Los ánimos están calientes, mas no se
percibe de forma masiva pues los medios de comunicación tratan de poner
paños fríos con silicona en las pantallas, o mantener el grado de miedo
en la población, llenando de sangre los noticieros con casos reales pero
aislados. Este panorama mediático tiende a reforzar los intereses de
los grandes consorcios económicos privados, y los últimos hechos lo
reafirman: como nuevo director ejecutivo de TVN fue nombrado Mauro Valdés, ex vicepresidente de asuntos corporativos de BHP Billiton, propietaria de la mina Escondida, y el grupo Luksic –dueño de Minera Los Pelambres- compró el 67% de Canal 13.
Ambas compañías extractivas han protagonizado conflictos con
comunidades locales del norte chileno por contaminación ambiental y
acaparamiento de las aguas. Curiosamente estas maniobras se realizan en
momentos en que se discute y cuestiona el royalty aplicable a la gran minería privada.
No obstante, los pueblos de Chile han
ido apagando la “caja idiotizante” y se comienzan a informar y comunicar
por otras vías, buscando la posibilidad de conocer la otra cara de la
moneda, y mejor aún la posibilidad de participar en la construcción
social que añora, pasando de ser un mero espectador a un redactor y
protagonista de la noticia y la realidad. Junto a ello han comenzado a
trasladar desde la virtualidad a lo cotidiano, formas de vida distinta a
las ofrecidas por el mercado. Así hoy, los y las chilenas vamos
perdiendo poco a poco el miedo, tras una traumática dictadura y una
Concertación continuista, que aumentó la sensación de repudio hacia la
clase dirigente que no cumplió con todo aquello que alguna vez
prometiera con lindas canciones y arco iris.
Hoy, en plena “democracia”, hay casi un
centenar de presos por motivos políticos, personas que luchando contra
el modelo imperante y por la libertad de sus congéneres han sido
finalmente privados de libertad; muchos de ellos fueron encarcelados en
gobiernos de la Concertación y, con Piñera a la cabeza, el número sigue
creciendo, imitando el ejemplo colombiano. Se estrecha el nexo entre
este país –“el Israel de Latinoamérica”- y Chile, apodado “el
laboratorio del neoliberalismo”. La antigua Doctrina de Seguridad
Nacional, implantada a sangre y fuego con la ayuda norteamericana, ha
sido reeditada mediante el régimen de Álvaro Uribe y su modelo de “Seguridad Democrática”,
que no es más que la continuación maquillada de un terrorismo de Estado
apoyado por bandas paramilitares de ultraderecha y de pandillas de
narcotraficantes. Mediante esta estrategia, en Colombia cualquier sujeto
social crítico, activista sindical o indígena, promotor de los derechos
humanos, u opositor político, es acusado de tener vínculos con las
Farc, con lo que se le convierte en un blanco de atentados contra su
vida, como lo demuestra la gran cantidad de asesinados y violaciones a
los DDHH de los últimos 10 años. Creemos que con el gobierno de Piñera
se estrecha la alianza entre Estados Unidos, Israel, Colombia y Chile,
por lo que no es de extrañar montajes y atentados de “bandera falsa” en su común “guerra contra el terrorismo”.
Los conceptos de seguridad manejados por
estas naciones guardan relación con la protección del gran capital y el
encubrimiento de su andar, mientras los verdaderos criminales y
ladrones de cuello y corbata viven en la impunidad.
Desde la llamada Acta Patriótica,
dictada por Estados Unidos y la rápida legislación londinense, el
recorte a los derechos civiles es un hecho visible, como también lo es
la criminalización de la protesta.
En el Chile de hoy una ley
“antiterrorista” dictatorial es perfecto instrumento para combatir a
quienes actúan en legítima defensa de sus ideas, comunidades y
medioambiente.
Esto afecta directo a los mapuche,
presos políticos aún en huelga de hambre después de más de 40 días. 40
días omitidos por la prensa tradicional, aquella que hoy se presta para
buscar asociación ilícita en un grupo de jóvenes que no obedecen a
jerarquías.
El problema de fondo pasa cuando aquella
institución llamada Estado y sus poderes no obran de buena fe,
incumpliendo muchas veces sus propias bases constitucionales, algo así
como un notable abandono de deberes. El clientelismo y otras
enfermedades propias del capitalismo desregulado han contaminado los
roles de toda la clase gobernante, y el hastío se deja sentir. Las
acciones más radicales de protesta política que no atentan contra las
personas, sino contra el modelo, son simplemente acciones que dejan de
manifiesto que algo anda mal, un estruendoso llamado de atención, una
guerra declarada contra el sistema imperante.
Y es que si bien en otros países de
nuestra vecina América, los pueblos han alcanzado niveles de democracia
impensables de momento para Chile -partiendo por el binominal- ello se
ha debido a que se han impulsado articuladamente y con un liderazgo que
sabe trabajar horizontalmente, procesos de reflexión sobre el concepto
de soberanía y una serie de estrategias que no deben ser confundidas con
la táctica.
Al cierre de esta edición celebramos la
vida de los 33 mineros atrapados pero, condenamos el descarado manejo
político-comunicacional del drama de quienes a riesgo de muerte, generan
la riqueza de unos pocos, explotando lo que es de todos nosotros.
Fin a la persecución de quienes enseñan a los pueblos a defenderse y luchan junto a ellos por la justicia social y ambiental.
El Ciudadano N°86, segunda quincena agosto 2010http://www.elciudadano.cl/2010/09/06/bomba-de-tiempo/
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