Mono Jojoy, hasta ayer, fue una palabra despreciable. Ese alias de
guerrillero se conocía en todo el país desde hace décadas. Rebelión e
insurgencia, pero también muerte, sangre y “terrorismo” –asociados al
jefe militar de las Fuerzas Revolucionarias Armadas de Colombia (FARC)–
terminaron ayer con la muerte de Mono, como también le llamaban a Jorge
Briceño o Víctor Julio Suárez Rojas, muerto en combates del miércoles a
manos del ejército colombiano junto a otros veinte guerrilleros.
La noticia fue, a juzgar por los medios de comunicación, la más
feliz de los últimos meses. El gobierno de derecha de Juan Manuel
Santos, por supuesto, fue el primero en celebrar. “Es un día de gloria,
de júbilo, para los colombianos, y le damos gracias a Dios que nos ha
bendecido con victoria. Un trabajo sin celos, coordinado, de alta
precisión”, dijo el ministro de Defensa, Rodrigo Rivera.
Ayer los diarios se imprimieron a la tarde. Una edición extra
circuló por las calles de las ciudades y llegó hasta las montañas
apartadas. “Al fin cayó”, tituló un diario nacional. “Sembraba terror en
toda Colombia”, apareció bajo la foto del rostro del segundo de las
FARC. Boina negra, estrella en la punta estilo Che Guevara, barba y
sudor en el rostro. Mono Jojoy era, tras acabar con alias Raúl Reyes y
la muerte natural del máximo líder Tirofijo, el guerrillero más
apetecido por el ex presidente Alvaro Uribe y Santos, su sucesor.
Juntos, cuando el segundo fue el flamante ministro de Defensa del
primero, se propusieron acabar con las facciones rebeldes y,
abiertamente, fueron tras los cabecillas.
La muerte de Briceño, como lo esperaba el gobierno Uribe-Santos, es
un duro golpe al ejército guerrillero más viejo del mundo. Con el
patrocinio político de alias Jacobo Arenas, Mono Jojoy escaló en la
estructura de este ejército ilegal y, en los años noventa, llegó a ser
el jefe del Bloque Oriental, uno de los más tradicionales y poderosos de
las FARC. Para acabar con él fue necesario seguirle el rastro por años y
años. Nueve combates en un día, 27 helicópteros y más de 30 aviones lo
arrinconaron hasta la muerte.
“Hemos dado el golpe más fuerte en la historia de esta organización
narcoterrorista. Estamos hablando de la muerte de uno de los colombianos
más odiados del país, por sanguinario, por terrorista”, expuso
orgulloso el ministro de Defensa, felicitando a los comandantes de la
fuerza pública y la policía que, juntando todos los frentes militares,
llegaron hasta el escondite del Mono.
La Julia, un caserío lejano en el centro de Colombia, fue el centro
de los combates. La Julia pertenece al municipio de Uribe, provincia del
Meta, y está a 26 kilómetros de la serranía de La Macarena, uno de los
fortines guerrilleros más importantes. Allá, Briceño encontró refugio
lejos del amparo de la selva. Murió en un bunker de concreto, al
interior de un campamento de 300 metros, con túneles de escape. “Señor
presidente, hemos llegado a la guarida de las FARC”, anunció el ministro
a Juan Manuel Santos, quien recibió la noticia en Nueva York durante la
Asamblea de las Naciones Unidas. Antes de viajar, Santos se reunió con
la cúpula militar y ordenó entrar a la zona roja a ejecutar “una
operación sin precedentes”, como la titula el mismo gobierno y
reproducen los medios locales, u “operación bienvenida a las FARC”, como
lo dijo el presidente desde Estados Unidos.
“Sodoma” fue el nombre militar que recibió todo el operativo por,
según acordaron los comandantes, evocar la ciudad maldita donde ocurría
toda clase de aberraciones. Es que sobre el Mono Jojoy recaía el estigma
más oscuro de las FARC. De casi cincuenta años de historia de esta
organización, el Mono pasó 35 en ella y es el autor, según lo señalan
desde hace décadas, de la implementación de las más crueles tácticas en
esa guerrilla. De su cabeza se armó la idea de crear los campamentos
para retenidos, las cadenas y, en general, la práctica del secuestro
como botín de guerra.
Para llegar hasta la ubicación exacta del Mono, el río Duda, algunos
ex guerrilleros y, se sospecha, hombres cercanos a él entregaron
información. El miércoles en la madrugada, los aviones superespías y
Tucano comenzaron a sobrevolar la zona e intentaron desembarcar sin
éxito hasta el miércoles. Infiltrados de la policía y el ejército en las
filas guerrilleras ayudaron desde tierra, según informó el gobierno, al
final feliz de la operación. Sus comunicaciones con el jefe mayor de
las FARC, alias Alfonso Cano, órdenes por radio, información detallada,
seguimientos de inteligencia y la ambición de Santos terminó con la
muerte de Mono Jojoy, bastante celebrada en el país.
Fuente, vía :
http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-153692-2010-09-24.html
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