Y aquí estamos, a punto de celebrar el
bicentenario de la República de Chile. Un buen momento para hacer
balances. Pero ¿el interés por el comportamiento de los chilenos en
estos dos siglos es mayoritario? ¿A muchos les seduce conocer la forma
en que nuestros ancestros se devanaron los sesos para encauzar al país
por una senda segura? ¿A cuántos les atrae saber las trapacerías que se
cometieron para forjar las grandes fortunas que se encuentran en la base
del poder que maneja a la nación?
Por lo que se ha visto, las miradas de
los especialistas se limitan a la historia más o menos oficial. Las
visiones críticas quedan confinadas a los amargados, que abundan, o a
los terroristas, que no pierden oportunidad de amenazar la integridad de
las personas echando a correr rumores maliciosos. Los medios, por su
parte, se han encuadrado en la truculencia de las campañas militares. Es
lo que da rating, sobre todo si se tuerce la nariz de la realidad con
aditamentos de esos que crean héroes súper machos y heroínas fieles,
dedicadas, íntegras, inteligentes, acogedoras, tremendas mamás,
compañeras todoterreno, amantes agotadoras y valerosas. Y a nivel
masivo, se impone la demanda por las buenas empanadas, mucho vino tinto,
torrentes de cerveza, algo de vino blanco, chicha, y también ron,
pisco, whisky -en ese orden- y asados al por mayor. Existe, sí, un
numeroso contingente al que el jolgorio y los fuegos de artificio no le
bastarán para quitar la opacidad a sus vidas. Son los más de dos
millones de pobres, los casi setecientos mil desempleados (8,8% de la
población activa) y esos otros cientos de miles de chilenos que se
encuentran acogotados por las deudas.
Pero no hay que ponerse majaderos con
tales remembranzas. Es de mal gusto. Se impone celebrar hasta quedar
botados y con los bolsillos vacíos. Así somos los habitantes de este
Chile, doscientos años después: consumidores, no ciudadanos. Ojalá
llevar las fondas al campamento Esperanza, de la mina San José. Ya que
los 33 mineros atrapados a setecientos metros de profundidad no pueden
beber, que sus familiares celebren ¿qué? ¿Y por qué no obligar a los
mapuches huelguistas de hambre a dejar sus prácticas terroristas y que
se coman un buen asado con pebre y mucho tinto?
Y como este es un país de contrastes,
imagínense que mientras se ultiman los preparativos para que los
chilenos coman y beban como desatados, crece el síndrome de las huelgas
de hambre. Ahora afecta a nueve ex oficiales del Ejército y la Armada.
Se trata de condenados por delitos de lesa humanidad cometidos durante
la dictadura. Por atentados contra los DD.HH., como torturas y esas
cosas que, si bien no alcanzan a ser terrorismo como el de los mapuches,
afean la imagen del país. Para volver a comer piden que se libere
“ipso facto” a los suboficiales y empleados civiles condenados. Además
exigen que todos los militares condenados por atropellos a los DD.HH.
cumplan una pena máxima de diez años. Incluso en los casos de condenados
a cadena perpetua.
En este cumpleaños número doscientos
parece estar claro lo que los chilenos piensan de sus antepasados, es
decir, poco. Tal vez sería interesante saber como verían ellos lo que
está ocurriendo en el país. Es posible que los creyentes oraran a su
Dios para que los 33 mineros salieran con vida desde su dramático
encierro. Seguramente en esas oraciones también incluirían a los 34
mapuches en huelga de hambre desde hace más de dos meses. Y los no
creyentes confiarían en que las instituciones que ellos ayudaron a crear
funcionaran. Que nadie muriera y tampoco nadie fuera maltratado.
Posiblemente, creyentes y no creyentes se sorprenderían de que pese a
tanto cambio, tanto avance tecnológico, los abusos del poder sigan como
en su tiempo. Que los indios ahora han recuperado el alma, pero se los
sigue tratando como raza inferior. Quizás se preguntarán si vale la pena
celebrar ¿o sólo se trata de un poco de circo para tener contento a los
consumidores? Ah, y sin duda, todos estarían de acuerdo en que con el
aumento de la población también aumentaron los frescos.
¡Feliz Bicentenario!
Fuente, vìa :
http://www.elciudadano.cl/2010/09/18/doscientos-anos/
http://www.elciudadano.cl/2010/09/18/doscientos-anos/
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