viernes, 25 de junio de 2010

Tecnologìa Sociedad : La fe en la tecnología y en la operatividad del mercado libre Ricardo San Esteban

Uno de los pilares del sistema social capitalista ha sido la relación humana lograda a través del mercado. La “economía social de mercado” fue hasta hace poco su credo actualizado, y su avanzada industria cultural vendió la imagen de su crecimiento incesante.

A raíz de ello, la idea en cuanto a que pudieran existir límites para ese crecimiento era casi imposible de imaginar. Dichos límites fueron dejados de lado por una sociedad que sentía profunda fe en el poder de la tecnología y en la operatividad del libre mercado.

David Ricardo, como ya se mencionó, señaló la importancia de la ley del valor afirmando que únicamente se determinaba por la cantidad de trabajo empleada para realizar un producto y que éste se podía definir como valor comparativo y valor relativo; el valor comparativo, teniendo en cuenta el trabajo y el esfuerzo para realizar los productos, mientras que el valor relativo se efectuaba considerando la cantidad de bienes producidos en determinado tiempo.

Estimaba Ricardo que el capital se podía diferenciar entre capital fijo (inversión perdurable) y el capital circulante (que era más perecedero y difícil de recuperar). En cuanto a las utilidades planteaba que eran inversamente proporcionales a los salarios, y por este motivo, la única razón por la cual aumentaban las utilidades consistía en una reducción del monto de los salarios reales de los trabajadores.

Como hemos analizado en capítulos anteriores Marx expuso que el valor está compuesto por el valor de uso y el valor de cambio. El primero es el que posee cualquier objeto destinado a satisfacer la necesidad de las personas, entre los cuales se encuentran la fuerza de trabajo, las materias primas, los distintos medios de trabajo y los productos; y el valor de cambio, que es ese objeto producido para el intercambio.

El precio de producción es tomado como valor de uso, pues el valor de cambio es variable de acuerdo a su utilidad. Marx decía que si a un producto se le eliminaran todas sus propiedades naturales no quedarían en él sino las modificaciones hechas por el hombre, es decir, la fuerza de trabajo empleada y su realización.

Seguidamente Marx afirmaba que el comercio no generaba ningún excedente. Sin embargo, con el intercambio de distintos valores de uso surgía el capital en la forma D-M-D, o sea comprar para vender. Esta venta se realizaba por un valor superior al inicialmente invertido.

El poseedor del dinero se convertía así en capitalista. Con el capital que resultaba del comercio no había plusvalía, pues para conseguir ésta debía existir una oferta de fuerza de trabajo dentro del mercado, o dicho de otra manera, una acción humana para la existencia de valores de uso que luego pudieran comercializarse. El precio que se establecía por tal servicio, decía Marx, debería ser suficiente para satisfacer todas las necesidades del trabajador y su familia.

Sin embargo, la plusvalía se generaba si el trabajador dedicaba más tiempo del necesario para producir un valor de uso, es decir, en una jornada de trabajo, además del trabajo necesario existiera un trabajo excedente cuyas ganancias o beneficios le perteneciesen al capitalista.

En esta instancia y bajo estas circunstancias surgía la plusvalía como resultado del exceso de trabajo gratuito o no pagado.Esta plusvalía se podría aumentar de dos maneras, la plusvalía absoluta y la plusvalía relativa. La primera establecía un incremento en la jornada laboral para no alterar el trabajo necesario y sí aumentar el trabajo gratuito; y la segunda, que proponía una reducción del tiempo de trabajo por aumento en la productividad, reducción por debajo del socialmente necesario sin alterar la jornada laboral.

Pero para conseguir este objetivo sería preciso también reducir los precios de los bienes que consumen los trabajadores, pues de otra manera el salario no cubriría las necesidades básicas de estos y finalmente reduciría su productividad.

Mediante la sucesiva escalada de tecnología, la producción real podría seguir creciendo en forma ilimitada, a no ser por la decreciente producción de capital genuino, fenómeno éste que originaba y origina desocupación, paro forzoso y exclusión social, unido al avance tecnológico y al crecimiento de la población, e inclusive ligado al agotamiento de los recursos no renovables.

Sabido es que las reinversiones sucesivas en capital constante reducen, como ya hemos analizado –en forma absoluta y relativa- la cuota e inclusive el monto del capital social, creando así burbujas financieras con un excedente que ya no resulta ser capital genuino sino dinero de humo, es decir, un tragamonedas infernal.

Durante el gobierno de Carlos Saúl Menem, a raíz del ingreso de divisas por la enajenación de las empresas estatales y del endeudamiento internacional, aumentaba el PBI pero disminuía la renta nacional, al producirse la liquidación de empresas públicas y privadas y aumentar la desocupación hasta llegar a un 20%. Como pudimos vivirlo, la engañifa terminó en un desbarajuste fenomenal.

