Salman Hamdani falleció el 11 de septiembre de 2001. El asistente de
investigación de la Universidad Rockefeller tenía 23 años y era graduado
de bioquímica. También había recibido capacitación como técnico en
medicina de emergencia y era cadete del Departamento de Policía de Nueva
York. Pero ese día nunca llegó a su trabajo. Hamdani, un musulmán
estadounidense, fue uno de los primeros socorristas en llegar aquel día.
Corrió hacia la Zona Cero para salvar a otros. Su acto de altruismo le
costó la vida.
Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna.
Hamdani fue más tarde
distinguido como un héroe por el Presidente George W. Bush y su nombre
fue mencionado en la Ley Patriota de Estados Unidos. Pero no fue así
como lo describieron los medios inmediatamente después del 11 de
septiembre. En octubre, sus padres fueron a la Meca a rezar por su hijo.
Mientras estaban fuera del país, el New York Post y otros medios
describieron a Hamdani como uno de los posibles terroristas fugados. El
titular del New York Post anunciaba en letras de molde “¿DESAPARECIDO O
ESCONDIDO? EL MISTERIO DEL CADETE PAKISTANÍ DE LA POLICÍA DE NUEVA
YORK”. El artículo sensacionalista decía que alguien muy parecido a la
descripción que se había dado de Hamdani había sido visto cerca del
Túnel Midtown un mes después del 11 de septiembre. Su familia fue
interrogada, y se investigaron las búsquedas en Internet y las
inclinaciones políticas de Hamdani.
Sus padres,
Talat y Saleem Hamdani, habían buscado desesperadamente en los
hospitales, en las listas de fallecidos y de heridos. “Sólo buscábamos,
en cada rincón de los hospitales. Fuimos a Nueva Jersey, fuimos a todos
los hospitales. Algunos pacientes habían perdido la memoria”, dijo su
madre, Talat. “Teníamos la esperanza de que fuera uno de ellos y de que
pudiéramos identificarlo”.
Los siniestros
informes sobre Salman Hamdani fueron característicos de la creciente y
abierta intolerancia contra los árabes-estadounidenses, los
musulmanes-estadounidenses y la gente de ascendencia sur-asiática.
Talat, que en aquel momento trabajaba como maestra, me contó que los
niños de su familia tuvieron que cambiar sus nombres por nombres
anglosajones para evitar ser discriminados:
“Tenemos
sobrinas y sobrinos. Estaban en segundo grado. Y, créanme, cambiaron
sus nombres. Armeen pasó a llamarse Amy, y uno pasó a llamarse Mickey y
el otro Mikey y el cuarto pasó a llamarse Adam. Y les preguntamos, '¿Por
qué cambiaron sus nombres?' Y dijeron 'porque no queremos que nos
llamen terroristas en la escuela'”.
El 20 de
marzo de 2002, la familia Hamdani recibió la noticia de que el ADN de
Salman había sido hallado en la Zona Cero, y que por lo tanto era
oficialmente una de las víctimas de los ataques. En su funeral,
realizado en el Centro Comunitario Islámico en la calle 96 del Este de
Manhattan, hablaron el Alcalde Michael Bloomberg, el Jefe de Policía Ray
Kelly y el congresista Gary Ackerman.
Lo que
nos lleva a la actual polémica sobre la propuesta de construir un centro
comunitario islámico, proyectado en el número 51 de Park Place en el
bajo Manhattan. Vale aclarar que el lugar no es una mezquita, y no es en
la Zona Cero (está a unas cuadras de distancia). La Iniciativa Córdoba,
el grupo sin fines de lucro que impulsa el proyecto, lo describe como
un “centro comunitario, muy parecido a la Asociación Cristiana de
Jóvenes o al Centro Comunitario Judío, donde la gente de cualquier fe
puede utilizar sus instalaciones. Además de un gimnasio, la Casa de
Córdoba tendrá una piscina, un restaurante, un auditorio para 500
personas, un monumento conmemorativo del 11 de septiembre, una capilla
para diferentes religiones, un espacio de oficinas y salas de
conferencias y un espacio para rezar”.
La
oposición al centro comenzó en blogs marginales de derecha, y desde
entonces ha llegado a los medios masivos. Mientras los multimillonarios
agentes inmobiliarios discuten qué hacer en la Zona Cero, el hueco que
allí quedó aún no ha sido llenado. En cambio, el hueco en las noticias
durante el mes de agosto fue llenado con la polémica de la “Mezquita de
la Zona Cero”, como ellos mismos la llaman.
Hay
otro hueco que debe ser llenado, a saber: la ausencia de referentes en
Estados Unidos de todas las profesiones y condiciones sociales y de todo
el espectro político que defiendan la libertad de religión y se
expresen contra el racismo. Como dijo una vez el Reverendo Martin Luther
King Jr.: “Al final, no recordaremos las palabras de nuestros enemigos,
sino el silencio de nuestros amigos”.
¿Alguien
diría seriamente que no debería existir una iglesia cristiana cerca del
edificio de la ciudad de Oklahoma en el que Timothy McVeigh realizó su
atentado con coche-bomba, solo porque McVeigh era cristiano?
La
gente que está en contra del odio no es una minoría marginal, ni
tampoco una mayoría silenciosa. Es una mayoría silenciada. Silenciada
por los opinólogos y pseudo-intelectuales que llevan a cabo este debate
en los medios.
El odio provoca violencia. La
marginación de una población entera, de una religión entera, no es algo
bueno para nuestro país. Pone en peligro a los musulmanes en Estados
Unidos, y genera rencor hacia Estados Unidos en el resto del mundo.
Cuando
le pregunté a Daisy Khan, directora ejecutiva de la Sociedad
Estadounidense para el Avance Musulmán, una de las organizaciones que
co-patrocinan el centro comunitario propuesto, si temía por su vida, por
la de sus hijos o por los musulmanes de Nueva York, respondió “Temo por
mi país”.
fuente, vìa :
http://www.argenpress.info/2010/08/estados-unidos-mezquita-en-llamas.html
http://www.argenpress.info/2010/08/estados-unidos-mezquita-en-llamas.html
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