Son tantos días que llevan mis hermanos mapuches en huelga de hambre, y este país glotón saciándose con sus asados de fiestas patrias, con sus banquetes por el vil centenario, por las reuniones de mantel largo que se les dará a las visitas imperiales que vienen a degustar el salmón al pil pil , el guachalomo frufrú o las papayas con albaca que les ofrecerá la presidencia de la derecha.
La vergüenza es un manjar amargo que se
masca y cuesta tragar, más aun cuando se sabe que un grupo de mapuches
en el sur del país se niegan a probar bocado en señal de repulsa frente a
la injusticia. En señal de protesta por la maldita ley antiterrorista
que los tiene encarcelados y se les aplicó por defender sus derechos
ancestrales. Una vez mas el pueblo mapuche es agredido en su propia
tierra. Y digo “propia” porque estoy hablando de sus praderas verde
olivar, de sus lomajes azules, amarillos, rosados que pinta el tornasol
de las flores que en esta época acuarelan el paisaje sureño donde antaño
la raza indómita miraba los amaneceres sin lentes de sol.
Resulta vergonzoso saber que este grupo
de personas permanece encarcelado solo por manifestarse contra el yugo
cultural impuesto. Y que hacer con esta rabia cuando vemos que los
medios de comunicación casi no informan de esta protesta que puede
terminar con algún comunero muerto por inanición. Algunos de ellos
tienen mareos y casi no se sostienen en pie. Nadie se preocupa tanto, y
las autoridades y ministros faranduleros se hartan de comistrajos finos
en los banquetes de palacio, cual obesos budas de la verborragia. Ojala
les de colitis, una diarrea putrefacta que los arrastre por el water
hasta el mismísimo mar. Y ni aun así se les borra la sonrisa hipócrita
que lucen para las cámaras. Ni aun así dejan de masticar sus discursos
entre canapé y canapé. Comen y comen y se comen a si mismos en la
degustación mezquina de sus manjares y exquisiteces. Comer y cagar es su
dieta para no saber que el grupo mapuche se niega a probar bocado, como
si este gesto fuera un negarse a negociar, como si este gesto de mudez
se negara a asumir el lenguaje del conquistador. “La porfía silencio es
el estandarte de un pueblo que no le dio entrevistas a la historia”. No
es el que calla otorga, aquí no hay nada que otorgar ni tranzar.
Viene el 18 de septiembre, y todos se
preparan para la gran cena del bicentenario. Con empanadas de pavo o
faisán, con asado de filete, mejor pescado, dice la ministra cuica
tocándose la cintura de mosca, mordiendo apenas una aceituna rellena de
anchoas. Mientras allá en el lluvioso sur las bocas cerradas de la
tierra agonizan en su huelga de hambre. El invierno se termina, cae la
ultima llovizna en la capital, también ruedan opacos lagrimones por la
mejilla rugosa de una abuela machi. Llego de improviso la primavera,
millones en fuegos artificiales para el vil centenario, vemos jirones de
luces a lo Hollywood desde La Moneda. A los comuneros mapuches les
enrejaron el cielo. Un estremecimiento de tripas marcará este dieciocho.
La carne se quema en la parrilla, el vino blanco con chirimoya se
entibia por el calor. El vahído de una nausea ancestral distorsiona el
himno patrio que se escucha en casi todos los hogares chilenos.
Fuente, vìa :
http://www.elciudadano.cl/2010/09/13/la-verguenza-del-vil-centenario/
http://www.elciudadano.cl/2010/09/13/la-verguenza-del-vil-centenario/
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