LONDRES, 21 de julio (apro).- Después de seis meses
del devastador terremoto que azotó a Haití --el 12 de enero--, y que
dejó, al menos, 200 mil muertos, y más de millón y medio de desplazados,
la situación en ese país de las Antillas es cada vez más alarmante, con
una catástrofe humanitaria que se ha instalado entre el millar de
campos de refugiados, donde falta seguridad, alimentos, agua potable y
servicios médicos.
Los cerca de mil 300 campamentos en Haití donde viven los desplazados
por el terremoto –la mayoría compuestos por precarias tiendas de
campaña hechas con plásticos y bolsas--, carecen de los servicios más
básicos; y un olor a excremento se ha apoderado de muchos de ellos,
donde el hacinamiento es permanente y las enfermedades se propagan con
rapidez.
Recién llegado a Londres después de realizar su segunda visita a
Haití desde que ocurrió el sismo, en enero pasado, el investigador de
Amnistía Internacional (AI) para el Caribe, el uruguayo Gerardo Ducos,
cuenta a Apro la situación dantesca que encontró allí.
“Volvimos ahora por tres semanas, a mediados de junio. En esta
ocasión tuvimos la posibilidad de visitar más campamentos que la vez
anterior. Lo que más me chocó y sorprendió fue ver que las condiciones
en los campamentos y de los desplazados no han mejorado en los más
mínimo. Incluso se han deteriorado. Peor aún: con la amenaza de
tormentas tropicales habrá un riesgo más elevado de que la gente se vea
desplazada nuevamente por otros problemas que agravarían la situación
humanitaria”, dice el experto.
Ducos observó las condiciones de hacinamiento en los campamentos,
principalmente las dificultades que tiene la gente para acceder a
recursos básicos como alimentos, agua potable y servicios básicos de
salud. “La situación es catastrófica”, afirma.
El observador de AI comenta que en muchos de los campamentos hay olor
a excremento y a orina, “y el aire es como bien espeso”:
“Además el calor debajo de las carpas es insoportable. La gente lo
dice: ‘Durante el día no podemos estar debajo de las carpas o plásticos
porque hace mucho calor. Durante la noche es casi imposible dormir y
cuando llueve no podemos dormir de ninguna manera porque las carpas y
los plásticos ya no son impermeables y el agua corre por todos lados’.”
La precariedad de las carpas provoca también que la gente esté
agotada por falta de espacio para descansar siquiera una noche:
“Visitamos el campamento de Campo de Marte que está frente al Palacio
Presidencial, en el centro de Puerto Príncipe. Ahí, se estima, hay unas
15 mil personas, por lo menos. Está el campamento de Club de Golf,
donde hay alrededor de unas 45 mil personas. Visitamos el campo de Trans
Cestan, que está también en una zona bastante urbanizada, creo que fue
la que más me impresionó en términos de hacinamiento y la falta de
condiciones adecuadas para que la gente pueda vivir. No tengo
exactamente el número de cuántas personas vivían allí, pero eran cerca
de 10 mil”, continúa.
Siliana es una de las 45 mil personas desplazadas. Vive en el Campo
del Club de Golf de Puerto Príncipe. Así narró su historia:
“Llegué el 13 de enero con mi madre, mi hija, mis tres hermanos y mi
primo. Me dieron una cubierta de plástico, pero estas cosas no duran
demasiado. Con las lluvias que han caído durante semanas, el agua acaba
entrando... ¿Me entiendes? Tendremos que esperar a que pare de llover
para volver a poner las camas y dormir. En este pequeño espacio duermen
seis personas. Así es como vivimos y no es nada fácil.”
Indefensión
Según Ducos, los campamentos de desplazados varían, ya que hay sitios
que van de unas pocas familias, a otros que tienen decenas de miles de
personas. Sin embargo, Amnistía notó problemas similares en muchos de
los sitios e identificó uno de gran importancia: la seguridad a la hora
de proteger a mujeres y niñas de violaciones de forajidos.
“En las semanas que estuvimos allí, entrevistamos a dos docenas de
víctimas de violaciones, desde niñas de cinco años a mujeres de 53 años.
Algunas han sido violadas dos veces desde el terremoto”, afirma el
investigador.
“El problema principal que encontramos es que no existen medidas de
protección adecuadas. La policía ha hecho muy poco por patrullar esos
lugares. Sólo cuatro campamentos cuentan con presencia policíaca las 24
horas del día. Pero estamos hablando que en total son mil 300
campamentos. Y las mujeres, según lo que nos contaban ellas, no se
sienten de ninguna manera seguras”, agrega.
