Pero ¿qué adjetivo emplear cuando la acción es tan monstruosa como
las dos horrendas invasiones en diez años de Afganistán e Irak, porque
sí, a cargo de los ejércitos mercenarios de los yanquis; dos acciones a
la altura de unos tiempos que hace una década nos prometían, por fin, el
fin de la barbarie? Me sospecho que, simplemente, no existe la
palabra...
Es más, a cualquiera que no sea un periodista le tiene que dar una enorme pereza desmenuzar el desastre de Irak post mortem.
Es decir, hacer balance después de la desolación dejada en aquel país.
Las cifras ruedan, más que informan. Son tantas y tan abrumadoras las
consecuencias de esta barbaridad, que no sabe uno por dónde empezar
para maldecir a los yanquis de Bush y a la retahíla de criminales
mentirosos que hubo y hay tras él.
Los costos de la
invasión y ocupación (eso no fue una guerra), el 96% de los 9.100
millones de dólares destinados al desarrollo de infraestructuras y
ayuda humanitaria en Irak desaparecidos, los centenares de miles de
seres humanos muertos, torturados, desgraciadas sus vidas... son todo
en el fondo asuntos anecdóticos y mediáticos que palidecen al lado del
pésimo aspecto que tienen las brutalidades cometidas por una sociedad
plural entre América y Europa que lo ha consentido, y que se supone
civilizada en tiempos que se suponían mágicamente ilustrados. Sin
embargo, ha sido una aberración masiva más a cargo de los más armados,
de los más crueles y de los más necios de la época, que se suma a las
ya incontables monstruosidades cometidas por "el hombre" en la
historia del mundo, y concretamente a las 107 invasiones armadas desde
1902 hasta nuestros días a cargo de la nación de los yanquis. No hay
por dónde cogerlo. El análisis profundo, serio y riguroso, mejor será
dejárselo a los historiadores imparciales del futuro... si es que
existen.
No había armas de destrucción masiva en una
sociedad que estaba aglutinada y gozaba de paz, progreso y estabilidad
con Hussein. Pero esa sociedad, tras ser destrozada, queda desmembrada,
desmantelada y enfrentada. Por el momento eso es lo que queda de
aquella oprobiosa invasión decidida para encontrar lo que no había y se
sabía que no estaba...
Las cifras que se publican a bombo y
platillo lo contabilizan todo, incluso lo que cuestan al país los
veteranos. Todo, menos lo que ha costado en vidas humanas para nada...
Las cifras de los muertos sodomizados o no se dan o se falsean.
Hitler fue un el Gran Cabrón. Pero ¿qué clase de pequeños cabrones
que, entre todos, solapados unos en otros, cobardes como hay pocos en la
historia de las guerras, cuyo jefe ni siquiera hizo el servicio
militar, han borrado del mapa a un país del que sólo cuentan, para ellos
y para la metrópoli, las chinchetas que marcan los pozos de petróleo?
Creo haber encontrado la palabra que buscaba al
principio: cuando el mal causado a conciencia, deliberadamente, por el
hombre traspasa los límites de la razón y de la justificación, el
propio hombre lo llama abominación. Y sin embargo, una inmensa mayoría
de los individuos occidentales es incapaz de zafarse del embaucamiento a
que está sujeta por ese maldito país unido para sembrar la desolación y
la barbaridad. A esos tampoco les importa. Por ello, se hacen cómplices
de los crímenes que no cesan, cometidos por los atracadores de
petróleo. Y sin embargo, se siguen considerando, todos, civilizados.
Cada
vez creo más a los gnósticos que creen que hay diferentes categorías de
humanos. Dicen que hacia el 2012 parte de la humanidad ascenderá al
nivel 5.0 de una conciencia superior. Pero yo creo que esos cabrones a
que me refiero descenderán al nivel 0, donde deben estar, es decir
donde se encuentran los infiernos.
fuente, vìa :
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