Esto reafirma lo que sosteníamos en capítulos anteriores, en cuanto a la falacia de las mediciones tomando como base el PBI, que engloba capital genuino, capital comercial y dinero de humo. Proponíamos y proponemos medir de acuerdo a las cifras de la renta nacional, es decir, a la creación de capital basado en el trabajo vivo, industrial y agrario. Hasta hace poco tiempo, y luego de la gran debacle del 1930, el capitalismo ofrecía una elasticidad para adaptarse a las nuevas condiciones, a través de sucesivas depresiones y overshootings, pero actualmente enfrenta una situación inédita que algunos científicos ya venían pronosticando desde mucho tiempo antes.

Aquellas constataciones del Club de Roma

Por pedido del Club de Roma, varios investigadores trabajaron sobre estos y otros temas e inclusive desarrollaron hace más de veinte años un modelo informático que denominaron World3, cuyos datos actualizaron en 1991.

Incorporaron -en aquel último año- mejoras al modelo anterior, tales como las del control de la natalidad, la sustitución de recursos, la Revolución Verde en la agricultura. Probaron en los ensayos del modelo posibles saltos tecnológicos e inclusive admitieron la posibilidad de que los materiales fuesen reciclados en su casi totalidad, que la tierra multiplicase su productividad, que los controles de contaminación se hiciesen cuatro o diez veces más eficaces.

Pero aún en estos casos, el modelo del mundo rebasaba sus límites. Como ellos mismos concluían, aun con tecnologías más eficientes y con la mayor elasticidad económica imaginable, el modelo generaba escenarios de colapso.

La tecnología se puede definir como una cultura o una parte de ella, aplicada a la industria, pero con la salvedad de que ha pasado a ser el elemento dominante. Su avance se vincula con el desarrollo capitalista, aun cuando su origen provenga de tiempos muy remotos y se proyecte hacia un futuro no capitalista.

Muchos la piensan como la panacea en tanto otros la creen fuente de todos los males. Y su hermano inseparable y a la vez su mayor enemigo, el mercado ¿Cómo definirlo? Se lo puede pensar como un sitio físico donde se vinculan compradores con vendedores, o donde se realiza el valor de cambio de cada mercancía, o el globo terráqueo donde se compra y se vende absolutamente todo.

Pero el mercado es el alma del sistema, pues en él se vende la fuerza de trabajo o el ocio a cambio de los elementos necesarios para la subsistencia, se puede acceder al capital o perderlo. A través de dicho mercado se produce una constante reasignación de recursos y alguien puede adueñarse legalmente de beneficios ajenos, o acceder al poder económico y político.

Precisamente, el marketing político está de última moda, como hemos visto. Las relaciones de producción se sostienen a través del intercambio de trabajo abstracto materializado en la mercancía, desde luego. Pero, y ahora más que nunca, también en la compra-venta de los elementos concretos de una ideología producida por la industria cultural. Como ya hemos consignado, no ocurre solamente la compraventa de ideas, modelos o conceptos, sino de servicios, de la manera de pensar, consumir, vestir, moverse, mostrarse. El modo de vida.

El mercado empuja el precio de un producto monopolizable o escaso, o el agente contaminante comienza a elevar costos que a su vez elevan precios de productos y servicios. En estos casos, el mercado mismo produce respuestas. Paga la prospección de nuevos recursos, obliga a los productores a la sustitución del recurso oneroso por otro más barato. Pero hete aquí que esta función implica siempre la ampliación de capital constante (tecnología, etc.) y la reducción de capital variable (mano de obra).

En los Estados Unidos, en la década del sesenta cada millón de dólares de inversión industrial generaba entre cuarenta y cincuenta puestos de trabajo. La misma inversión en 1994 produjo la creación de ¼ puestos de trabajo, vale decir, que se requerían cuatro millones de dólares para generar un puesto de trabajo. En treinta y cinco años el sistema exigía una inversión doscientas veces mayor para demandar la misma cantidad de trabajadores. Estas cifras de empleo van en constante declive, con una nueva característica; el capital industrial es colocado en inferioridad de condiciones, retrocede frente a la modalidad financiera.

El desempleo en la crisis actual

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) informó que la crisis económica global actual destruyó 34 millones de puestos de trabajo en los países miembros del G-20 entre 2009 y lo que va de 2010. Las pérdidas estuvieron concentradas fundamentalmente en el sector manufacturero y la construcción, según se destaca en un informe presentado en la primera Cumbre de Ministros de Trabajo del G-20. En lo que respecta al caso argentino, la pérdida de empleos el año pasado (2009) fue de 64 mil, mientras que 144 mil se lograron mantener con el Programa de Recuperación Productiva.