A partir de entrevistas a mujeres y niñas, Ducos dice que éstas
viven dentro de carpas y plásticos que no las protegen de nada. La
mayoría de los ataques y violaciones ocurren durante la noche. Los
cometen grupos de jóvenes armados o individuos solos. “Con una navaja o
una gillette cortan las carpas o los plásticos, y entran a
robar y a violar a las niñas que allí encuentran”, indica.
El investigador de AI recuerda un caso: una mujer que fue violada de
noche en una letrina portátil en el Campo de Marte.
“Estamos hablando de un lugar céntrico de Puerto Príncipe que está
enfrente de la comisaría principal de la ciudad y a unos pasos del
Palacio Presidencial. Esta mujer fue violada en una letrina donde tuvo
que ir durante la noche. Y aparentemente, como no hay luz, no vio que
dentro había un hombre y cuando entró el hombre le tapó la boca, otro
hombre que estaba vigilando fuera trancó la puerta y la violó allí”,
narra.
Debido a la falta de seguridad en las letrinas precarias de los
campamentos, muchas mujeres deciden no ir a hacer sus necesidades allí
porque tienen miedo; y utilizan bolsas de plástico dentro de las carpas,
lo cual aumenta el peligro de propagación de enfermedades.
“El problema de la seguridad necesita una acción concertada de muchos
actores. Se ha puesto mucho énfasis en la prevención a través de radio,
pero no tiene un impacto positivo. De todas las mujeres violadas que
entrevistamos ninguna fue a reportarlo a la policía, y no es porque las
comisarías estén a una distancia enorme, es porque no tienen ninguna
confianza en la Policía de Haití”, sostiene Ducos.
La desconfianza está basada principalmente en el tipo de respuesta
que los agentes del orden dan a las denunciantes, y en la falta de
espacio para declarar en las comisarías. “El no reportar las violaciones
complica las cosas, porque luego las autoridades no saben qué es lo que
está sucediendo. O sea que las políticas que se implementan para luchar
contra las violaciones a las mujeres son ineficientes, porque no se les
escucha”, sostiene.
Ducos afirma, además, que en su última visita en junio fue evidente
la ausencia de ONG en la distribución de alimentos, útiles, carpas y
enceres de plástico.
“Ahora no vimos nada de esto. Por un lado se cortó la distribución
alimenticia por orden del gobierno haitiano. Hay ejemplos que la ayuda
llegó a Haití, ahora si ha habido corrupción o no, es para mí muy
difícil decir. No quiero entrar en esa polémica porque no lo sé. Llegó
ayuda, ahora las necesidades son tan grandes, estamos hablando de un
millón y medio de personas que necesitan de todo. La necesidad es tan
grande que en algunos lugares es casi imperceptible la ayuda que se ha
brindado”, sostiene el investigador de AI.
Agrega que los servicios que están disponibles para los desplazados,
como clínicas móviles, tienen poco impacto. “Esa es la percepción de los
haitianos. Por un lado dicen que el gobierno haitiano no ha hecho nada,
no les ha informado sobre nada; y por el otro, ellos se percatan que
las organizaciones internacionales ya no están tan presentes en el
terreno como antes. Se siente en la distribución de comida que se cortó
completamente”, afirma el investigador.
Desaliento
De acuerdo con el experto de Amnistía, en Haití ya se ha establecido
una catástrofe humanitaria, empeorada por la violencia de grupos
armados.
“Creo que la catástrofe humanitaria ya está ahí, está creándose, se
esta desarrollando frente a nuestros ojos. Evidentemente no se ha
ayudado de manera homogénea, pero existen barrios de Puerto Príncipe
donde la situación es insostenible”, apunta.
Ducos sostiene que “no hay signos” de que se haya superado la fase de
ayuda de emergencia y el inicio de la de reconstrucción. “Las casas que
tienen que ser demolidas para limpiar el lugar porque son una fuente de
riesgo, todavía siguen sin demolerse. Los edificios públicos, lo mismo.
La imagen más emblemática, que es el Palacio Presidencial, sigue
todavía semi derruido. No hay una visión a largo plazo de tomar la
situación por las riendas y llevar a cabo actividades que, al menos, den
la imagen de que algo se está haciendo, lo que puede dar aliento a la
población haitiana”, continúa el observador, para quien la mayoría de
los haitianos se sienten totalmente desalentados y perdidos: ya no
esperan nada de su gobierno.
