luchar por los derechos de otras mujeres. Eso sí, ve
difícil pensar en la despenalización del aborto a corto plazo en
Guanajuato, un estado con un gran peso de la iglesia católica y
gobernado por el Partido Acción Nacional, el mismo del presidente Felipe
Calderón, profundamente conservador. De hecho, aunque este estado ocupa
el tercer lugar en el país donde hay más embarazos adolescentes, el
gobierno se ha negado a impartir clases de educación sexual en las
escuelas. En este contexto, tanto Yolanda como Verónica, aspira a que,
por lo menos, se garantice el derecho al aborto por violación y por el
resto de supuestos asumidos en gran parte del mundo. Les queda, pues,
mucho trabajo por hacer.
Fuente, vìa :
http://periodismohumano.com/mujer/el-delito-de-ser-mujer-pobre-y-estar-embarazada.html
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