Era un vampiro que sorbía agua
por las noches y por las
madrugadas
al mediodía y en la cena.
Era abstemio de
sangre
y por eso el bochorno
de los otros vampiros
y
de las vampiresas.
Contra viento y marea se propuso
fundar
una bandada
de vampiros anónimos,
hizo campaña bajo la
menguante,
bajo la llena y la creciente
sus modestas
pancartas proclamaban,
vampiros beban agua
la sangre
trae cáncer.
Es claro los quirópteros
reunidos en su
ágora de sombras
opinaron que eso era inaudito,
aquel
loco aquel alucinado
podía convencer a los vampiros flojos,
esos
que liban boldo tras la sangre.
De modo que una noche
con
nubes de tormenta,
cinco vampiros fuertes
sedientos de
hematíes, plaquetas, leucocitos,
rodearon al chiflado, al
insurrecto,
y acabaron con él y su imprudencia.
Cuando
por fin la luna
pudo asomarse
vio allá abajo
el
pobre cuerpo del vampiro anónimo,
con cinco heridas que manaban,
formando un gran charco de agua,
lo que no pudo ver la
luna
fue que los cinco ejecutores
se refugiaban en un
árbol
y a su pesar reconocían
que aquello no sabía mal.
Desde esa noche que fue histórica
ni los vampiros, ni las
vampiresas,
chupan más sangre,
resolvieron
por
unanimidad pasarse al agua.
Como suele ocurrir en estos casos
el singular vampiro anónimo
es venerado como un mártir.
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