MÉXICO, D.F., 28 de junio (apro).- Habitualmente fríos al drama
cotidiano de millones de mexicanos a merced de la pobreza y la
violencia, a las que suelen aproximarse sólo mediante sus proyectos
filantrópicos, los ricos de México padecen cada vez más los embates de
la delincuencia, aun en las fortalezas que habitan y detrás de nubes de
guaruras.
En medio de matanzas que apilan casi 25 mil cadáveres, balaceras a
cualquier hora, secuestros cotidianos, extorsiones por doquier, abusos
policiaco-castrenses crecientes y desasosiego general, todo en un
contexto de impunidad absoluta, las élites ya están hartas.
Y han dado con el responsable: Felipe Calderón.
En las conversaciones en los restaurantes de postín de todo el país,
en los centros financieros y en sesiones de organismos empresariales,
son cada vez más despectivos y soeces los comentarios sobre Calderón y
sus colaboradores, que van desde “nacos”, “ineptos” y “corruptos” hasta
imputaciones sobre ostensibles aficiones etílicas.
En esos corrillos corren toda suerte de especulaciones, inventivas y
asertos sobre la élite burocrática y sus supuestos negocios
materializados gracias a amoríos, afectos o consanguinidad al más alto
nivel.
En esos ámbitos no dan un centavo por un futuro prometedor
para Calderón y su círculo cercano, que creen que inevitablemente
reemplazará el grupo de Enrique Peña Nieto –al que ven más moldeable--, y
aun se cruzan apuestas si puede concluir el sexenio.
Las expresiones despectivas sobre Calderón han cobrado auge
ahora que recibió, este lunes28, un segundo obús en su línea de
flotación y exhibió, otra vez, su extrema fragilidad.
Se trata de la ejecución a balazos del candidato priista a
gobernador de Tamaulipas, Rodolfo Torre Cantú, y de otras cuatro
personas, a menos de una semana de las elecciones en ese y otros 14
estados, un embate criminal que México no conocía desde el asesinato del
candidato presidencial Luis Donaldo Colosio, el 21 de marzo de 1994.
El primero obús que cimbró a Calderón y su enclenque
gobierno fue el secuestro del panista Diego Fernández de Cevallos, el
viernes 14 de mayo, un hecho que no sólo exhibió que cualquier
organización delictiva es capaz de privar de la libertad a quien sea
–incluido, como es el caso, uno de los individuos que encarnan los
intereses oligárquicos--, sino de poner de rodillas al Estado, que eso
implica el repliegue de éste ante el secuestro que ni siquiera se acepta
como tal.
Este secuestro espantó a la élite económica y política de
México, que se ve desde entonces extremadamente vulnerable a los
criminales o grupos guerrilleros que, como en 1994, secuestraron a
prominentes magnates como Alfredo Harp Helú, cuyo rescate de 30 millones
de dólares, por cierto, no quería pagar el socio de éste en Banamex,
Roberto Hernández.
La ejecución del candidato priista a gobernador han
reactivado en la élite la certeza de que Calderón ya no es capaz de dar
seguridad a los mexicanos, en primer lugar a ellos que lo impusieron en
el cargo, y que su empecinamiento en su “guerra” sólo agravará las
condiciones de peligro.
Los megacrímenes de Fernández de Cevallos y de Torre Cantú
indican que la escalada delincuencial va en ascenso y que apunta a la
comisión de otros homicidios de gran relevancia. Si no se tomó con la
debida seriedad el asesinato del candidato panista a Valle Hermoso,
Mario Guajardo, y de su hijo y uno de sus empleados, ahora no puede
soslayarse la muerte a balazos del virtual próximo gobernador.
Porque, así como ya se atentó contra políticos del PAN y del
PRI, puede preverse que sigue un personaje de peso del sector
empresarial o en general de la élite que impuso, a toda costa, a
Calderón, que ahora lo aborrecen y que pueden facilitar su caída...
Apuntes
Si Calderón removió a Miguel Gómez Mont como director de Fonatur por
el pleito en el que participó con familiares de los futbolistas de la
Selección Mexicana, después de que ésta fue sepultada por la de
Argentina --a cuyos naturales ese sujeto insultó: "todos los argentinos
que se vayan a la chingada"--, hay muchas más razones para hacerlo con
otro miembro del clan, Fernando, el secretario de Gobernación, cuya más
reciente estupidez fue insultar a las comisiones nacional y estatales de
derechos humanos llamándolos “tontos útiles”. Arrogante y frívolo,
Gómez Mont tiene la instrucción de su jefe de evitar, a toda costa, que
se sancione a los asesinos de Brayan y Martín Almanza, los niños
asesinados a balazos por soldados en un retén en Tamaulipas. Tiene razón
el obispo Raúl Vera López: Calderón es un dictadorzuelo y Gómez Mont es
un fascista…
fuente, vìa :
http://proceso.com.mx/rv/modHome/detalleExclusiva/80797
No hay comentarios:
Publicar un comentario