“Esperaban mucho de la comunidad internacional y vieron que ya no
están tan presentes. Evidentemente la desilusión va aumentando”, acota.
Ducos dice que en sus dos visitas a Haití habló de estos problemas
con las autoridades de ese país. “En la anterior visita logramos hablar
con el presidente, el primer ministro y, en dos ocasiones, con el
director general de la Policía. Sus respuestas a nuestras preocupaciones
fueron que necesitan más recursos para poder llevar a cabo el trabajo
de reconstrucción del país.”
Las autoridades se quejaron que sólo cuentan con 10% del dinero
prometido en marzo durante la conferencia de donantes de Nueva York. “En
términos de recursos las promesas están, pero el dinero no se ha
transferido a las cuentas del gobierno para que se implementen esos
programas”, afirma Ducos.
También se queja de la falta de voluntad política para poner en
práctica medidas de ayuda. “No se da información sobre las personas
desplazadas, no se consulta a la población sobre ninguna medida y mucha
gente con la que hablamos tienen ideas sobre cómo mejorar la situación
en los campamentos. Por ejemplo: dónde poner las letrinas o luces para
alumbrarlas y con ello ofrecer a las mujeres mayor seguridad durante las
noches (…) Esto es parte de un concepto: que las personas que van a ser
beneficiadas de un programa deben ser informadas y consultadas, para
que tengan la posibilidad de expresar sus opiniones e ideas”, afirma.
La incertidumbre
La visita de Ducos a Haití coincidió con la publicación de otro
informe sobre la situación humanitaria en ese país, elaborado por el
grupo Médicos Sin Fronteras (MSF).
El documento, de 36 páginas y titulado Haití: seis meses después,
las víctimas siguen viviendo en condiciones de extrema precariedad,
indica que medio año después del terremoto la situación en el país
antillano “es catastrófica”.
Destaca que el sismo destruyó 60% de las estructuras de salud y 10%
del personal médico falleció o dejó el país.
MSF indica, además, que la intervención médica brindada por el grupo
ha evolucionado durante los últimos seis meses, desde un modelo de
respuesta de emergencia a un abanico más amplio de actividades médicas y
de asistencia de primera necesidad.
“Los haitianos fueron los primeros en responder a esta catástrofe, y
hemos respaldado su esfuerzo con una intervención masiva. Hoy la
atención médica que reciben los haitianos ha mejorado y, ciertamente, es
más accesible que antes del terremoto; esto supone que la población
más desfavorecida recibe la adecuada asistencia sanitaria”, explica el
coordinador general de MSF, Stefano Zannini, quien ya se encontraba en
Puerto Príncipe cuando se produjo el sismo.
Sin embargo, Zanini dice que la situación para muchos haitianos es
todavía de extrema precariedad. Señala que la frustración crece entre
quienes sufren con la lenta reconstrucción. “Hay una sorprendente brecha
entre el entusiasmo y las promesas de ayuda a las víctimas del
terremoto de las primeras semanas y la cruda realidad en el terreno
después de seis meses”, subraya Zannini.
El reporte del organismo informa que hasta el pasado 31 de mayo, MSF
trató a más de 173 mil pacientes y practicó unas 11 mil intervenciones
quirúrgicas. Los pacientes tratados por heridas de bala fueron 264, por
traumatismos y heridos producto de violencia, 2 mil 147; y lesionados
por hechos no violentos, 44 mil 717. Además, 81 mil personas recibieron
asistencia psicológica para ayudarles a superar el trauma.
Asimismo, MSF distribuyó casi 27 mil tiendas de campaña y más de 35
mil kits de productos para la higiene y utensilios domésticos.
En su informe, MSF indica que existe mucha incertidumbre acerca de la
velocidad de la reconstrucción y el grado en el que otras
organizaciones seguirán implicadas en la asistencia. “Existe también
preocupación acerca de la exposición física constante de tantas personas
en Puerto Príncipe y acerca de la violencia política y criminal, que
siempre corre el riesgo de agravarse debido a la frustración y la
desesperación por la lentitud en la mejora de las condiciones de vida”,
subraya.
Según Unni Karunakara, presidente internacional de MSF, la atención
sanitaria “ya era muy frágil en Haití antes del 12 de enero”, con gran
número de víctimas de violencia armada y abusos sexuales.
“El terremoto destruyó gran parte de los servicios médicos
disponibles, y pasarán muchos años antes de que el país se recupere”,
concluyó.
fuente, vìa :
http://proceso.com.mx/rv/modHome/detalleExclusiva/81470
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