MÉXICO, D.F., 15 de junio (apro).- ¿Qué tipo de película está viendo
el gobierno de Felipe Calderón ante la reciente ola de masacres,
ejecuciones y matanzas del crimen organizado? A juzgar por el
desplegado-informe publicado el domingo pasado en los principales medios
impresos del país, el Ejecutivo se siente protagonista de Los
Intocables y, quizá, hasta se crea Brian de Palma. A juzgar por lo
que ha ocurrido en el país, vivimos una preocupante edición de Tiempos
violentos, el famoso filme de Quentin Tarantino, en donde no
parece existir escapatoria.
El recuento de los hechos desde el viernes 11 de junio –día del
inicio de la Copa Mundial Sudáfrica 2010 y el más violento del sexenio
con al menos 85 ejecutados-- hasta los sucesos de esta semana, no deja
espacio para las excusas del desplegado calderonista: en la capital de
Chihuahua fueron “fusilados” 19 jóvenes que estaban en un internado
religioso para superar adicciones; en Ciudad Madero, Tamaulipas, un
comando de la muerte rafagueó y asesinó a 26 personas; en Tepic,
Nayarit, fueron asesinadas 27 personas; el 14 de junio, otra matanza
ocurrió en el penal de Mazatlán, Sinaloa, donde fueron ejecutados 28
reos, 17 de ellos presuntos integrantes del cártel de Los Zetas, y el
mismo día un convoy de policías federales fue emboscado por presuntos
narcotraficantes en Zitácuaro, Michoacán, con saldo de 12 de los 40
agentes muertos, mientras 15 más se encuentran gravemente heridos.
Frente a estos acontecimientos, el gobierno sigue insistiendo: “¡Se
matan entre ellos!”, como si eso excusara al Estado de su
responsabilidad por brindar seguridad, tanto en los penales como en los
centros de rehabilitación. Peor aún, como si el hecho de que los
sicarios realicen estos actos de venganza se cometiera contra
extraterrestres y no contra jóvenes, ciudadanos mexicanos.
Un párrafo del desplegado presidencial insiste en esta tesis del
Estado-Pilatos, aquel que se lava las manos y prejuzga sin investigar:
“Más que una ‘guerra del gobierno contra el narcotráfico’, la guerra
más mortífera que existe es la que libran los criminales entre sí. En
general, el gobierno puede detectar razonablemente indicios sobre las
causas de los homicidios cometidos en 70% de los casos. Alrededor de 90%
de estos casos de homicidio con algún indicio en su causa corresponde a
personas muy probablemente vinculadas a organizaciones criminales, que
caen durante enfrentamientos o ejecuciones entre bandas”.
El siguiente párrafo no tiene desperdicio en el guión calderonista de
Los Intocables:
“En la disputa por el control de una plaza se producen homicidios
especialmente violentos, como decapitaciones, torturas o ejecuciones
colectivas, y se generan agravios que recrudecen aún más su nivel de
violencia”.
Y si el Estado ya detectó esto, ¿por qué no ha hecho nada para evitar
estas decapitaciones, torturas y ejecuciones? ¿Forma parte de la lucha
por la seguridad pública gubernamental esta especie de eugenesia, de
“limpieza étnica” que aplican los cárteles entre sí?
Sin embargo, el panorama al estilo Tarantino nos vuelve a remitir a
una pesadilla que no desaparece con desplegados de prensa. La matanza
contra policías federales en Zitácuaro es más inquietante. Tal parece
que los criminales no sólo están organizados sino muy pendientes de los
mensajes que emite el presidente Calderón para evidenciar el fiasco de
su estrategia de “lucha por la seguridad pública”.
Esta matanza ocurrió un día después de que se difundiera el
desplegado. En su parte medular, el documento plantea que se avanza
hacia una nueva policía federal, más eficaz:
“Hemos multiplicado el número de sus integrantes y la estamos dotando
de la tecnología más avanzada para combatir eficazmente a los
criminales. Hemos puesto particular énfasis en el proceso de selección y
reclutamiento del personal de la nueva policía. Para ello se han
aplicado exámenes de control, de confianza y también se ha estrenado y
proporcionado mejor armamento a la Policía Federal”.
El largo promocional a la nueva Policía Federal no corresponde con lo
que está ocurriendo en las calles, en las avenidas de decenas de
ciudades donde todos los mexicanos están padeciendo el fracaso de la
estrategia calderonista.
Pero la autocrítica no es algo que caracterice ni caracterizará este
gobierno. En su desplegado, el jefe de Los Intocables afirma,
sin dar prueba alguna, que “como nunca antes estamos debilitando a las
estructuras logísticas y financieras de la delincuencia. La droga que
hemos decomisado alcanzaría para proveer con más de 80 dosis a cada
joven mexicano entre los 15 y los 30 años. Golpeamos con firmeza y,
subrayo, sin distingos, a todas las organizaciones criminales. Tan sólo
en 2009 capturamos a 70 lugartenientes de todos los cárteles. Este año
hubo más capturas de capos regionales que las que solían hacerse en un
sexenio completo”.
¿De qué sirve presumir que se captura a 70 “lugartenientes” si no se
hace nada para detener a los responsables de las matanzas de Salvárcar
(Ciudad Juárez), Ciudad Madero, Reynosa, en Chichí Suárez (Yucatán), en
La Marquesa (Estado de México), Monterrey, Acapulco, Tepic y de tantas y
tantas ciudades castigadas por la ley de los Tiempos violentos?
En cadena nacional, el presidente vuelve a recitarle a los mexicanos
la larga explicación y justificación de su fracaso de casi cuatro años.
Demasiado tarde, demasiado grave, demasiada sangre derramada. La
película ya la conocen los ciudadanos que padecen directamente la
violencia. Y no le creen a los aspavientos de Calderón.
Comentarios: www.jenarovillamil.wordpress.com
fuente, vìa :
http://proceso.com.mx/rv/modHome/detalleExclusiva/80380
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