A nadie con un mínimo de sensibilidad deja indiferente la épica lucha
por la vida que han protagonizado la treintena de mineros atrapados en
los túneles de la mina San José. A nadie puede dejar de conmover la
supervivencia, después de tantos días de angustia, de este equipo de
esforzados compatriotas. De algún modo, aquellos oscuros túneles evocan
los célebres cuadros mineros pintados en 1904 por Baldomero Lillo en Sub
terra. Estamos, qué duda cabe, ante un acontecimiento notable que pone
en evidencia lo mejor de los trabajadores chilenos.
Han
pasado más de cien años desde que Baldomero Lillo nos legara sus
tristes cuadros mineros, mas sus palabras taciturnas parecen no perder
vigencia entre nosotros.¡Cuántas veces en esos instantes de recogimiento
había pensado, sin acertar a explicárselo, en el por qué de aquellas
odiosas desigualdades humanas que condenaba a los pobres, al mayor
número, a sudar sangre para sostener el fausto de la inútil existencia
de unos pocos!. ¡Y si tan sólo se pudiera vivir sin aquella perpetua
zozobra por la suerte de los seres queridos, cuyas vidas eran el precio,
tantas veces pagado, del pan de cada día!
En
éste, el siglo de la Híper Industria Cultural, ya no corresponde a los
novelistas ni cronistas dar cuenta de hechos de esta magnitud, tal tarea
recae, fundamentalmente, en la televisión. Es ella la encargada de
articular el relato épico de estos héroes del trabajo minero, y lo hace
del único modo que conoce: el montaje audiovisual al servicio de un
formato que mezcla lo informativo con el Entertainment. Así, gracias a
sofisticados artilugios tecnológicos, se nos ofrece en los noticieros
los rostros de este puñado de valientes, todavía cautivo en las entrañas
del mineral.
La lógica televisiva convierte de
este modo un accidente del trabajo en espectáculo de masas. Un evento
con connotaciones trágicas se ha convertido en un capital simbólico, del
cual muchos reclaman su tajada. Como moscas sobre un pastel, desfilan
personajes de la más diversa índole, desde un adusto ministro que ve
crecer su popularidad hasta el más díscolo filántropo mediático que no
pierde oportunidad de hacer pública sus donaciones. Todo ello sazonado,
por cierto, con una buena dosis de emotividad. Desde un punto de vista
humano, insistamos, todo lo acontecido conmueve al país entero y sólo
cabe esperar que todos los esfuerzos desplegados lleguen a buen término
lo antes posible.
No obstante, hay cuestiones
de fondo que no se pueden soslayar. Por de pronto, hagamos notar que los
mineros atrapados son víctimas de condiciones de trabajo que ponen en
riesgo sus propias vidas, poniendo de manifiesto la precariedad de las
leyes laborales y, muchas veces, la negligencia de algunas empresas, una
situación que más allá de este caso puntual aqueja a muchos
trabajadores chilenos. En rigor, no es una metáfora señalar que en Chile
hay millones de trabajadores atrapados en los túneles de salarios
indignos y pésimas condiciones laborales, cuando no en la cesantía. Es
de lamentar que las cámaras de televisión no sean tan solícitas para
mostrar, precisamente, los rostros de los pobres cuando adquieren la
fisonomía de mapuches, campesinos, obreros y cesantes.
fuente, vìa :
http://www.argenpress.info/2010/08/sub-terra.html
http://www.argenpress.info/2010/08/sub-terra.html
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