Entre las pretensiones privatizadoras del gobierno de Sebastián
Piñera, está la de dejar el agua de Chile totalmente en manos de
empresas y grandes trasnacionales extranjeras. Es así que en el primer
semestre de este año, se abrió la opción de terminar de privatizar en un
ciento por ciento las sanitarias, abriendo también el apetito de los
empresarios del sector.
En concreto, la idea apunta a privatizar el 34,98% de Aguas Andinas,
el 29,43% de Esval, el 43,44% de Essbio y el 45.46% de Essal.
Con ello, el agua potable, recurso natural que debería pertenecer a
los chilenos, estaría absolutamente en manos de privados, tanto
nacionales como extranjeros, y el Estado ya no tendría participación
alguna en las empresas del área. De acuerdo a versiones salidas del
propio gobierno piñerista y del sector financiero, los únicos que
estarían en condiciones de comprar esos activos del sector público en
las sanitarias, serían consorcios extranjeros.
Paradójicamente, esa posibilidad surgió casi inmediatamente después
de que los chilenos y chilenas vivieran la tragedia del terremoto del 27
de febrero. Según las autoridades oficiales, vender los porcentajes
públicos en las empresas sanitarias ayudaría a tener dinero para la
reconstrucción. Hablando tácitamente de esta salida, Sebastián Piñera
manifestó que no sería necesario “que el Estado mantenga activos que no
son fundamentales y que son prescindibles”. Eso incluye a las
sanitarias.
Claro que varios economistas y representantes de los trabajadores de
las sanitarias plantearon que una venta en este período no significaría
grandes montos y que, por lo demás, la ganancia que va generando este
sector, además puede contribuir vía impuesto a financiar la
reconstrucción y el desarrollo de áreas como educación y salud.
Hay datos, como los conocidos en medio de la reciente negociación
colectiva de los trabajadores de Aguas Andinas, dados a conocer a través
de la Federación Nacional de Trabajadores de Obras Sanitarias
(Fenatraos), que son ilustrativos de cómo andan las cosas para los
beneficiados con la privatización del agua. Esa empresa pasó de 42 mil
millones de pesos de utilidades en el 2000, a 123 mil millones de pesos
el año pasado. Ganancias que, en un 51%, van a parar a corporaciones
como Agbar-Suez. Además, los trabajadores de aguas denunciaron que el
40% del valor de las cuentas que pagan los usuarios, son netas ganancias
para los empresarios.
Los informes apuntaron que por la venta de activos en las sanitarias,
el Gobierno podría recibir, en lo inmediato, mil 300 millones de
dólares. Obviamente que después de pagar eso, los consorcios tendrán un
margen de ganancia mucho más alto y además prácticamente vitalicio, sin
aportar nada más.
Frente al intento privatizador del Gobierno, la Fenatraos, la Central
Unitaria de Trabajadores (CUT) Chile, la Federación Nacional de Agua
Potable Rural, Programa Chile Sustentable, Confederación de Religiosos y
Religiosas de Chile y Ecosistema, emitieron una declaración donde
señalaron respecto al objetivo del Gobierno de captar mil 300 millones
de dólares vendiendo los activos de las sanitarias, que “si el Estado
conserva la participación accionaria en las cuatro mayores empresas
sanitarias, y utiliza las grandes utilidades anuales que le
proporcionan” se obtendrían, al final de cuentas, más recursos
financieros para la reconstrucción post terremoto.
Además, esas agrupaciones plantearon que “profundizar la
privatización generará mayores costos del servicio y una pérdida
patrimonial de todos los chilenos”.
SIN DERECHO A HUELGA Y SIN
RANGO CONSTITUCIONAL
El proceso de profundización y ampliación de la privatización del
agua tiene otros aspectos no menores y que contribuyen, en definitiva, a
reforzar el poder de las empresas y las transnacionales.
Por ejemplo, el Gobierno y la derecha están en contra del proyecto de
reforma que le otorga rango constitucional al agua en tanto “bien
nacional de uso público”.
Para las autoridades actuales, esto “no mejora ni empeora” el tema
del uso y administración del agua. Claro, se omite decir que se trata de
la administración privada del agua y por tanto, desde ese punto de
vista, no hay para qué declarar o acentuar el carácter público y
nacional de este recurso natural. La idea del sector privado y la
derecha es que no exista legislativamente ninguna protección del agua
como recurso natural de todos los chilenos y así garantizar la propiedad
privada, nacional y extranjera, de este producto vital.
En esta línea, la organización de trabajadores de las sanitarias
habían planteado que el Gobierno descuida su rol social y de protección a
la ciudadanía, entre otras cosas, porque “cuando el usuario se ve
imposibilitado de pagar los servicios, las empresas le suspenden el
abastecimiento por tiempo indeterminado”, dejando a miles de familias
sin agua potable.
Otro aspecto tiene que ver con la denuncia hecha a finales de julio
pasado por la Fenatraos, en relación a que por resolución publicada en
el Diario Oficial, los trabajadores de las empresas sanitarias no
tendrán derecho a huelga.
Eso, porque las empresas sanitarias fueron incorporadas de nueva
cuenta, al listado de “empresas estratégicas” con prohibición de huelga,
acogiéndose al Artículo 384 del Código del Trabajo, que establece
quiénes pueden ir o no a una huelga reclamando derechos laborales.
Ello apunta a acotar y golpear a los sindicatos y las demandas de los
trabajadores y darle mejores condiciones de funcionamiento a las
empresas privadas que tienen la propiedad del agua chilena.
En definitiva, un conjunto de situaciones que tienen en riesgo de
alta privatización a las empresas del agua, que demuestran criterios
empresariales sobre criterios de servicio público, y un acotamiento de
los derechos laborales y sindicales de este sector, todo beneficiando a
los consorcios nacionales e internacionales.
El Ciudadano Vìa, fuente :
http://www.elciudadano.cl/2010/09/18/este-bicentenario-agua-pura-y-privatizada/
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