La OIT ubica a la Argentina entre los países que registraron una desaceleración en la tasa de crecimiento del producto y un moderado incremento en el desempleo (entre 0 y 1,5 punto porcentual) durante 2009. En esa misma situación se encuentran Australia, Arabia Saudita, Brasil, China, Corea del Sur. Los más golpeados en materia de crecimiento y empleo fueron Estados Unidos, España, Turquía. En el país ibérico el desempleo creció 10,1 puntos porcentuales entre la segunda mitad de 2007 y el mismo período el año pasado.

El organismo internacional advierte que, a pesar de la estabilización en el nivel de actividad, la tasa de empleo continúa descendiendo. La subsecretaria de Programación Técnica y Estudios Laborales, Marta Novick, apuntó a Página/12 que la tendencia positiva de la dinámica del empleo formal registrada por la Encuesta de Indicadores Laborales (EIL) durante el primer trimestre continuó observándose en abril. “El empleo formal claramente se está recuperando desde fines de 2009. Argentina, junto con Brasil y Australia, figuran entre los países cuyas políticas laborales tuvieron más éxito durante la crisis”, señaló la funcionaria. El desempleo en Argentina alcanza al 8,3 por ciento y la informalidad asciende hasta el 36 por ciento.

El titular de la cartera laboral argentina mantuvo un encuentro con la secretaria de Trabajo estadounidense, Hilda Solís. Si bien esta cumbre del G-20 comenzaba el 20/4/2010, el ministro participó de una reunión preparatoria con sindicalistas y empresarios. Los presentes coincidieron en señalar que la “recuperación real” se alcanzará recién cuando se recuperen todos los puestos de trabajo perdidos durante la crisis. “Algunos sectores empresarios europeos todavía insisten con la flexibilización laboral. Volver a plantear la flexibilidad del mercado de trabajo es anacrónico”, comentó Novick. La presentación que realizara el ministro argentino ante sus pares del G-20 recordaba las políticas desplegadas por el Estado para enfrentar la crisis y resaltaba la constitución de un piso de protección social a partir del incremento en la cobertura en mayores (jubilaciones) y niños (asignación universal).

Para la OIT, las medidas de estímulo fiscal de los países miembros permitieron crear o salvar 8 millones de puestos de trabajo en 2009 y 6,7 millones este año. A su vez, estiman que los estabilizadores automáticos, como los difundidos seguros de desempleo europeos, evitaron la destrucción de 6,2 millones empleos. Pero el total preservado equivale a un 1 por ciento de los empleos del G-20, una insignificancia.

Un bucle de retroalimentación negativa

El mercado adopta un bucle de retroalimentación negativa. En épocas de auge distributivo es una cadena causal que actúa para revertir un proceso, corregir un problema, restablecer el equilibrio. Pero en épocas de crisis relacionadas con la acumulación de capital para producir el salto en las fuerzas productivas, padece un creciente desorden. Como ya hemos señalado, manifiesta una constante: a mayor acumulación o reinversión de capital, menor tasa de ganancia, crisis de superproducción o de capacidad ociosa, menores ventas, desocupación y exclusión.

Los ciclos de ajuste constituyen su elemento indispensable, y de ellos se vale en todos los órdenes. En el modelo World3 los investigadores antes mencionados incluyeron los ajustes de tecnología-mercado. Fueron contempladas las necesidades de atención sanitaria, control de contaminación y de la natalidad, mejoras agrícolas, descubrimiento y sustitución de recursos, y establecieron que los precios de mercado son señales de intermediación en un mecanismo de ajuste que en tiempos de bonanza funciona de manera instantánea y perfecta. Representaron al mecanismo sin el intermediario, pues ese supuesto omite muchos retrasos e inexactitudes que se presentan en los sistemas de mercado reales.

Dejando de lado lo utópico de imaginar un mercado sin intermediarios, los investigadores se hallaron con que en un mundo finito y complejo, si se elimina o eleva un límite mientras se continúa creciendo, se encuentra un nuevo límite. Especialmente si el crecimiento es exponencial, el límite siguiente se presentará de inmediato y en forma conflictiva.

Se concluye que existen capas de límites, de las cuales el modelo World3 contiene algunas, en tanto que el mundo real contiene muchas más. Cientos de ellas distintivas, específicas y variables localmente.

Algunos de esos límites, como la creación de mayor valor, la capa de ozono o los gases del efecto invernadero, son realmente globales. Y se hallaron con que el tiempo es en realidad el límite último en el modelo World3 -y también en el mundo real-. La razón por la que el crecimiento exponencial es tan insidioso, es que acorta los plazos para la acción efectiva. Sobrecarga de tensión al sistema a una velocidad creciente (esto es más evidente en la relación financiera centro-periferia) hasta que los mecanismos que podrían hacer frente a ritmos de cambio más lentos finalmente comienzan a fallar.

Hay otras tres razones para que los mecanismos tecnológicos y de mercado que funcionan bien en una sociedad de cambios más lentos no puedan resolver los problemas generados por una sociedad que se dirige hacia límites interrelacionados a ritmo exponencial. Una es que estos mecanismos de ajuste tienen en sí sus costes. La segunda es que ellos actúan en función de bucles de retroalimentación, con distorsiones informativas y retrasos. La tercera es que el mercado y la tecnología son meros instrumentos al servicio de los objetivos, la ética y las perspectivas de un tipo de sociedad. Si los objetivos se hallan orientados hacia el crecimiento empresarial, la ética es injusta y los horizontes temporales son cortos, la tecnología y los mercados pueden acelerar un colapso en lugar de evitarlo. Por ejemplo, la industria automovilística vende cada vez más automóviles pero el petróleo que los propulsa es cada vez más escaso y la atmósfera se torna irrespirable.

Los costes de la tecnología y del mercado se hallan en los recursos, capital, energía, dinero, información, trabajo. Estos costes tienden a crecer en forma no lineal a medida que se acercan los límites, lo que es otra fuente de sorpresas en el comportamiento de los sistemas. En el caso de la mano de obra excedente, se requieren cada vez mayores costes sociales para subsidiar la desocupación, la exclusión, las jubilaciones y otras necesidades.

Y está comprobado que los residuos y la energía necesaria para extraer recursos no renovables se elevan en forma espectacular a medida en que el tenor de los recursos se reduce. Hay otras curvas ascendentes de costes: el coste por tonelada para hacer inocuos los contaminantes dióxido de azufre y óxido de nitrógeno como una función de la cantidad total eliminada de una chimenea industrial o de un caño de escape.

Los contaminantes del aire SO2 y NOx pueden ser eliminados de los gases de chimeneas industriales hasta un nivel significativo a bajo coste, pero a cierto nivel de reducción los costes de una mayor eliminación se elevan precipitadamente.

Los retrasos en la respuesta del mercado y de la tecnología pueden ser mucho mayores de lo que la teoría económica u otros modelos mentales puedan suponer. El bucle de retroalimentación entre tecnología y mercado es una fuente de overshooting, oscilación, inestabilidad y desorden. Por otra parte, las señales del mercado llegan siempre tardíamente, son para el corto plazo, amplificadas por la especulación y manipuladas por los grupos económicos.

El mercado es ciego para el largo plazo y no presta atención al posible agotamiento del trabajo vivo, de las fuentes y yacimientos, hasta que ya se hallan demasiado agotados, cuando es tarde para actuar. Las señales económicas y las respuestas tecnológicas pueden evocar poderosas razones, como puso de manifiesto la crisis del petróleo en los 70 o a la actual, pero no están vinculadas con el sistema de la tierra en los sitios previstos para dar información útil sobre los límites.

Debido a los retrasos de retroalimentación, el sistema económico global está expuesto a la posibilidad de desbordarse y erosionar los límites sostenibles. Indudablemente, muchas reservas de importancia para la economía mundial ya se hallan agotadas. La principal es la del ejército industrial de reserva, que casi ha desaparecido, y lo que ahora existe es una multitud marginal excluida del sistema.

Los investigadores del Club de Roma sacaban conclusiones: una vez que la población y la economía han sobrepasado los límites físicos de la tierra, hay sólo dos formas de regresar: el colapso involuntario ocasionado por la escasez y las crisis recientes, o una reducción controlada de los insumos globales por elección social deliberada.

Nosotros podemos agregar que el sistema puede controlarse dentro de determinados límites, de determinada cantidad. Una vez sobrepasada esencialmente ésta, no hay regreso.

Ésta es una crisis que abarca no solamente el aspecto económico y financiero, sino que es una crisis total como nunca la tuvo el hombre. Todos, absolutamente todos los escenarios están colapsados y es evidente que el sistema capitalista no puede con ellos.

Una nueva etapa de la crisis a nivel global no está muy lejos, dentro de los serruchos y rebotes, a mi modo de ver, y de ésta no escaparán ni los países emergentes, al fin de cuentas partícipes del capitalismo mundial. Como acaba de alertar el FMI, la conducta global de variada velocidad representa desafíos para la estabilidad en los mercados emergentes. Las perspectivas de un sólido crecimiento a base de los precios ventajosos de sus materias primas, la apreciación de monedas y el aumento en los precios de activos están impulsando los flujos de capital de cartera hacia países de Asia Pacífico (excluyendo a Japón) y América Latina, a la vez que los factores de presión, particularmente las bajas tasas de interés en importantes economías avanzadas, también actúan. La marea de dólares sin respaldo y sin colocación productiva sube constantemente en los arrabales del mundo.
Fuente, vìa :
http://cultural.argenpress.info/2010/04/la-fe-en-la-tecnologia-y-en-la.html

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